Módulo 201. Naturaleza y carácter de la iglesia.
CARACTERÍSTICAS DE LA IGLESIA EN RELACIÓN A LAS DIVERSAS CONGREGACIONES.
La individualidad de cada iglesia local.
Aún siendo parte de la Iglesia Universal, cada congregación local es única, así como únicos son los planes específico de Dios para ella, dentro del marco de referencia de los planes generales de Dios para toda la Iglesia.
Cada Iglesia es única en muchos sentidos:
• Está conformada por personas únicas, irrepetibles tanto dentro como fuera del Cuerpo de Cristo, y en el tiempo.
• La combinación de esas personas únicas también le proporciona a cada iglesia un carácter único, específico, irrepetible.
• Esta ubicada en un tiempo y lugar únicos, que hacen su tarea única en medio de todas las Iglesias locales que han existido antes y en medio de todas las que existen en este momento y las que existirán en el futuro.
• Esta diseñada por Dios, desde el cielo, para alcanzar y perfeccionar en Cristo a personas específicas que también son únicas.
De esa cuenta, los escritores del Nuevo Testamento escribieron sus epístolas a Iglesias específicas que enfrentaban problemas únicos. No eran cartas generales sino cartas particulares a las iglesias de cada ciudad, por ejemplo, las Cartas a la Iglesia de Corintio, a la de Galacia, a la de Efeso, a la de Tesalónica, etc., que si bien contienen enseñanzas de principios que bendicen a todas las iglesias en todos los tiempos, no dejan de manifestar y enseñar también la especificidad y el carácter único de cada iglesia en todo tiempo.
El mismo Señor Jesucristo, en Apo 2 y 3, se dirigió a siete Iglesias específicas, a las cuales les reconoció situaciones, características y problemas específicos, y a las que les recomendó también soluciones específicas. Estas cartas, al igual que las que escribió Pablo, también contienen enseñanzas de principios que bendicen a todas las iglesias en todos los tiempos, pese a lo cual no dejan de ser específicas y únicas de cada iglesia a la que fueron enviadas.
En ese sentido, entonces, puede resultar un ejercicio peligroso para la eficiencia de la Iglesia local y para el corazón de sus pastores, líderes y miembros, hacer comparaciones, impulsar métodos y soluciones, modelos de desempeño y metas, y características de otras iglesias en una iglesia local particular. Lo que debemos aprender e impulsar son los principios detrás de las formas y buscar su manera específica (su forma) para implementarlos en medio de las particularidades de nuestra iglesia local. Seguro que esto va a contribuír a eliminar o minimizar muchas de las tensiones y frustraciones que muchas personas en el Cuerpo de Cristo están cargando innecesariamente en relación con el desempeño de sus iglesias locales.
Debemos, para salvar nuestra identidad y nuestro corazón como Iglesia, tener presente que así como Dios no hace copias ni reproducciones de una persona, así tampoco las hace de iglesias. Dios diseña y funda cada iglesia local con un lugar propio, una vida propia y un futuro propio. Desconocer estos principios acerca del carácter único de la Iglesia es lo que determina que haya muchos pastores, líderes y miembros de iglesia frustrados porque han asistido a un sinnúmero de seminarios acerca del último método, el último descubrimiento, la última clave, etc., para tener una iglesia exitosa y creciente, solo para darse cuenta al cabo del tiempo y de mucho esfuerzo al tratar de implementarlos, que de todos modos no funcionan en el contexto de la iglesia en la que Dios los ha puesto, terminando más exhaustos y frustrados que antes.
Otro factor respecto al carácter único de la Iglesia es que éste también cambia constantemente a lo largo del tiempo con cada persona que se agrega o con cada persona que se retira porque se produce un reajuste en la dinámica de las relaciones entre las personas y de la interacción entre unos y otros. Igualmente, el contexto en el cual debe influir la iglesia, y que de alguna manera influye en ella, está también en constante cambio. Si bien el cambio no lo podemos evitar, podemos evitar que nos arrastre, anticipándonos a él y estableciendo y dirigiendo los ajustes que Dios desea para nuestra Iglesia.
Recordemos que según Dan 2:21, Dios cambia los tiempos y El lo sabe, por lo que ya tiene preparados los ajustes que deben implementarse en nuestras iglesias para mantener su eficiencia y eficacia en el contexto específico donde El la ha puesto. No nos debe asustar por ninguna razón que nuestra iglesia local tenga un carácter único y que no sepamos ni cuál es ni que tenemos que hacer para desarrollarla. Dios lo sabe, El nos llamó, y buscando su corazón, su presencia y su dirección, antes que buscar los de un hombre o una iglesia exitosa, vamos a encontrar ese carácter y esa dirección. También debemos tener en cuenta que mientras Dios nos revela esa especificidad que El está desarrollando, El nos ha dejado en Su Palabra suficiente información respecto a la esencia de la iglesia, su enfoque y las metas que debe alcanzar, que no deben cambiar (Hch 2:41-47, Efe 4:11-16, Mat 28:18-20, etc.).
Derivado de la especificidad y carácter único de la iglesia local debemos entender que en el caso de hacer comparaciones con otras iglesias y modelos de trabajo eclesiásticos que han tenido éxito en otras partes, debemos ir detrás de los principios que fundamentan el modelo, no detrás de las formas y los métodos en sí que son sujetos a cambio. Ningún método, por lo general, puede copiarse en todas las iglesias y tener éxito. Debe adaptarse, para ser efectivo, a las características individuales y específicas de cada iglesia y del contexto donde va a interactuar: por ejemplo, no es ni puede ser la misma metodología para una iglesia rural que para una urbana. Los principios metodológicos si pueden ser los mismos pero la manera de aplicarlos al contexto no, porque son dos contextos con personas, cultura, demografía, geografía, etc., muy diferentes.
Unidad en medio de la diversidad (carácter familiar).
En lo natural, una familia lo es, entre otras cosas, porque descienden de un tronco común, un mismo padre. No porque piensen iguales, crean y hagan las mismas cosas. La familia es unidad en medio de la diversidad. De la misma manera, la Iglesia, como la familia de Dios, es una familia, en principio, no porque todos sus miembros piensen exactamente igual (en todas las doctrinas estén de acuerdo), sino porque todos sus miembros tienen en común un mismo Padre.
Ahora bien, una familia también tiene un mínimo de acuerdos en común, y el Cuerpo de Cristo, la familia de Dios, también debe tener un mínimo de acuerdos en común, que el mismo Padre ha definido: son las doctrinas básicas de (Heb 6:1-2) a las que se agrega el acuerdo no negociable, de que la Palabra de Dios, la Biblia, es la Palabra autoritativa, inspirada e infalible del Padre que provee los principios-guías para todos los asuntos concernientes a la vida a cada uno de sus hijos e hijas, que deben ser aplicados de acuerdo a las características específicas de vida de cada uno. Puede haber variedad de formas para aplicar los principios, pero los principios no son negociables. De ello deriva la variedad de la iglesia, y del acuerdo sobre que Dios es nuestro Padre, el Señor Jesucristo es el Señor y Salvador nuestro, de que la Palabra es la infalible Palabra de Dios que nos guía y las doctrinas básicas que mencionamos, deriva la unidad, una unidad en la diversidad, no una unidad que implique uniformidad.
Entonces, puntos que actualmente nos dividen, no deberían hacerlo, como por ejemplo, la vigencia o no de los dones del Espíritu Santo (división entre pentecostales y tradicionales), o la vigencia o no de los oficios ministeriales (división entre pentecostales y neopentecostales), el uso o no de pantalones por las mujeres, el ministerio o no de las mujeres. En cada uno de esos asuntos, que no están contemplados dentro de las doctrinas básicas, deberíamos respetar la dirección y revelación que cada uno reciba del Señor, y no permitir que ello nos afecte en la unidad del trabajo que necesitamos llevar adelante y desarrollar para completar la obra a la cual nuestro Padre y el Señor Jesucristo nos mandaron a trabajar para llevar gloria a Su Nombre. En otras palabras, la Iglesia fue diseñada por Dios para que en lo básico desarrolláramos la unidad y en lo secundario, aceptación.
La unidad en la diversidad (Efe 4:14-16, 1 Cor 12:12-27) implica la unidad en la fe (doctrina básica y fundamental), el respecto a las interpretaciones doctrinales no esenciales, la apreciación y respeto a esa diversidad sin por ello tolerar la herejía doctrinal, el trabajo unido y coordinado con el resto del Cuerpo en la construcción del Reino de Dios a nivel local, y la profundización del amor, característica esencial, básica del cristiano (Mat 22:36-40, Jn 13:35).
El crecimiento lo da Dios.
En un mundo plagado de conceptos sobre éxito externo (generalmente numérico) y mercadotecnia, recetas para todo o casi todo (la mayoría de ellas teóricas, no prácticas y con un índice de éxito en los casos de su aplicación muy bajo), productos instantáneos, etc., es muy fácil caer en la corriente del mundo de querer implementar métodos de otros y lograr los resultados de otros. Pero en el caso de Dios y de Su Iglesia, eso no funciona.
Primero, porque generalmente cuando tomamos esos métodos o recetas, lo hacemos siguiendo a un hombre o a un modelo humano, y no a Dios. Y la Palabra es clara al respecto:
Jer 17:5-9 (NVI): “Así dice el Señor: "¡Maldito el *hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. "Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto." Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?
Segundo. Dios es el dueño de la Iglesia y El es el que agrega a la Iglesia y tiene las instrucciones, los métodos y las respuestas específicas para el crecimiento de Su obra en la tierra.
Hch 2:47: “alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Rom 9:16: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.”
Como ya lo mencionáramos anteriormente, cada iglesia es única en cuanto a las personas que la forman y a las que debe alcanzar, la ubicación física, la comunidad y la historia comunitaria en la que se insertan, etc. Por lo tanto, el método que necesita usar para lograr sus propósitos únicos dependerá de cada congregación y de lo que Dios desee hacer a través de ella y de sus integrantes. Los métodos y soluciones de otros son para otras iglesias y otros creyentes en diferente lugar y circunstancias que no van a tener correspondencia exacta con las iglesias donde los queremos aplicar. Esa es la razón por la cual tantos pastores y asistentes pastorales se encuentran tan frustrados a lo largo y ancho del mundo, asistiendo a seminarios y copiando métodos de otros que puedan traerles éxito a sus ministerios, pero que vez tras vez, no llenan sus expectativas y logran resultados más bajos que lo mínimo esperado.
Nuestro consejo al respecto es que no hay que generar expectativas ilusorias respecto a ellos ni perder tiempo, energía y otros recursos aplicándolos mecánicamente. Ese es un camino seguro a más frustración y decepción. El enfoque correcto tendría que ser tomar los principios detrás del método exitoso, verificar que son bíblicos, invertir tiempo delante del Señor buscando su aprobación y dirección al respecto, y si la obtenemos, buscando la sabiduría de El para aplicarlos adaptados a nuestra congregación local específica. En este punto es bueno recordar que si Dios no está en el asunto, dirigiéndolo, guiándolo, prosperándolo (enfoque de Reino), de nada nos sirve aunque a los ojos humanos podamos tener éxito:
Mat 7:21-23: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Jn 15:4-5: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
Quienes vienen a la iglesia, ya sean miembros o visitantes, no asisten a ella porque estén preocupados o impresionados por la capacitación del pastor ni por los detalles más delicados de la doctrina. Ellos vienen a la iglesia porque se preocupan por ellos mismos, su empleo, su familia, los problemas de su vecindario, etc. y llegan a la iglesia con necesidades reales respecto a los temas más relevantes de su vida diaria buscando soluciones de Dios y transformarse en algo mejor, generalmente con el mayor grado de semejanza a Cristo (o a Dios) que sea posible.
Igualmente, quienes se sientan en los bancos del templo no le entregan su vida a Cristo porque les gusten determinados buenos métodos de trabajo, o clase de personas o tipo de música, edificio o decorado, ni por la excelencia de la predicación, ni por la apariencia del predicador. Le entregan su vida a Cristo porque tienen una necesidad personal, física, emocional y/o espiritual y porque reconocen que solo en Jesús pueden encontrar la satisfacción absoluta de esa necesidad. La música, la predicación y todo lo demás es bienvenido si apuntan hacia ello. De lo contrario, solo son apariencias sin sentido y sin resultados.
Si los métodos y nuestra motivación para aplicarlos van en esa dirección, de atender y suplir de parte de Dios las necesidades de las personas así como llevarlas a encontrar su propósito en El, podemos tener la seguridad de que Dios por su Espíritu Santo nos va a guiar hacia el método que más se acomode a las características de nuestra iglesia particular.
Jer 29:11: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”
Sal 138:8: “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.”
Rom 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. (En consecuencia, los hijos de Dios –entre ellos los pastores en relación con sus iglesias también- deben ser guiados por el Espíritu Santo, no por métodos, seminarios, etc.).
En resumen, los métodos y técnicas que otras iglesias y denominaciones utilicen para el crecimiento de la Iglesia, si bien pueden tener sus bondades, no deben ser adoptados por nuestras iglesias mecánicamente, sino que en primer lugar, debemos conocer los principios aplicados detrás de los métodos, y en base a esos principios y a las características de nuestras iglesias, bajo la dirección del Espíritu Santo, debemos buscar la forma de aplicación que más se adapte a nuestra realidad.
La individualidad de cada iglesia local.
Aún siendo parte de la Iglesia Universal, cada congregación local es única, así como únicos son los planes específico de Dios para ella, dentro del marco de referencia de los planes generales de Dios para toda la Iglesia.
Cada Iglesia es única en muchos sentidos:
• Está conformada por personas únicas, irrepetibles tanto dentro como fuera del Cuerpo de Cristo, y en el tiempo.
• La combinación de esas personas únicas también le proporciona a cada iglesia un carácter único, específico, irrepetible.
• Esta ubicada en un tiempo y lugar únicos, que hacen su tarea única en medio de todas las Iglesias locales que han existido antes y en medio de todas las que existen en este momento y las que existirán en el futuro.
• Esta diseñada por Dios, desde el cielo, para alcanzar y perfeccionar en Cristo a personas específicas que también son únicas.
De esa cuenta, los escritores del Nuevo Testamento escribieron sus epístolas a Iglesias específicas que enfrentaban problemas únicos. No eran cartas generales sino cartas particulares a las iglesias de cada ciudad, por ejemplo, las Cartas a la Iglesia de Corintio, a la de Galacia, a la de Efeso, a la de Tesalónica, etc., que si bien contienen enseñanzas de principios que bendicen a todas las iglesias en todos los tiempos, no dejan de manifestar y enseñar también la especificidad y el carácter único de cada iglesia en todo tiempo.
El mismo Señor Jesucristo, en Apo 2 y 3, se dirigió a siete Iglesias específicas, a las cuales les reconoció situaciones, características y problemas específicos, y a las que les recomendó también soluciones específicas. Estas cartas, al igual que las que escribió Pablo, también contienen enseñanzas de principios que bendicen a todas las iglesias en todos los tiempos, pese a lo cual no dejan de ser específicas y únicas de cada iglesia a la que fueron enviadas.
En ese sentido, entonces, puede resultar un ejercicio peligroso para la eficiencia de la Iglesia local y para el corazón de sus pastores, líderes y miembros, hacer comparaciones, impulsar métodos y soluciones, modelos de desempeño y metas, y características de otras iglesias en una iglesia local particular. Lo que debemos aprender e impulsar son los principios detrás de las formas y buscar su manera específica (su forma) para implementarlos en medio de las particularidades de nuestra iglesia local. Seguro que esto va a contribuír a eliminar o minimizar muchas de las tensiones y frustraciones que muchas personas en el Cuerpo de Cristo están cargando innecesariamente en relación con el desempeño de sus iglesias locales.
Debemos, para salvar nuestra identidad y nuestro corazón como Iglesia, tener presente que así como Dios no hace copias ni reproducciones de una persona, así tampoco las hace de iglesias. Dios diseña y funda cada iglesia local con un lugar propio, una vida propia y un futuro propio. Desconocer estos principios acerca del carácter único de la Iglesia es lo que determina que haya muchos pastores, líderes y miembros de iglesia frustrados porque han asistido a un sinnúmero de seminarios acerca del último método, el último descubrimiento, la última clave, etc., para tener una iglesia exitosa y creciente, solo para darse cuenta al cabo del tiempo y de mucho esfuerzo al tratar de implementarlos, que de todos modos no funcionan en el contexto de la iglesia en la que Dios los ha puesto, terminando más exhaustos y frustrados que antes.
Otro factor respecto al carácter único de la Iglesia es que éste también cambia constantemente a lo largo del tiempo con cada persona que se agrega o con cada persona que se retira porque se produce un reajuste en la dinámica de las relaciones entre las personas y de la interacción entre unos y otros. Igualmente, el contexto en el cual debe influir la iglesia, y que de alguna manera influye en ella, está también en constante cambio. Si bien el cambio no lo podemos evitar, podemos evitar que nos arrastre, anticipándonos a él y estableciendo y dirigiendo los ajustes que Dios desea para nuestra Iglesia.
Recordemos que según Dan 2:21, Dios cambia los tiempos y El lo sabe, por lo que ya tiene preparados los ajustes que deben implementarse en nuestras iglesias para mantener su eficiencia y eficacia en el contexto específico donde El la ha puesto. No nos debe asustar por ninguna razón que nuestra iglesia local tenga un carácter único y que no sepamos ni cuál es ni que tenemos que hacer para desarrollarla. Dios lo sabe, El nos llamó, y buscando su corazón, su presencia y su dirección, antes que buscar los de un hombre o una iglesia exitosa, vamos a encontrar ese carácter y esa dirección. También debemos tener en cuenta que mientras Dios nos revela esa especificidad que El está desarrollando, El nos ha dejado en Su Palabra suficiente información respecto a la esencia de la iglesia, su enfoque y las metas que debe alcanzar, que no deben cambiar (Hch 2:41-47, Efe 4:11-16, Mat 28:18-20, etc.).
Derivado de la especificidad y carácter único de la iglesia local debemos entender que en el caso de hacer comparaciones con otras iglesias y modelos de trabajo eclesiásticos que han tenido éxito en otras partes, debemos ir detrás de los principios que fundamentan el modelo, no detrás de las formas y los métodos en sí que son sujetos a cambio. Ningún método, por lo general, puede copiarse en todas las iglesias y tener éxito. Debe adaptarse, para ser efectivo, a las características individuales y específicas de cada iglesia y del contexto donde va a interactuar: por ejemplo, no es ni puede ser la misma metodología para una iglesia rural que para una urbana. Los principios metodológicos si pueden ser los mismos pero la manera de aplicarlos al contexto no, porque son dos contextos con personas, cultura, demografía, geografía, etc., muy diferentes.
Unidad en medio de la diversidad (carácter familiar).
En lo natural, una familia lo es, entre otras cosas, porque descienden de un tronco común, un mismo padre. No porque piensen iguales, crean y hagan las mismas cosas. La familia es unidad en medio de la diversidad. De la misma manera, la Iglesia, como la familia de Dios, es una familia, en principio, no porque todos sus miembros piensen exactamente igual (en todas las doctrinas estén de acuerdo), sino porque todos sus miembros tienen en común un mismo Padre.
Ahora bien, una familia también tiene un mínimo de acuerdos en común, y el Cuerpo de Cristo, la familia de Dios, también debe tener un mínimo de acuerdos en común, que el mismo Padre ha definido: son las doctrinas básicas de (Heb 6:1-2) a las que se agrega el acuerdo no negociable, de que la Palabra de Dios, la Biblia, es la Palabra autoritativa, inspirada e infalible del Padre que provee los principios-guías para todos los asuntos concernientes a la vida a cada uno de sus hijos e hijas, que deben ser aplicados de acuerdo a las características específicas de vida de cada uno. Puede haber variedad de formas para aplicar los principios, pero los principios no son negociables. De ello deriva la variedad de la iglesia, y del acuerdo sobre que Dios es nuestro Padre, el Señor Jesucristo es el Señor y Salvador nuestro, de que la Palabra es la infalible Palabra de Dios que nos guía y las doctrinas básicas que mencionamos, deriva la unidad, una unidad en la diversidad, no una unidad que implique uniformidad.
Entonces, puntos que actualmente nos dividen, no deberían hacerlo, como por ejemplo, la vigencia o no de los dones del Espíritu Santo (división entre pentecostales y tradicionales), o la vigencia o no de los oficios ministeriales (división entre pentecostales y neopentecostales), el uso o no de pantalones por las mujeres, el ministerio o no de las mujeres. En cada uno de esos asuntos, que no están contemplados dentro de las doctrinas básicas, deberíamos respetar la dirección y revelación que cada uno reciba del Señor, y no permitir que ello nos afecte en la unidad del trabajo que necesitamos llevar adelante y desarrollar para completar la obra a la cual nuestro Padre y el Señor Jesucristo nos mandaron a trabajar para llevar gloria a Su Nombre. En otras palabras, la Iglesia fue diseñada por Dios para que en lo básico desarrolláramos la unidad y en lo secundario, aceptación.
La unidad en la diversidad (Efe 4:14-16, 1 Cor 12:12-27) implica la unidad en la fe (doctrina básica y fundamental), el respecto a las interpretaciones doctrinales no esenciales, la apreciación y respeto a esa diversidad sin por ello tolerar la herejía doctrinal, el trabajo unido y coordinado con el resto del Cuerpo en la construcción del Reino de Dios a nivel local, y la profundización del amor, característica esencial, básica del cristiano (Mat 22:36-40, Jn 13:35).
El crecimiento lo da Dios.
En un mundo plagado de conceptos sobre éxito externo (generalmente numérico) y mercadotecnia, recetas para todo o casi todo (la mayoría de ellas teóricas, no prácticas y con un índice de éxito en los casos de su aplicación muy bajo), productos instantáneos, etc., es muy fácil caer en la corriente del mundo de querer implementar métodos de otros y lograr los resultados de otros. Pero en el caso de Dios y de Su Iglesia, eso no funciona.
Primero, porque generalmente cuando tomamos esos métodos o recetas, lo hacemos siguiendo a un hombre o a un modelo humano, y no a Dios. Y la Palabra es clara al respecto:
Jer 17:5-9 (NVI): “Así dice el Señor: "¡Maldito el *hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. "Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto." Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?
Segundo. Dios es el dueño de la Iglesia y El es el que agrega a la Iglesia y tiene las instrucciones, los métodos y las respuestas específicas para el crecimiento de Su obra en la tierra.
Hch 2:47: “alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Rom 9:16: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.”
Como ya lo mencionáramos anteriormente, cada iglesia es única en cuanto a las personas que la forman y a las que debe alcanzar, la ubicación física, la comunidad y la historia comunitaria en la que se insertan, etc. Por lo tanto, el método que necesita usar para lograr sus propósitos únicos dependerá de cada congregación y de lo que Dios desee hacer a través de ella y de sus integrantes. Los métodos y soluciones de otros son para otras iglesias y otros creyentes en diferente lugar y circunstancias que no van a tener correspondencia exacta con las iglesias donde los queremos aplicar. Esa es la razón por la cual tantos pastores y asistentes pastorales se encuentran tan frustrados a lo largo y ancho del mundo, asistiendo a seminarios y copiando métodos de otros que puedan traerles éxito a sus ministerios, pero que vez tras vez, no llenan sus expectativas y logran resultados más bajos que lo mínimo esperado.
Nuestro consejo al respecto es que no hay que generar expectativas ilusorias respecto a ellos ni perder tiempo, energía y otros recursos aplicándolos mecánicamente. Ese es un camino seguro a más frustración y decepción. El enfoque correcto tendría que ser tomar los principios detrás del método exitoso, verificar que son bíblicos, invertir tiempo delante del Señor buscando su aprobación y dirección al respecto, y si la obtenemos, buscando la sabiduría de El para aplicarlos adaptados a nuestra congregación local específica. En este punto es bueno recordar que si Dios no está en el asunto, dirigiéndolo, guiándolo, prosperándolo (enfoque de Reino), de nada nos sirve aunque a los ojos humanos podamos tener éxito:
Mat 7:21-23: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Jn 15:4-5: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
Quienes vienen a la iglesia, ya sean miembros o visitantes, no asisten a ella porque estén preocupados o impresionados por la capacitación del pastor ni por los detalles más delicados de la doctrina. Ellos vienen a la iglesia porque se preocupan por ellos mismos, su empleo, su familia, los problemas de su vecindario, etc. y llegan a la iglesia con necesidades reales respecto a los temas más relevantes de su vida diaria buscando soluciones de Dios y transformarse en algo mejor, generalmente con el mayor grado de semejanza a Cristo (o a Dios) que sea posible.
Igualmente, quienes se sientan en los bancos del templo no le entregan su vida a Cristo porque les gusten determinados buenos métodos de trabajo, o clase de personas o tipo de música, edificio o decorado, ni por la excelencia de la predicación, ni por la apariencia del predicador. Le entregan su vida a Cristo porque tienen una necesidad personal, física, emocional y/o espiritual y porque reconocen que solo en Jesús pueden encontrar la satisfacción absoluta de esa necesidad. La música, la predicación y todo lo demás es bienvenido si apuntan hacia ello. De lo contrario, solo son apariencias sin sentido y sin resultados.
Si los métodos y nuestra motivación para aplicarlos van en esa dirección, de atender y suplir de parte de Dios las necesidades de las personas así como llevarlas a encontrar su propósito en El, podemos tener la seguridad de que Dios por su Espíritu Santo nos va a guiar hacia el método que más se acomode a las características de nuestra iglesia particular.
Jer 29:11: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”
Sal 138:8: “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.”
Rom 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. (En consecuencia, los hijos de Dios –entre ellos los pastores en relación con sus iglesias también- deben ser guiados por el Espíritu Santo, no por métodos, seminarios, etc.).
En resumen, los métodos y técnicas que otras iglesias y denominaciones utilicen para el crecimiento de la Iglesia, si bien pueden tener sus bondades, no deben ser adoptados por nuestras iglesias mecánicamente, sino que en primer lugar, debemos conocer los principios aplicados detrás de los métodos, y en base a esos principios y a las características de nuestras iglesias, bajo la dirección del Espíritu Santo, debemos buscar la forma de aplicación que más se adapte a nuestra realidad.
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Ene
2012