Estudio Bíblico

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La Creación.



LA COSMOVISIÓN CRISTIANA BÍBLICA (04).

LA CREACIÓN.



Fundamentos escriturales.

Gen 1:1. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”

Jn 1:1-3. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

Heb 1:3. “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,”

Rom 11:36. “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.”

Col 1:15-17. “El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;”



La Distinción entre el Creador y la Criatura.
Dios es el Creador de todas las cosas, pero El es preexistente, infinito, no creado, eterno.
Dios existe de forma única, independiente de cualquier limitación que caracteriza la existencia y la vida de cualquier otra cosa en el universo.
La creación, aún cuando pueda reflejar alguna de las características de Dios, no implica que sea parte del ser de Dios, o que sea igual a Dios.
Ninguna cosa unida o separada de Dios es igualmente última con Él.
Ninguna cosa creada tiene en sí misma las habilidades o prerrogativas de Dios.
Ninguna idea, esencia, concepto o ideal de las cosas puede existir en sí misma o haber existido eternamente aparte de Dios. La materia, el universo físico, los ángeles y las almas no pueden existir en sí mismas y por sí solas ni pueden haber existido eternamente (Heb 1:3).



El Ser Último de Dios.
Dios es un Espíritu personal (Jn 4:24), soberano (Job 31:28), trascendente (Gen 21:33) y tri-uno (2 Cor 13:14); sólo Él es infinito (2 Cro 6:18), autosuficiente (Hch 17:24-25), eterno (Deut 33:27) e incambiable (Mal 3:6).
Dios no es un ser dependiente, en desarrollo, creado o secundario, ni un ser compuesto de materia física independientemente de cuán refinada se diga que sea esta materia.
El acto de creación, de ninguna manera, cambió el ser de Dios, ni añadió algo a Sus perfecciones, ni alteró las relaciones internas entre las personas de la Trinidad.
Ninguna cosa creada fue traída a su estado actual de existencia desde toda la eternidad. Si bien todas las cosas fueron determinadas desde el momento mismo de la Creación.
Su aparición y forma actual pueden ser el resultado de un proceso de desarrollo que es parte de la dinámica propia de vida de la que fue dotada por Dios, y que no cambia su esencia, solo la desarrolla y cuyo potencial ya estaba implícito en la cosa creada originalmente (por ejemplo, la semilla contiene el potencial del árbol, del fruto, del bosque; una naranja puede desarrollarse como naranja, pero no convertirse en limón; Gen 1.12, Gen 1:21-22, Gen 1:25).
Las cosas que no fueron visibles o tuvieron existencia material en Gen 1:1-31, surgieron después como resultado del esfuerzo y la actividad creativa humana, actividad creativa que fue establecida por Dios en el momento mismo de la creación del primer ser humano como parte de Su imagen y semejanza en él, y que contenía en sí misma la potencialidad de “inventar” lo que todavía no era visible.
Igualmente, los materiales de los que surgieron, estaban implícitos en las cosas creadas en Gen 1:1-31. El material para los artículos de madera estaba implícito en los árboles creados. El material para los artículos de metal estaba implícito en los minerales de la tierra creada. Las relaciones, estructuras y sistemas sociales estaban implícitos en la naturaleza social del ser humano (Gen 2:18).
Cualquier punto de vista que sostenga o implique que cualquier realidad distinta de Dios no sea dependiente de Su voluntad creativa y de Su soberana providencia es inaceptable desde esta perspectiva.



La Creación de la Nada.
De acuerdo con Su plan perfecto y por Su todopoderoso acto de hablar, Dios creó todo de la nada, siendo lo creado completamente distinto de Él, y cada cosa finita que existe, ya sea física o espiritual, es dependientes de Su voluntad, Su poder y Su providencia (Gen 1:3-31, Heb 11:3).
Las palabras que inician el Génesis 1 son una declaración acerca del acto divino de Creación en un sentido originador último y absoluto.
Ninguna cosa finita ha llegado a existir a partir de cualquier cosa finita que existiese con anterioridad al acto creativo de Dios, como tampoco su existencia fue causada por algo ajeno a la voluntad de Dios.



La bondad de la Creación
La creación fue un acto soberano de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo (Gen 1:1-31), con el propósito de manifestar Su esplendor, gloria, poder y sabiduría (Sal 19:1), y todas las cosas fueron creadas buenas (Sant 1:17).
Dios no estuvo bajo la compulsión, obligación o necesidad personal de crear el mundo.
No puede haber entendimiento, conciencia o conocimiento del reino de lo creado que simultáneamente no deje al descubierto la existencia, los atributos maravillosos y el carácter moral de Dios (Rom 1:19-20).
No existe otra fuente última de unidad racional, orden, distinción y diversidad en el Universo, aparte de Dios.
Ningún agente o persona creada existe en última instancia para servir a los propósitos y para la gloria de cualquier ser dentro del reino de la Creación. Solo existe para servir a los propósitos y para la gloria de Dios.
Cualquier opinión que sostenga que las cosas material sean inherentemente malas, de menor valor que las cosas incorpóreas, que tiendan a retardar o impedir una vida agradable delante de Dios, la espiritualidad o la santificación personal, constituye un error de acuerdo a lo sostenido por la Palabra de Dios y al origen de la Creación (Gen 1:31, 1 Tim 6:17).
Es totalmente incorrecto el punto de vista de que el hombre fue creado libre o neutral, o de que necesitaba de la gracia para contraatacar el estorbo moral de un cuerpo físico. Más bien originalmente fue hecho a la imagen de Dios y positivamente justo para Su gloria (Gen 1:26-27), aunque todo ello fue torcido por el pecado (Gen 3:1-10).
El pecado, por lo tanto, no fue algo esencial e inevitable o que emergiera de la naturaleza del mundo en general o de la naturaleza del hombre creado en particular.



La condición madura de la Creación.
Desde el mismo principio, el mundo que Dios creó estaba revestido y habitado con una rica diversidad, maduras en su desarrollo y con tipos identificables de cosas y criaturas (Gen 1:3-27).
Ninguna de las cosas finitas en este mundo que ahora puede verse originalmente se desarrollaron o fueron hechos a partir de cosas diferentes que hayan sido igualmente visibles.
Tampoco llegaron a existir por cualquier proceso natural en adición al acto divino de declaración y formación creativas.
Ello no implica que la creación divina de formas vivientes maduras impida o evite procesos subsecuentes, providencialmente diseñadas, de desarrollo, cambio, o variación, dentro de la misma especie (Gen 1:12, 21-22, 25).



La historicidad del registro de la Creación
El registro de la Creación en el primer capítulo del Génesis es franco, exacto y del tipo narrativo histórico, que muestra el origen de todas las cosas incluyendo la raza humana, mientras que el foco más específico del registro de Génesis 2 es la historia del primer hombre y la primera mujer.
De ninguna manera son poesía, leyenda o mito, ni se contradicen entre sí, sino que son complementarios. Ninguno de los dos capítulos da pie para sostener que los eventos de la Creación, ya sea parcial o totalmente, hayan tomado lugar por medio de procesos naturales. Fueron el resultado de la intervención sobrenatural del Dios Creador (Heb 11:3, Hch 17:25).



Los días de la semana de la Creación
La enumeración secuencial de los días de la semana de la Creación en Génesis 1, consisten en una tarde y una mañana, de la misma duración general de los días de una semana tal como la conocemos ahora, en los que Dios hizo los cielos y la tierra, un cosmos bien ordenado y una tierra habitable para el ser humano, después de la cual Dios cesó Su obra de creación física.
Esos días no fueron edades o largos período de tiempo ni son meramente figuras literarias del lenguaje o un recurso poético para proveer un fundamento pedagógico para afirmar que Dios creó todas las cosas.
No hay forma que los creyentes podamos aferrarnos a puntos de vista no-cronológicos de los días mencionados en Gen 1 por un deseo de escapar a las dificultades que pudieran existir entre el Gen 1 y los descubrimientos de la ciencia natural o a puntos de vista que atribuyan la diversidad, orden, armonía y las cualidades habitables del mundo a cualquier característica inherente o a fuerzas dentro del mundo en sí, o a cualquier otro factor diferente de la resplandeciente sabiduría y supremo poder de Dios mismo.



La total diferencia y supremacía del hombre sobre los animales
El ser humano fue creado por una obra especial de Dios, no acorde o según alguna clase o tipo de animal, sino según la misma imagen de Dios (Gen 1:26-27).
Por lo tanto, no es posible que el hombre evolucionara a lo largo de grandes períodos de tiempo y por medio del continuo desarrollo de fuerzas residentes en el mundo físico.
El polvo del cual el ser humano fue formado, el cual era inerte antes de la exhalación del aliento divino, no es de ninguna manera más orgánico que el polvo al cual el hombre retorna al morir.
La raza humana no tiene ningún parentesco de tipo biológico con cualquier animal ni tiene ancestros de quienes haya evolucionado a partir de animales inferiores. Ni tampoco es posible sostener bíblica ni científicamente que un grupo de criaturas humanoides, después de un largo período de desarrollo evolucionaran y fueran espiritualmente hechos o convertidos a la imagen de Dios.
La dignidad única del ser humano, su dominio, su carácter moral o espiritual no pueden ser explicados de ninguna manera en términos de cualquier afinidad con los animales sean éstas fisiológicas, anatómicas, de trasfondo histórico o de condicionamiento de conducta.
Ni los animales ni el mundo vegetal tienen el mismo valor, dignidad o derechos que la persona humana creada a la imagen de Dios y con dominio sobre la creación inferior (Gen 1:26, 1 Cor 15:39, Sal 8:4-9).



El significado moral e histórico de nuestros primeros padres
Adán y Eva son personajes históricos reales creados por Dios a Su imagen, con mandatos divinos para señorear sobre el mundo, bajo la cobertura de Dios, a través del matrimonio, el trabajo y el descanso del sábado (Gen 1:26-Gen 2:25).
Ni las Escrituras ni la consistencia teológica nos permiten rechazar la historicidad de la creación del primer Adán y al mismo tiempo sostener la historicidad de la resurrección milagrosa del segundo Adán (1 Cor 15:21-24).
El primer hombre y la primera mujer no fueron creados simultáneamente (Gen 2:21-22) ni con igual autoridad con respecto al uno del otro (Efe 5:23). Sin embargo, el status o privilegio de haber sido hecho a la imagen de Dios (Gen 1:26-27) no puede aplicarse más al hombre que a la mujer ni implica que el hombre tenga un valor más alto que la mujer o que el hombre sea más plenamente humano que la mujer (Gal 3:28).
Tampoco el dominio del ser humano sobre la creación inferior le permite abusar de cualquier cosa según su propio deseo. Tampoco puede usar de ellas en cualquier manera contraria a los fines para los cuales Dios ordenó que fuera usada, y en cualquier manera que no sea el de un guarda buscando el mejoramiento y el cuidado de toda la creación para la gloria de Dios (Gen 2:15, Gen 1.28, 1 Ped 4.10).
El ser humano, ni está diseñado ni se le requiere ni se le permite trabajar perpetuamente sin entrar en los descansos semanales (sábado o Sabatth), ordenados por Dios para descansar en el Señor y ofrecer a Él su adoración consagrada (Exo 20.10-11, Exo 31:15-17).
La institución del matrimonio es una institución original para la raza humana divinamente establecida por Dios, que no evolucionó históricamente a partir de formas de asociación animal ni es el resultado de una mera necesidad sociológica sentida (Gen 2:18, 24-25, Mat 19.6, Mar 10:9).



La importancia de la doctrina de la Creación
Toda teología y toda cosmovisión fiel a las Escrituras presupone que toda enseñanza derivada de ella, incluido el mensaje de salvación, deba ser presentada dentro del contexto de la indispensable y básica verdad de que Dios creó los cielos y la tierra (Gen 1.1).
Ello determina que no podemos conocer a Dios verdaderamente a menos que partamos de nuestra autoconciencia como criaturas, lo que descarta la posibilidad de conocerlo de cualquier otra forma que la establecida por El a través de Su Palabra, sean creencias (no importa cuán sinceras éstas sean) o abstracciones hipotéticas, principalmente si lo descartan a El como nuestro Creador y el Creador de todas las cosas (Efe 1:17-19).
Ninguna doctrina cristiana auténtica puede estar propiamente concebida o fielmente presentada si compromete o ignora la enseñanza bíblica acerca de la Creación (2 Tim 3:16). Ni el mundo ni cualquier aspecto de él puede ser correctamente entendido ni puede ser hecha ninguna aplicación inteligible y moralmente apropiada aparte de la Cosmovisión teológica todo-integradora y presupuesta que afirma al Dios Creador, que se basa en el propio ser de Dios: su auto-revelación autoritativa y final (1 Cor 10.11).



La adoración debida al Creador
Un entendimiento fiel de la verdad bíblica de que Dios creó todas las cosas hace moralmente obligatorio para todos los seres humanos, y les debiera incitar, a reverenciar al Todopoderoso Dios y adorarle como digno de alabanza (Rom 1:20-21), y esto es especial y mayormente cierto para aquellos que disfrutamos la gracia de la re-creación según la imagen de Dios, nuestro Redentor (Jn 4:23).
Ninguna otra cosa o alguien puede ser adorado o venerado excepto el Creador, a través de la intercesión de Jesucristo, como tampoco esta adoración puede ser guiada o engrandecida por cualquier imaginación, dirección o autoridad humana que no sea prescrita por la expresa voluntad revelada de Dios (Rom 1:22-25)
La obra original divina de la Creación no finaliza el involucramiento de Dios en el mundo, ni implica que no haya necesidad de una real y espiritual recreación. La historia no tiene otro fin sino el de dar paso a una nueva creación divina en la cual more la justicia (Apo 21:1-27).



A manera de conclusión. La esencia de la cosmovisión cristiana.
Toda la Creación (seres humanos, relaciones, actividades, estructuras, sistemas, naturaleza) es la Creación de Dios, a El le pertenece y es para Su Gloria (Rom 11:36, Sal 24:1, Col 3:22-24).
Toda la historia no es la historia humana, sino la historia del origen, desarrollo y culminación del plan de Dios para su Creación entera (Hch 17.26-28)
Nuestra perspectiva de las cosas, de la historia, de los hechos presentes y de los hechos futuros, para ser una perspectiva realista, verdadera, debe partir de esos dos hechos irrefutables, de los cuales da cuenta la Escritura, la ciencia y la historia (1 Cro 12:32, Heb 11:3).
Solo a partir de Dios como Creador y de la historia como la historia del plan de Dios para nosotros, es que podremos encontrar nuestro origen, identidad, lugar y propósito y destino en el mundo y en la vida (Efe 1:17-19), y entrar en la plenitud de vida que Dios quiere para nosotros y pagó en Cristo en la Cruz del Calvario (Jn 10:10, 3 Jn 2, Jer 29.11).
Cualquier otra perspectiva es engañosa, equivocada, limitada, y solo nos puede conducir en mayor o menor grado, a la muerte (Prov 16.25) entendida como separación de Dios y una vida muy por debajo del propósito de Dios para nosotros.


BIBLIOGRAFÍA.

“La Fe Cristiana frente a los desafíos contemporáneos”.
John R. W. Stott.
Libros Desafío. CRC Publications. Primera reimpresión, 1999.






18 Abr 2009
Referencia: Tema No. 04.