La instrucción de los hijos: el amor.
LA INSTRUCCIÓN DE LOS HIJOS: EL AMOR (1 COR 13:1-8).
La esencia de la familia es el amor.
Amor, en este contexto es desarrollar nuestras familias como para Dios (Col 3:22-24).
Podemos ser responsables con la iglesia, el trabajo, la provisión económica, pero sin amor en la familia, con los hijos e hijas, ello no sirve de nada (solo es mejor que nada, 1 Cor 13:1-3).
El potencial para amarles ya está en nosotros por ser la imagen de Dios y Dios es amor.
Lo que necesitamos es desarrollar a la máxima expresión posible ese potencial, cuyas características se corresponden a la descripción del amor en 1 Cor 13:4-8:
• Sufrido: que aguanta, paciente, tardo en responder.
• Ejerce dominio propio cuando las cosas no son como quisiera.
• Benigno: mostrarse uno mismo útil, ser útil, los sirve, no se sirve de ellos.
• Es un trampolín para lanzar a sus hijos a la vida con los mejores apoyos posibles.
• No tiene envidia: no es celoso, no se mueve por envidia, promueve a los hijos.
• No es jactancioso: no es fanfarrón, no hace alarde de sí mismo.
• No busca reconocimiento de los hijos ni se hace a sí mismo superior a ellos.
• No se enseñorea ni se aprovecha de su posición paterna de ninguna manera.
• No es envanecido: no se eleva por encima de los hijos ni se hace más que ellos.
• No hace nada indebido: no hace nada que los hijos consideren malo, negativo, contrario.
• No busca lo suyo: no demanda, no hace cosas por maquinación (dar para obtener).
• No se irrita: no se violenta, no ataca, no hace daño, no insulta, no menosprecia.
• No actúa iracundamente.
• No guarda rencor: es perdonador, no es indigno, no es injurioso, no es depravado.
• No se goza de la injusticia: no maquina ni se alegra de lo malo ni del mal de los hijos.
• No es maldecidor, sino bendecidor.
• Se gozo de la verdad: se gozo con el bien de los hijos.
• Todo lo sufre: cubre con silencio multitud de faltas.
• Todo lo cree: tiene fe en sus hijos, les da crédito, confía en ellos.
• Cree lo mejor de sus hijos, piensa lo bueno de ellos y para ellos (Fil 4:8).
• No deja de creer en ellos aún en medio de sus más grandes errores y fracasos.
• Es un animador, un apoyador, un levantador.
• Todo lo espera: no pierde la fe ni la esperanza, permanece, no se desespera.
• Todo lo soporta: persevera, permanece, sostiene, se queda.
• Nunca deja de ser: ni siquiera en algún tiempo, jamás decae ni es sacado de curso.
La esencia de la familia es el amor.
Amor, en este contexto es desarrollar nuestras familias como para Dios (Col 3:22-24).
Podemos ser responsables con la iglesia, el trabajo, la provisión económica, pero sin amor en la familia, con los hijos e hijas, ello no sirve de nada (solo es mejor que nada, 1 Cor 13:1-3).
El potencial para amarles ya está en nosotros por ser la imagen de Dios y Dios es amor.
Lo que necesitamos es desarrollar a la máxima expresión posible ese potencial, cuyas características se corresponden a la descripción del amor en 1 Cor 13:4-8:
• Sufrido: que aguanta, paciente, tardo en responder.
• Ejerce dominio propio cuando las cosas no son como quisiera.
• Benigno: mostrarse uno mismo útil, ser útil, los sirve, no se sirve de ellos.
• Es un trampolín para lanzar a sus hijos a la vida con los mejores apoyos posibles.
• No tiene envidia: no es celoso, no se mueve por envidia, promueve a los hijos.
• No es jactancioso: no es fanfarrón, no hace alarde de sí mismo.
• No busca reconocimiento de los hijos ni se hace a sí mismo superior a ellos.
• No se enseñorea ni se aprovecha de su posición paterna de ninguna manera.
• No es envanecido: no se eleva por encima de los hijos ni se hace más que ellos.
• No hace nada indebido: no hace nada que los hijos consideren malo, negativo, contrario.
• No busca lo suyo: no demanda, no hace cosas por maquinación (dar para obtener).
• No se irrita: no se violenta, no ataca, no hace daño, no insulta, no menosprecia.
• No actúa iracundamente.
• No guarda rencor: es perdonador, no es indigno, no es injurioso, no es depravado.
• No se goza de la injusticia: no maquina ni se alegra de lo malo ni del mal de los hijos.
• No es maldecidor, sino bendecidor.
• Se gozo de la verdad: se gozo con el bien de los hijos.
• Todo lo sufre: cubre con silencio multitud de faltas.
• Todo lo cree: tiene fe en sus hijos, les da crédito, confía en ellos.
• Cree lo mejor de sus hijos, piensa lo bueno de ellos y para ellos (Fil 4:8).
• No deja de creer en ellos aún en medio de sus más grandes errores y fracasos.
• Es un animador, un apoyador, un levantador.
• Todo lo espera: no pierde la fe ni la esperanza, permanece, no se desespera.
• Todo lo soporta: persevera, permanece, sostiene, se queda.
• Nunca deja de ser: ni siquiera en algún tiempo, jamás decae ni es sacado de curso.
25
Jun
2008