Estudio Bíblico

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Cualidades y desarrollo del carácter cristiano.



CARÁCTER CRISTIANO (01).

INTRODUCCIÓN.



Prov 23:7: conforme pensamos así vivimos y hacemos. Nuestros pensamientos son semillas que se convierten en acciones.
Rom 8:29: fuimos predestinados por Dios para que el carácter de Cristo sea formado en nosotros, es Su voluntad buena, agradable y perfecta (Rom 12:2) para con nosotros.


Definición.
Carácter es lo que verdaderamente somos, no la apariencia externa, sino la realidad interna. Es la expresión de nuestro corazón, no de nuestra mente. Podemos tener ideas buenas pero acciones equivocadas. Nuestro carácter no son las buenas ideas sino la realidad de nuestras acciones.
El carácter no es algo que tenemos de una vez y para siempre. Es posible cambiarlo y desarrollarlo. Ese es el propósito de Dios expresado en Rom 8:29 y Rom 12.2: que nuestro carácter cambie de tal manera que refleje el carácter de Cristo. Ello implica, entre otras cosas, la adquisición de sabiduría y conocimiento (Jn 8:31-32) y el desarrollo de la habilidad de tomar buenas decisiones, morales, justas y equitativas.
Es el “esqueleto” sobre el cual se desarrolla la personalidad. Un carácter débil dará como fruto una personalidad débil, y lo contrario también es cierto. Un carácter bueno dará como fruto una persona buena, y lo contrario también es cierto. Y así sucesivamente.
El carácter es el fundamento sobre el cual las personas edificamos nuestras vidas, y a través de ello, las de nuestras familias, organizaciones y la sociedad entera.


La formación del carácter de Cristo (Rom 8:29).
Imagen es la representación visual o mental que se tiene de un objeto o persona. El término tiene también la connotación de “parecido”, “semejanza”, “apariencia”.
Dios quiere formar en nosotros el carácter de Cristo, pero esta formación es un trabajo compartido entre Dios y nosotros (Rom 12:2, Efe 4:22-24).
Rom 12:2: los resultados de nuestra vida y la calidad de ella, dependen de nuestros pensamientos de tal manera que para cambiar los resultados de nuestra vida y alcanzar la voluntad de Dios (buena, agradable y perfecta) necesitamos cambiar nuestra manera de pensar.
Efe 4:22-24 ello implica despojarnos de la forma de pensar de la vieja persona que éramos (carnal, mundana) y revestirnos de una nueva forma de pensar conforme al Espíritu (la Palabra de Dios).
Dios es nuestro ayudador si queremos desarrollar carácter.
Mat 22:37-40: el carácter que Dios quiere formar en nosotros se caracteriza porque su elemento central es el amor (1 Jn 4:8, 1 Cor 13:1-8, Mat 7:12, Gal 5:14).
Sal 15:1-5: un carácter como el de Cristo implica integridad.
Gal 5:22-23: el carácter como el de Cristo produce el fruto del Espíritu.
Miq 6:8: un carácter como el de Cristo practica la justicia, ama la misericordia y se humilla (reconoce que necesita) ante Dios.
Sal 24:3-4: un carácter como el de Cristo solo se logra cuando nos mantenemos en intimidad con el Señor.


Manifestaciones de las personas de carácter.
Mar 1:22, Mat 23:3: lo que hablan es consistente con lo que se ve que hacen (conducta) y ello les da autoridad moral, influencia (Mat 5:13-16)
Las personas les asignan credibilidad y confían en ellas porque siempre hacen lo que dicen, no cambian, no engañan, cumplen su palabra,  mantenerse de pie en toda circunstancia y con la frente en alto.
Las personas sin carácter, por el contrario, no son tomadas en cuenta ni respetadas.


Carácter maduro.
Mat 15:11-20, Mar 7:18-23, Prov 4:23: el carácter tiene su base, su fundamento, en el corazón de la persona. Por ello es necesario guardarlo de las obras de la carne y entregarlo completamente al Espíritu, para que produzca el fruto del Espíritu (Jn 3:30: “es necesario que yo mengüe y que El crezca”).
El carácter maduro no llega de la noche a la mañana, no aparece de repente (Prov 4:18). Es el resultado de un proceso intencional y consistente de cambio para amoldarnos a lo que Dios espera de nosotros según Su Palabra y la guianza del Espíritu, venciendo todas las dificultades que se nos puedan presentar en el camino y confiando en que Dios nos ayudará en el proceso (Fil 1:6, 1 Tes 5:23).
Jesús mismo es nuestro ejemplo. El aprendió la obediencia por el sufrimiento (Heb 5:8) y soportó y venció todo tipo de tentaciones (Heb 4:15).
La Palabra de Dios es nuestra brújula. Aunque los tiempos y las costumbres cambian, la Palabra de Dios, sus principios, sus valores, y por lo tanto, las cualidades del carácter de bien, justo, ético, moral, etc., no cambian: integridad, respeto, bondad, dominio propio, etc.
El desarrollo del carácter maduro implica la necesidad de ser un discípulo de Cristo (Mat 28:18-20) y ello requiere:
• Disciplina: desechar hábitos y establecer nuevos.
• Responsabilidad: es tarea nuestra no de Dios ni de otros.
• Persistencia: requiere mantenerse firme a pesar de las dificultades.
• Paciencia: toma tiempo, es un proceso, no un evento.
• Convicción: estar totalmente decididos a lograrlo, sin ninguna sombra de duda.
• Compromiso: pagar el precio sin bajar las estándares o las metas que nos propusimos.
• Intencionalidad: mantenernos con la mente fija en la meta.



































CARÁCTER CRISTIANO (02).


ALGUNAS CUALIDADES FUNDAMENTALES DEL CARÁCTER CRISTIANO (1).




La cualidad fundamental del carácter: el amor (1 Cor 13:1-8).

Sin amor nada de lo que hagamos sirve o tiene valor duradero. Es solo temporal.
El amor es, en esencia, obedecer y servir a Dios para cumplir con sus propósitos para el mundo (Jn 14:21-24), y servir al prójimo para mejorar su calidad de vida de acuerdo a los principios establecidos por Dios (Mr 10:42-45, 3 Jn 2).
El amor es hacer lo bueno para con los demás, gozarse con el bien de los otros, tener a los demás como superiores a uno mismo.
No hace nada indebido, no tiene egoísmo, busca siempre la justicia y la verdad y cree en los demás, teniendo paciencia con sus errores y esperando siempre por lo mejor de ellos.
Como consecuencia, no es orgulloso ni se envanece, no se irrita ni es rencoroso.
Y todo ello aunque implique alguna medida de sufrimiento.
Jesús es el mejor ejemplo de ese amor, y la evidencia de que ese amor es posible (El se hizo humano como todos nosotros, despojándose de su ser Dios, y viviendo expuesto como todos nosotros), y además, nos dejó Su mismo Espíritu para que pudiéramos lograrlo. Aunque no sea fácil, es posible, con convicción y compromiso.



Integridad (Jos 24:14, 1 Rey 9:4-5).

Es la cualidad del carácter que implica ser siempre el mismo, en todas las circunstancias, en público y en privado. Ser el mismo en su hablar, en su sentir, en sus pensamientos y en su hacer (conducta). No cambiar en ninguna circunstancia, aún cuando ello implique consecuencias en contra de sí.
Lo que mantiene la integridad en una persona es la total rendición y dependencia de Dios (Jn 15:5), reconociéndolo en todos los hechos de su vida para que El lo dirija y lo corrija (Prov 3:5-6).
Sant 1:22-25: no solo oye la Palabra de Dios sino que la pone en práctica en todo tiempo, en todo lugar, en toda circunstancia.
Cuando desarrollamos la integridad en nosotros surge la confiabilidad en otros.
Desarrollar la integridad implica:
• Cumplir con sus compromisos en el tiempo determinado (puntualidad).
• Aprender a planear considerando todas las variables para lograr cumplir puntualmente.
• Aprender a valorar y aprovechar nuestro tiempo y el de los demás.
• Hacer lo que dice que va a hacer, cumplir su palabra.
• Ser constante en nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones.



Honestidad (2 Cor 8:20-21, 1 Cor 7:35, Prov 20:17, Isa 59:4, Prov 20:6).

Es ser justo y verdadero (al estilo de Dios). Implica no mentir, no hacer trampa, no robar ni manipular.
La deshonestidad implica inseguridad, crimen, corrupción, pobreza, desintegración familiar, violencia, etc.
El desarrollo de la honestidad en nosotros implica, por lo menos:
Uno. No mentir, no hacer trampa, no robar, no manipular.
Dos. Ser congruentes en lo que hacemos, decimos, pensamos y sentimos.
Tres. Comunicar todos los hechos que requiera conocer la otra persona, evitando omitir y/o acomodar las versiones para evitar malos ratos (medias verdades o mentiras piadosas).
Cuatro. Decirles a los demás las cosas que deben saber, aún aquellas que no son fáciles de decir; ser francos y directos pero con amor (Efe 4:15).
Cinco. Estimular y premiar la honestidad en los demás.



Lealtad y fidelidad (2 Cro 31:15, 2 Cro 34:12, Mat 24:45, 1 Sam 26:23).

Fidelidad es la cualidad del carácter que determina que la persona se comprometa con aquello que se le ha encomendado hacer y lo haga sin desmayar.
Y la lealtad es el compromiso de una persona con respecto a otra para ayudarla a crecer, servirla, apoyarla, animarla, ayudarla, etc., sin importar las circunstancias y las características personales, siempre. Es tener fe en los demás y actuar de buena fe con respecto a ellos.
Características de la fidelidad y la lealtad son la legalidad, la rectitud, la constancia, la sinceridad, la veracidad, la franqueza, la honradez, la nobleza, la rectitud y la exactitud, tanto para con otros como con respecto a las cosas que se nos han delegado.
Es manifestar una adhesión contínua hacia principios, compromisos y personas y saber decir “no” cuando corresponda, tanto en las cosas pequeñas como en las que no lo son (Luc 16:10, Luc 19.17, Mat 25:14-30).
La fidelidad y la lealtad comienzan con Dios y con aquello que nos ha encomendado: oración, lectura y meditación de Su Palabra, poner por obra la Palabra que conocemos.
No es tener una devoción ciega ni abrigar la incompetencia. Tampoco es un prejuicio que transmita la idea que todo lo que está fuera de nuestro grupito está mal.
Es darles a otros la libertad para ser, para desarrollar, para innovar, para cometer errores, para aprender el uno del otro, y todo ello, sintiéndose todo el tiempo amado, sostenido, afirmado. La palabra clave es AMOR.


































CARÁCTER CRISTIANO (03).


ALGUNAS CUALIDADES FUNDAMENTALES DEL CARÁCTER CRISTIANO (2).




Humildad (Sal 147:6, Pro 11:2, Sant 4:6, Tit 3:2).


Concepto.
Ausencia de orgullo, actuar con modestia. Es la que nos permite reconocer que Dios es necesario en nuestra vida, que El es el dueño no solo de nuestra vida sino de todo el universo (Mat 11:29-30). Es reconocer que todo lo que somos, tenemos y podemos proviene de Dios (Jn 15:5, 2 Cro 33:12-13).
Pero no basta con un reconocimiento intelectual, sino vivir en consecuencia, llevándonos a darle a Dios en verdad el lugar que realmente le corresponde en nuestra vida y en todo lo que hacemos (Jn 4:23).
Es la característica personal que mejor nos faculta para reflejar el carácter de Cristo en nosotros (Filip 2:8, 1 Cor 15:9, Efe 3:8, Jn 3:30).
No es, como muchos piensan, una expresión de debilidad ni pasividad. Al contrario, es fuerza disciplinada y poder para servir a otros como la manifiesta claramente la vida de Jesús.
Una característica importante de la humildad es que nos permite reconocer nuestros errores y apartarnos de ellos.


Algunas de las consecuencias de la falta de humildad son:
Uno. Perder oportunidades de crecimiento individual, familiar y social porque no reconocemos las áreas que necesitamos y debemos cambiar. Quién se niega a reconocer sus errores jamás los corregirá y por lo tanto lo llevaran a la ruina tarde o temprano (Prov 28:13).
Dos. Perder de vista la realidad de quienes somos y, por lo tanto, tendemos a cometer los mismos errores una y otra vez, y por ende, a cosechar las consecuencias de ellos, que cada vez van empeorando (Prov 26:11, 2 Ped 2:22).
Tercero. Mentimos para auto-justificarnos, y como consecuencia, terminamos creyendo las mentiras que decimos. El mentiroso cae en el mismo hoyo que cavó (Prov 26:27) Cuando asumimos posiciones de defensa creamos las mismas posiciones en las otras personas y aún sin proponérnoslo aumentamos los conflictos con los demás porque lo que sembramos, cosechamos (Gal 6:7); con la misma vara que medimos, seremos medidos, solo que con un agregado (Luc 6:38)
Cuarta. La irritación y la envidia que son el fruto de la vanidad (Gal 5:26). El amor, que nos lleva a la humildad, es paciente, bondadoso, no es envidioso, ni jactancioso, ni orgulloso (1 Cor 13:4).


Productos y beneficios de la humildad.
Uno. No exaltarnos a nosotros mismos. Si Dios quiere que seamos exaltados, El lo hará en su tiempo (Col 3:12, Sant 4:10, Miq 6:8, Efe 4:2, 1 Ped 5:5-6).
Dos. Considerar a los demás como superiores a nosotros mismos, velar por sus intereses de la misma forma que velamos por los nuestros (ganar-ganar) (Filip 2.3-4).
Tres. No permite que nos vanagloriemos ni nos “creamos” por lo que sabemos (Rom 12:16) y como consecuencia, Dios nos da más de Si mismo. No tener un concepto más alto de nosotros mismos que el que debemos tener (recordémonos de donde nos sacó el Señor, (Rom 12:3).
Cuatro. Dios reanima el espíritu de los humildes y alienta el corazón de los quebrantados. El habita con ellos (Isa 57:15).
Cinco. El que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado (Prov 29:23, Sant 4:6, Luc 1:49-52, Isa 2.11, Luc 18:14).
Seis. Produce que el mayor se comportará como si fuera el menor y el que manda como el que sirve (Luc 22:26-27, Mar 10:42-45), evitando los abusos de unos hacia otros y por lo tanto, produciendo armonía y simetría en las relaciones interpersonales.
Siete. Desarrollo personal porque aprovechamos las oportunidades de crecimiento individual, familiar y social reconociendo las áreas en las que necesitamos superarnos.
Ocho. Ganamos en percepción de quienes somos realmente, evitamos cometer los mismos errores una y otra vez, y por lo tanto evitamos sus consecuencias.


Formas de crecer en humildad.
Admitir cuando estamos equivocados, y si es necesario, expresarlo públicamente y pedir perdón por ellos a quienes se vieron afectados. Con ello ganaremos confianza en los demás porque sabrán que al igual que ellos, somos susceptibles de equivocarnos y que cuando estemos equivocados lo vamos a admitir
Evitar la exaltación del yo, y con ello, evitamos el camino de la humillación y la vergüenza que se produce cuando otros descubren nuestras faltas y las sacan a relucir.
Nunca esconder nuestras equivocaciones con excusas, justificaciones y mentiras.
Desarrollar la actitud de valorar a los demás y servirles.



Perseverancia (Prov 24:16).


Definición.
Es permanecer firme en el rumbo determinado, no darse por vencido por los obstáculos que puedan aparecer en el camino, más bien, esforzarse en superarlos.
La vida es una carrera de obstáculos, y el diablo es el más interesado en que no lleguemos a la meta (Jn 10:10), en que fracasemos. El éxito implica tenacidad, persistencia, perseverancia en el camino.
Comienza con un compromiso firme que se traduce en una disciplina diaria de un paso a la vez, día con día.
Implica estar alerta a las tentaciones que pretenden apartarnos de la meta como las que vivió Nehemías cuando estaba reconstruyendo los muros de Jerusalén: asociaciones que nos pueden debilitar (Prov 13:20), atrasos que nos roban (Prov 24:30-34), racionalizaciones que mienten (Prov 13:4, Prov 25:28).
Implica responsabilidad y entusiasmo y un firme enfoque en el final en la visión cumplida (17:4, Hch 20:24, 2 Tim 4:7, Gal 6:9).


Ejemplos de perseverancia.
Abraham Lincoln: perdió más elecciones de las que ganó, pero no se dio por vencido; perseveró y alcanzó su sueño de liberar a los esclavos.
Pablo (2 Cor 11:23-28), a pesar de todas las dificultades que enfrentó a lo largo de su vida como apóstol, nunca dejó que ellas le impidieran cumplir con su llamado.
José: no dejó que la cisterna, el ser vendido como esclavo a Egipto, la casa de Potifar, y la cárcel sufrida injustamente impidieran el plan de Dios para su vida y la preservación de su pueblo.
Tomás Alva Edison fue un inventor fructífero como pocos a pesar de muchos fracasos, un incendio que consumió su taller completamente. Finalmente triunfó (inventó la electricidad, el telégrafo, etc.).
La iglesia de Hechos Persistía sin temor a pesar de las amenazas, advertencias, flagelación y otros métodos de persecución (Hch 7:54-60, 9:28-30, 5:40). A pesar de ello se mantuvo firme, extendió el Evangelio por todos los confines del mundo y bendijo a miles de millones de personas a lo largo de la historia que han conocido al Señor porque no se dio por vencida a pesar de las dificultades.




CARÁCTER CRISTIANO (04).

ALGUNOS RESULTADOS DEL CARÁCTER CRISTIANO (1)



Confiabilidad.

Dios es confiable. Hace siempre lo que dice. Es siempre quién dice que es. Y ello a pesar de las circunstancias y/o el comportamiento de los demás.
El es el mismo ayer, hoy y siempre (Heb 13:8), no cambia (Mal 3:6). El permanece fiel siempre (2 Tim 2:13).
Y porque El es así, El se deleita, se goza, en los que son como El (Prov 12.2).
La confiabilidad es el resultado o el efecto de nuestro carácter en otras personas.
Cuando cumplimos con lo que decimos, hacemos lo que decimos que vamos a hacer, nuestro pensamiento, emociones y decisiones no cambian conforme a las circunstancias, y por supuesto somos buenas personas (de acuerdo a lo que la Palabra de Dios define como bueno, no a los criterios cambiantes del mundo) es que somos confiables.
Lo contrario de la confiabilidad es el doble ánimo (veletas), la inconstancia (llamarada de tusas), la inconsistencia (hoy una cosa y mañana otra)
La confiabilidad se relaciona y apoya con la integridad, la honestidad, la fidelidad y la lealtad.
La confiabilidad es el fruto externo, visible, manifiesto, de la integridad (lo interno, el corazón). Cuando desarrollamos la integridad, surge la confiabilidad.



Trabajo de calidad (Gen 2:15, Gen 1:28, Prov 12:24, Col 3:23-25).


Definición.
Dios hizo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (Gen 1:26-27) y la primera imagen que la Biblia nos presenta de Dios es la de un Dios Trabajador y Creador (Gen 1, Gen 2:1-3, Jn 5:17), y que trabaja esforzadamente (seis días y uno de descanso).
El trabajo esforzado o diligente, dedicado, de calidad, es un vehículo que Dios utiliza para traer prosperidad a nuestras vidas, en tanto que el trabajo negligente, no dedicado, mediocre, lo único que atrae es falta de prosperidad (escasez) (Prov 10.4).
Cuando en una comunidad y/o país, las personas trabajan dedicada y diligentemente, la prosperidad no solo llega a ellas, sino a sus familias, sus comunidades y su nación.
El trabajo esforzado está relacionado con la eficiencia (hacer las cosas al menos costo posible), la eficacia (hacer las cosas en el momento en el que hay que hacerlas), la calidad (hacer las cosas lo mejor posible) y, por supuesto, hacerlas inteligentemente (la mejor respuesta posible a las necesidades que hay que atender). Todo ello implica la cantidad y la calidad.
El trabajo esforzado tiene dos componentes muy importantes: la dedicación y la diligencia.
La dedicación es la consagración con toda nuestra energía y capacidades a algo, e implica entrega, dedicación, mantenernos en el camino, enfocados en la meta, hasta alcanzarla, y ello en referencia a nuestra relación con Dios, con las demás personas, con nosotros mismos y con el trabajo. La dedicación (o la falta de ella) en una cosa se manifiesta también en las otras.
La diligencia es hacer hoy lo que tengo que hacer hoy y, si me es posible, de una vez adelantar lo que tengo que hacer mañana. Implica tomar decisiones hoy e iniciar las acciones correspondientes hoy, y mantenerse haciendo aquello que se ha iniciado hasta que esté terminado (Ecle 7:8).


Beneficios del trabajo de calidad.
Seguridad: en un mundo donde priva el mínimo esfuerzo, el máximo esfuerzo siempre va a ser apreciado, recompensado y solicitado. Con ello vamos a mantener nuestro posición en la vida, y más aún, tendremos la seguridad de que la vamos a incrementar (Prov 4:18). Las empresas siempre van a requerir a personas dedicadas, las van a atesorar, y por supuesto, para lograrlo las van a promover, atrayendo de esa manera esas personas la prosperidad a sus vidas y a las de su familia.
Influencia: el trabajo diligente y de buena calidad nos da autoridad moral en nuestros lugares de trabajo, y adicionalmente, nos gana posiciones de autoridad y relevancia desde las que podemos ejercer una influencia positiva sobre otras personas, y ampliar el campo de nuestras relaciones.
Bienestar: el trabajo esforzado y diligente también tiene entre sus frutos, la prosperidad, es decir, un aumento en nuestro estado de bienestar en general (no solamente económico, aunque lo incluye), y por lo tanto, una mejora en nuestra calidad de vida (Prov 10:4).
Felicidad y éxito: en la medida en que nuestro trabajo es de una buena calidad, experimentamos la verdadera felicidad y el éxito que derivan de una actividad bien realizada, de sabernos útiles y productivos, de haber puesto en práctica todo nuestro potencial de habilidades y capacidades, y habernos desarrollado un poco más como personas integrales.


Dos actitudes enemigas del trabajo de calidad.
El trabajo en general, y el trabajo diligente y esforzado en particular, se encuentran en el camino con dos enemigos: la pereza y el deseo de enriquecerse rápidamente.
La pereza implica hacer el mínimo esfuerzo o ninguno, a pesar de estar devengando un beneficio por desarrollar alguna actividad, y por lo tanto, ella tiene para la persona, su familia y la organización en la que labora, la misma naturaleza del sabotaje, y trae como consecuencia para la persona y los que le rodean, la pobreza (Prov 10:4, Prov 19:15, Ecle 10:18).
El otro enemigo del trabajo esforzado es el deseo de enriquecerse rápidamente, que por lo general lleva a la persona a involucrarse en actividades equivocadas, ilegítimas e ilegales, tales como especulación, trampas, soborno, engaño, agiotismo, delitos, etc. (Pro 21:5-6, Pro 28:19).


Desarrollando las condiciones del trabajo de calidad.
El trabajo de calidad, requiere de varios elementos o características que se desarrollan en el día a día, entre los cuales podemos mencionar:
Primero. Diligencia. Consiste en hacer cada día y a cada momento lo que tenemos que hacer, aprovechando todas las oportunidades que se nos presenten para hacer las cosas y lanzarnos a conquistar el mejor resultado posible con los recursos que tenemos. Implica evitar posponer las tareas que podemos hacer hoy (no dejar para mañana lo que se puede hacer hoy) o ser llamarada de tusas (estoy emocionado y entonces la calidad de mi trabajo es óptima, pero debido a las circunstancias, problemas, etc., poco a poco me voy desanimando y bajo la calidad de mi trabajo).
Segundo. Cada día, hacer lo mejor que podamos. No conformarnos con el primer resultado, o los buenos resultados del día anterior, aún cuando sean de buena calidad. Hacer las cosas hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy. Aplicar a lo que tenemos que hacer toda nuestra capacidad (Pro 24:10).
Tercero. Hacer lo mejor que sabemos hacer, y buscar conocer más lo que hacemos. La vida del justo va en aumento cada día (Prov 4:18). Cada día, si hemos desarrollado nuestras tareas y asignaciones, como para Dios (Col 32-24) y además las hemos realizado no rutinariamente, sino pensando en ellas para mejorarlas, hacerlas más eficientes y productivas, etc., al final del mismo habremos desarrollado mejores y quizá hasta nuevas habilidades, destrezas, capacidades y conocimientos acerca de nuestras tareas, que al día siguiente nos deben ayudar a hacer mejor las cosas.
Cuarto. Ser justos en nuestras labores. Al hacer las cosas para los demás, hagámoslas como si las estuviéramos haciendo, en primer lugar, como para Dios (Col 3:22-24) y en segundo lugar, como nos gustaría que los demás las hicieran si nosotros fuéramos los propietarios, administradores o jefes de la organización en la que laboramos (Mat 7:12).
Quinto. Dar más de lo que se espera de nosotros o de aquello que suponemos es el valor equivalente a lo que nos pagan. La prosperidad no llegará a aquellos que no puedan hacer más allá de lo que se les pida o de lo que se les paga. Jesús nos enseñó a ir más allá de ello, a caminar la milla extra (Mat 5:41). Hacer solo lo que tenemos que hacer o lo que consideramos que es lo justo por el salario que tenemos, es obligación, y no nos lleva más allá de la mediocridad o de la mezquindad, pero caminar la milla extra es devoción, pasión, compromiso, entrega, excelencia, etc., y la prosperidad no va a llegar sin que estén presentes esos elementos.
Sexto. Ser creativos. La creatividad es uno de los elementos más importantes para el desarrollo y la transformación porque consiste en una búsqueda de hacer cada día las cosas de una mejor manera, más rápida, más eficiente, y más inteligente, con mejores resultados que implican mayor bienestar.
Séptimo. Usar el trabajo para formar nuestro carácter. La Palabra de Dios nos enseña que para los que amamos a Dios y deseamos parecernos a El, todas las cosas –incluídas las relacionadas con el trabajo— van a obrar a nuestro favor. El trabajo no es solo actividades, rutinas, salario y obligaciones. Es una actividad que nos permite la oportunidad de servir al propósito de Dios para el mundo, a nuestras familias para proveer para sus necesidades, a los clientes para suplir la necesidad de un producto de calidad, y a nuestros compañeros para crear un mejor resultado del trabajo conjunto y un mejor clima de trabajo (Ecle 4:9-12). También nos permite la oportunidad de aprender más, desarrollar mejor nuestras habilidades, poner en práctica nuestra creatividad, etc. Y todo ello es formación del carácter.
Octavo. No trabajar solo por lo que nos pagan. La cantidad y calidad de nuestro trabajo no puede ni debe depender del monto de lo que nos pagan. Deben depender de nuestra habilidad y capacidad crecientes, de nuestra fe en que estamos haciendo las cosas como para Dios y contribuyendo a la realización del plan de Dios para el mundo y para nosotros, de la convicción de que a través de él estamos sirviendo a nuestras familias y al prójimo. Si solo trabajamos según lo que nosotros estimamos que merece el pago que nos dan, no merecemos ni lo que nos pagan, además de que nunca consideraremos suficiente lo que nos paguen. El trabajo mínimo (aunque el salario también sea mínimo) se convierte en un hábito dañino para nuestra prosperidad y mejor calidad de vida.






































CARÁCTER CRISTIANO (05).

ALGUNOS RESULTADOS DEL CARÁCTER CRISTIANO (2)



Moderación.
(principalmente en nuestras palabras).



Introducción.
Prov 13:3, Sant 3:1-12, Luc 6:45, Prov 21:23.


Definición.
Aunque la lengua es un miembro pequeño de nuestro cuerpo, es muy difícil de controlar y puede crearnos muchos problemas (Sant 3:1-12).
La lengua tiene más que ver con la ley de siembra y cosecha que cualquier otro miembro de nuestro cuerpo: cualquier cosa que comuniquemos, se devolverá hacia nosotros (Pro 18:20-21).
Podemos usarla para insultar, criticar, difamar y destruir, o la podemos usar para bendecir, reconfortar y edificar a otros.
Puede causar la ruina o traer soluciones.
Es importante entender que cualquier cosa que comuniquemos, se devolverá hacia nosotros.


Existen tres clases de personas que son cuidadosas con su lengua:
El Hombre sabio: el entiende lo esencial de mantener un secreto (Prov 11:13).
El Hombre íntegro: nunca compromete sus principios con sus palabras.
El Hombre inteligente: es lo suficientemente humilde para saber que "no sabe" y no se expone abriendo su boca: "es mejor no decir nada y ser considerado un tonto, que abrir la boca y comprobarlo. (Prov 17:28).


Las palabras y la buena vida.
La ira detrás de nuestras palabras aumenta las contiendas a nuestro alrededor (Prov 15:1).
Si queremos tener una vida buena, debemos parar o controlar el flujo emocional de palabras.
El dominio propio debe controlar nuestra lengua.
Debemos usar nuestra lengua para decir buenas palabras: es como sembrar buenas semillas que darán un fruto y un destino positivo, no únicamente para nosotros mismos sino para otros también (Prov 18:20-21).
Dios entiende el poder de las palabras habladas. Él creó el mundo hablando.
Dios nos ha dado el poder y la habilidad de crear el bien o el mal por el poder de nuestras palabras.


Otras cosas en las que necesitamos tener moderación:
Nuestra comida: lo contrario es gula que provoca problemas de salud.
Nuestros gastos: lo contrario es endeudamiento y problemas económicos.
Nuestro descanso: lo contrario es pereza, ocio, que traen asociada la pobreza.









Responsabilidad.



Introducción.
Prov 25:13: las personas responsables son agradables, son refrescantes, para todos los demás.


Definición.
Ser responsable es entregar cuentas y/o ser confiable, "responder."
Responder a lo que se le ha encomendado y/o confiado.
Responder a aquello que ha asumido que hará y será.
Una persona responsable es en la que se puede confiar.


Responsabilidad y confiabilidad.

Un empleado de confianza es una persona responsable.
Esta clase de personas tienen una motivación diferente a la persona promedio.
Tienen dos factores motivadores que resaltan en su carácter, que los hacen responsables.

El primer motivador, es "la responsabilidad en si."
Las personas que son motivadas por la propia responsabilidad son personas de alta calidad que quieren que se confíe en ellas; están dispuestas a ser puestas a prueba y se levantarán como columnas en asuntos específicos.
Muchas veces estas personas no reciben ningún beneficio por ello y aún a veces su reputación se pone en duda.
Estas personas son influenciadas por cierta ética y principios por los que batallarán, sin importar que haya pérdida o falta de beneficio personal.
Esta es una motivación pura: esto constituye ética de carácter y quiere decir que la persona está manejada por sus principios.
Estos individuos son firmes, tienen una sólida constitución, bajo la cual viven , son hombres y mujeres de valor, son personas valiosas.
Se les puede poner en cualquier lugar de nuestro negocio, institución, actividad, etc.
Se puede confiar en ellos y están dispuestos a mantener a toda costa su buena reputación.
Son fuertes y saben que son diferentes, y no les importa no ser del montón, más bien, lo disfrutan, a pesar de que algunas veces ello les puede causar problemas por la mediocridad de la que por lo general viven rodeados.
Portan en ellos una naturaleza muy parecida a la de un profeta, con los ojos fijos en lo que son y en la misión que tienen.
Viven en un mundo de servicio, fiel a los otros y construyendo su nombre y su legado.

El segundo motivador, es hacer las cosas porque ellos, como personas responsables, disfrutan el "sentimiento del logro."
Esto también constituye una motivación de alta calidad y de nuevo no hay beneficios particulares obtenidos por estas personas.
Simplemente disfruta el ser responsable y le gusta ser un triunfador.
Esta persona puede hacer lo que otros dicen que no se puede, solo por el hecho de lograrlo.

Ser responsable es más que hacer un compromiso.
Es un verdadero llamado de la convicción basada en los valores.
Es un deseo, o una fuerza interior que los mantiene responsables ante ellos mismos.
Hacen las cosas por el bien que implica hacerlas o por el placer de verlas hechas.
Esto los hace verdaderos servidores.

Jesús fue un verdadero servidor.
No tenía nada que ganar para Si mismo.
Entregó Su reputación a cambio de construir Su nombre.
Fue humillado y rechazado para ganar nuestra confianza.
Estaba motivado pura y verdaderamente desde su interior.
Él vio lo que éramos y tomó la responsabilidad de asegurarse que tuviéramos la oportunidad de ser lo que podíamos llegar a ser.
Le costó mucho, pero se ganó el nombre más grandioso de toda la historia de la humanidad y también del mundo que vendría.
Estaba motivado realmente desde su interior.
El Padre lo mandó en una misión, porque Él sabía que Jesús era responsable y podía confiar en Él: sabía que haría exactamente lo que se le había dicho que necesitaba hacer y hablaría exactamente lo que se le había dicho que hablara.



















































CARÁCTER CRISTIANO (06).

ALGUNOS RESULTADOS DEL CARÁCTER CRISTIANO (3)



Generosidad.



Introducción.
Prov 28:27, Prov 11:25, Prov 22:9.
Los capítulos 8 y 9 de la Segunda Epístola a los Corintios, están dedicados completamente a este tema.


Definición.
Ser noble, amable, dispuesto y sin egoísmos.
Amar a las personas y ocuparse de sus necesidades con sus propios recursos y canalizando recursos obtenidos de otras personas.
Es resultado de un espíritu que imparte esa cualidad en el carácter de una persona.
Es un sembrador: tiene una actitud de dar, pero no solamente dinero, sino tiempo, talento y de sí mismo como los de Macedonia en 2 Cor 8:1-5.
La generosidad es similar a ser dadivoso, pero de una manera más ordenada, más dirigida, más controlada.
Siempre están buscando oportunidades de sembrar en personas donde puede llevarse a cabo un cambio.
Siembran en los que los demás consideran perdedores o sin futuro y esperanza, porque pueden ver lo que pueden llegar a ser en lugar de lo que son en el presente.
Es dar y perdonar.
Es considerar a otros como quisiéramos que nos consideraran (Mat 7:12).
Es recorrer la segunda milla, no por obligación, no por mandato, sino por el gusto de hacerlo (Mat 5:41).


Dos cosas que Dios no puede bendecir.
La mezquindad que nos impide sembrar para el futuro.
La pereza que nos impide mantener lo que tenemos.
Las personas generosas no son ninguna de ellas.


Pobreza y desarrollo.
Una de las cosas que diferencia a los países desarrollados de los que aún no lo son es su extendida y próspera clase media.
Cualquier nación que tenga a los pobres como mayoría no ha sido instruida en el principio de la generosidad como fundamento para la verdadera estabilidad socioeconómica, más bien asumen que los más favorecidos tienen la obligación de ayudarlos a resolver sus problemas y se hacen dependientes, demandantes, no ofertantes. Por ello la pobreza se convierte en un círculo vicioso.
La ayuda para el desarrollo hace a las naciones dependientes, dándoles el pescado pero no ayudándoles a pescar: se enfocan en el cortísimo plazo, no en el largo.
La verdadera generosidad en una nación, llevará a sus pobladores a bendecir y desarrollar a los pobres. como consumidores: les dan el pescado y les enseñan y ayudan a pescar, se enfocan en el corto plazo pero con una visión de largo plazo (Prov 29.18).
La verdadera generosidad, según Dios, no según el mundo (limpiar la conciencia) se concentra no solamente en entregar un pez al día, sino en enseñar a pescar; no solamente los alimentará sino que les dará dignidad, educación, formación, capacitación, identidad, etc., les cambiará su actitud y su percepción de la vida, dándoles visión y esperanza para que puedan ayudarse y superar su situación.
No hace dependientes, dignifica.
Se ocupa de su futuro, no sólo de su presente.

Luc 4:18-19: hay respuestas y soluciones para la pobreza.
Quiere decir que hay respuestas y soluciones para la pobreza.
Todo empieza con las personas generosas que se toman el tiempo para desarrollar a los pobres y a los desesperanzados.
Si damos a los pobres, sus necesidades y las nuestras serán satisfechas ¿Cómo?
Al desarrollar a los pobres se incrementa la clase media.
Esto creará trabajos: tendrán ingresos que gastarán.
Ello generará compradores que harán que se incremente la producción, nuevos trabajos, nuevos ingresos y nuevos compradores, en un círculo virtuoso.
En recompensa, también veremos satisfechas nuestras propias necesidades: habrá más productores, más productos, más compradores, más consumidores, más trabajos y menos pobres y desempleados.
Ideal sería que la pobreza desapareciera por completo, aunque en alguna proporción, siempre tendremos pobres, pero no deberían ser una porción inmanejable de nuestra sociedad.

No se trata solo de dar dinero o comida a los necesitados.
Sea una persona de espíritu generoso y deles sueños y esperanzas que los ayuden a salir de la pobreza y enséñelos a manejar su liderazgo y habilidades para que se ayuden ellos mismos.
Aquellos que son avaros los verán únicamente como ventaja para mantener sus privilegios o como futuros competidores, reteniendo para sí mismos sus sueños y sus ganancias personales.
Cerrar los ojos al pobre se convierte en nuestra propia maldición.
Seamos generosos, ayudemos a los pobres y recibamos bendiciones para nosotros mismos y nuestras familias y para seguir bendiciendo a los pobres.
Los caminos de Dios funcionan (2 Cor 8:13-15, 2 Cor 9:6-12).

































CARÁCTER CRISTIANO (07).

ALGUNOS RESULTADOS DEL CARÁCTER CRISTIANO (4)



Dirección.


Introducción.
Prov 29.18, Hab 2.2-4, Isa 54:1-5: necesitamos vivir con una dirección fija, con un punto de llegada.
Sal 139.13-16, Jer 29.11, Prov 4.18, Efe 2.10: el punto de llegada es el propósito para el cual fuímos creados.
El Espíritu Santo nos guiará a toda verdad (el propósito), El nos enseñará las cosas que habrán de venir (la visión), nos recordará las palabras de Jesús (el plan de Dios para nosotros).


Visión.
Es esencial para la sobrevivencia; sin visión el pueblo perece (Prov 29:18).
Necesitamos la visión de Dios para nuestras vidas que abarca:
Uno. La visión del hombre y/o la mujer que Dios está forjando en nosotros.
Dos. La visión del plan que Dios quiere que realicemos.
Tres. La visión del lugar donde Dios nos quiere ubicar para realizar ese plan.
Es engendrada por la fe, mantenida por la esperanza, encendida por la imaginación y fortalecida por el entusiasmo.
Es mayor que la vista, más profunda que el sueño, más amplia que la idea; abarca más allá de la esfera de lo predecible, lo seguro, lo anticipado.


La visión comienza con un sueño (soñar).
¿Qué hay detrás de los grandes logros? Personas que piensan de un modo diferente (ideas, sueños, imaginación, creatividad, fantasía); todo comienza con un sueño.
Los sueños, especialmente cuando Dios toma parte, pueden parecer alocados (y algunos verdaderamente lo son) comparados con el triángulo equilátero de la lógica, el costo y el tiempo.
Los sueños muchas veces pueden no ser congruentes: no vuelan cuando se los prueba contra la gravedad de la realidad.
Lo más raro de todo es que cuanto mas se les dice “no se puede” tanto más palpitan para que se puedan, se deban y se hagan.
Los sueños, al principio, son frágiles: no solo les cuesta surgir sino permanecer y desarrollarse en medio de una gran cantidad de nubes de negativismo y tradicionalismo.
Por ello, la mayor parte optamos por el camino tradicional, evitando todo riesgo y acostumbrándonos a una vida muy predecible, aburrida, pero estable, segura, sin percatarnos que el único lugar seguro en la tierra son los cementerios.


El que ha recibido un sueño que lo ha convertido en una visión, vive con la convicción del llamado (Jn 5:4-11).
Jesús elige no ministrar a otros solo; podía hacerlo pero deliberadamente elige no hacerlo, nos escogió a nosotros (2 Cor 5.17-18, Mat 28.18-20) y puso un sueño en nuestro corazón (desde que nos formó en el vientre de nuestra madre (Sal 139.13-16, Efe 2.10).
Jesús, con los discípulos (y también con nosotros) usa lo conocido para hacer lo increíble:
• Fue a su territorio (lago, barco).
• Entró a su lugar de trabajo (pesca).
• Les hizo usar sus destrezas (redes).
• En ese ambiente tan conocido los hizo conscientes de posibilidades increíbles.
Jesús nos corre de la seguridad de lo visible a los riesgos de lo invisible.
Jesús prueba nuestro potencial al romper nuestras redes y al llenar nuestras barcas.
Jesús esconde sus sorpresas hasta que sigamos sus indicaciones.
Jesús revela su objetivo a aquellos que sueltan su seguridad y se atreven a convertir el sueño en una visión y comprometen su vida a lograrla.
El sueño, la visión, el llamado producen una pasión que nos consume por dentro, que nos impulsa, que “arrebata” nuestro corazón, en el que no hay lugar para otras cosas: solo Dios y el llamado que nos consumen (Hab 2:2-4).


Vivir en el hoy con enfoque en el mañana (sembrar hoy, cosechar mañana).
Un secreto de la vida consiste en la manera de manejar el hoy, no el ayer ni el mañana: el hoy como pasos hacia el cumplimiento de la visión y el llamado.
¿Qué es hoy? Un día que el Señor ha hecho (Sal 118:24), un segmento de veinticuatro horas que nunca se han vivido antes y nunca se volverán a vivir (Mat 6:34).
Puede que no vivamos para ver otro día como éste; tal vez nunca estemos más cerca de una decisión que necesitamos tomar, de un paso que necesitamos dar, de un pecado que necesitamos dejar, de una opción que necesitamos ejercer; así que lo hacemos hoy, antes de que el sol se ponga y las demandas del mañana eclipsen los deseo del hoy.


Con los ojos puestos en la venida del Señor (2 Ped 3:10-12).
Aquel día debería tener efectos sobre este día, ya que el mundo y todas sus obras habrán de disolverse.
¿Que tipo de cosas deberíamos estar llevando a cabo en este mundo temporario?
¿Qué tipo de prioridades deberían moldear nuestros horarios?
¿Qué tipo de consideraciones deberían determinar nuestros pasos, guiar nuestras conversaciones y determinar nuestra dirección?


Asumir el riesgo.
No hay garantías absolutas, ni hay planes infalibles, ni hay diseños completamente confiables. La vida y el riesgo van de la mano; las desventajas y las desilusiones no tienen por que descalificarnos.
Enfrentarse con algunos tercos osos y leones como lo hizo David nos prepara para los gigantes como Goliat.
Meternos en el Mar Rojo como Moisés y ver como Dios abre las aguas nos da algo interesante de lo cual hablar mientras atravesamos un miserable desierto por los siguientes cuarenta años.

























CARÁCTER CRISTIANO (08).

ALGUNOS RESULTADOS DEL CARÁCTER CRISTIANO (5)



Guardar el corazón (Prov 4:23, Prov 23:19, Mar 7:21-22).

Guardarlo, poner un centinela, vigilarlo cuidadosamente, protegerlo, prestarle atención, mantenerlo limpio, quitar los escombros.
El corazón (nuestra persona interior) es el lugar donde:
• Nace la esperanza.
• Se toman las decisiones.
• Toma fuerza el compromiso.
• Se guarda la verdad.
• Se forma el carácter.
Un corazón descuidado invita al desastre.
Un corazón bien guardado significa supervivencia.



Dar con placer.

2 Sam 24:24: igual que el ministerio que no cuesta nada ni logra nada, la ofrenda que no cuesta nada tampoco logra nada en el Reino de los Cielos.
Dar de lo que nos sobra es lo mismo que hacen los fariseos hipócritas.
El verdadero dar no comienza sino cuando damos de nuestra necesidad.
Reflexionemos sobre lo que Dios nos ha dado.
Recordemos sus promesas en cuanto a la generosidad.
Examinemos nuestro corazón.
Confiemos en que el Señor honra la generosidad constantemente.



Oración e intercesión.

En la oración es la profundidad y no la duración es lo importante.
La cosa que nos dará el gozo más profundo es estar solos y tranquilos en la presencia de Dios, conscientes de su presencia, con el corazón abierto para adorarle, aunque frecuentemente es la cosa que menos queremos hacer.
En la oración, el oír y el escuchar son importantes. Oír es la habilidad de discriminar vibraciones sonoras transmitidas al cerebro. Escuchar es darle sentido a lo oído.

Intercesión es cuando oramos por alguien, intercedemos, eso significa que nos involucramos mentalmente en su mundo al hacer contacto deliberadamente con Dios en nombre de él. No hay participación más significativa en la vida de otro que la de la oración constante y prevaleciente por él.



Honrar.

La Biblia en 1 Cor 12, nos llama la atención hacia los miembros del cuerpo que aparentemente son menos visibles o importantes en el funcionamiento cotidiano del cuerpo, y nos invita a reconsiderar nuestra percepción de ellos: Dios les ha dado mayor honor a las partes menores.
La enseñanza de este pasaje es una invitación a reconocer a las personas por lo que son, enfatizando en sus cualidades más que en sus defectos, estimándolas como superiores a nosotros mismos (Fil 2:3).
Honrar, al igual que amar, es elevar a la otra persona por sobre nosotros mismos, y Dios nos invita a hacerlo siempre, con todos aquellos que hacen lo bueno.



Compromiso sabio (Fil 2:3-4).

Sin compromiso es imposible solucionar los desacuerdos. Las negociaciones se paralizan, el matrimonio y las relaciones entre padres e hijos fracasan. Las congregaciones que no usan el compromiso en temas importantes que tienen dos puntos de vista se dividen. Las naciones con ideologías diferentes que se niegan a escuchar a las otras y rechazan el compromiso llegan a la guerra. Los vecinos que rechazan el compromiso hacen juicio.
Es mucho más fácil (y seguro) no ceder pero terminamos siempre cerrados y estando solos, rodeados por unos pocos no pensantes.
Para resolver todas esas situaciones, para superar las diferencias, para ir adelante y desarrollarlas, para comenzar, se requiere el compromiso que es el único que puede mantener y fortalecer las relaciones cuando pasan por problemas.



Contentamiento (Luc 3:14, 2 Cor 12:10, 1 Tim 6:8, Heb 13:5, Fil 4:11).

Hemos sido programados para competir, lograr incrementar, luchar o preocuparnos mientras trepamos la “escalera del éxito” (que muy pocos se animan a definir).
Hemos adorado ante el altar de la promoción y sido esclavos de la opinión pública toda la vida.
Creemos que llegar a la cumbre vale cualquier sacrificio.
No hemos aprendido para nada el contentamiento, y menos lo hemos entendido.
Contentamiento no es igual a conformismo: es estar contento con lo que tengo ahora, sin avaricia, sin codicia, con un deseo natural de superación para la gloria de Dios (no para la mía) pero sin afán.
Cuando Jesús habló acerca de las cosas que ahogan la verdad de la Palabra de Dios en nuestra vida, entre otras, mencionó tres cosas específicas: la ansiedad, el dinero, la disconformidad (Mar 4:19).



Amor a la verdad.

En una época de muchísimo énfasis en las emociones, especialmente en círculos religiosos, ya es hora de volver a algunos datos.
No el tipo de datos usados por la gente para sentarse a discutir sobre trivialidades teológicas y minucias bíblicas que nadie puede usar y ni siquiera necesita saber, sino datos que dan confianza y tranquilidad, verdades sólidas, fundamentales, esenciales que nos dan valor cuando amenazan las tormentas (y vaya que estamos amenazados).
Necesitamos saber lo que creemos y por que lo creemos.
Hace falta una armazón sólida de verdad.
Es hora de decir la verdad en relación con nuestras raíces doctrinales.
Asir los datos bíblicos esenciales es como manejar el timón de un barco con mano firme mientras el viento arremolina el agua alrededor de sí.


Dedicación a la excelencia.
Excelencia es dar de sí mismo con poco interés por el reconocimiento, el beneficio personal y la recompensa monetaria (Luc 5:4-11, dejándolo todo). Todo significa todo, el oficio de toda la vida, el entorno conocido, las propias metas, sus redes, barcas, negocio, todo.
Las Escrituras están repletas de exhortaciones para ir más allá, dar lo requerido por el deber, para una dedicación de la vida que se nutra del desafío de hacer un trabajo de calidad. Tenemos una filosofía de vida que ninguna cantidad de dinero puede comprar, una causa por la cual luchar, un propósito definido en la vida. Ella debiera ser nuestra vida, negocio, religión, pasatiempo, novia, esposa, amante, pan y carne. Su ascendencia sobre nosotros tendría que crecer, no disminuír, a medida que pasa el tiempo.
La dedicación a la excelencia no solo es singular sino contagiosa.
Por algún motivo nos hemos estado transformando en el área de nuestra motivación: para entregarnos a algo solo lo hacemos, generalmente cuando tenemos la respuesta a preguntas tales como ¿Qué gano yo con esto? ¿Como puedo obtener lo máximo por lo mínimo?
Como resultado, nuestra norma se ha convertido en el interés personal y la mediocridad y nuestra meta en mantener el promedio, y cuyas consecuencias son la pérdida de dedicación, la naturaleza perezosa, el mínimo de esfuerzo.






















































CARÁCTER CRISTIANO (09).

LA EROSIÓN DEL CARÁCTER (1).



Erosión del carácter.

Aunque no podamos ver que ocurre ni oír las advertencias, la erosión puede estar llevándose a cabo en nuestras mismas narices: solo porque sea silenciosa no significa que no sea devastadora.
Muy sigilosamente los gérmenes morales y éticos invisibles pueden invadir nuestro corazón, llevando consigo las etapas iniciales de una enfermedad terminal: la destrucción de nuestro corazón, y por ende, de nuestro carácter cristiano. Un descuido aquí, un acomodo allá, un deliberado pasar por alto, un debilitamiento, un hábito, y ninguno muy grande, poco a poco van arruinando el carácter (Prov 4:23, Cant 2:15, Ecle 10:1).
Hay muchas cosas que pueden erosionar el carácter por lo que debemos estar al tanto de ellas; no podemos ni debemos ignorar las maquinaciones del diablo (2 Cor 2:11).



Promedio y mediocridad.

Ser un perdedor para el mundo no significa que realmente lo seamos.
De los perdedores para el mundo Dios saca sus vasos de honra, los ganadores en la carrera hacia la vida eterna: Israel atemorizado contra. Filistea brutal; el pequeño David contra Goliat; el largamente esperado Mesías nació en un humilde establo, hijo de un pobre carpintero.

El miedo a arriesgar, el miedo a perder, son las formas que el diablo quiere usar para meternos en el tren de la mediocridad.
Es fácil ser una persona promedio: las filas de los mediocres están llenas de pensadores del status quo y de obreros predecibles.
Es raro encontrar alguien que viva de una manera diferente, que levante su vista por encima de lo esperado, que desarrolle en sí las cualidades que hacen a la excelencia.
El cristianismo no es para perdedores, derrotados, conformistas, mediocres, miedosos (Luc 4:18). El reino de los cielos solo los valientes, esforzados, violentos, guerreros, combativos, lo arrebatan (Mat 11:12)



Tentaciones.

Las tentaciones de este mundo y este tiempo (1 Jn 5:19, Efe 6:16): fortuna, fama, poder, placer. Si nos seducen, nos llevan al pecado.
Fortuna es el deseo de poseer, amontonar, aparentar riqueza (dinero, bienes materiales, etc.); deseo arraigado de impresionar a otros; lisa y llanamente: CODICIA (Exo 10.17, Prov 1:9)
Fama es el deseo de ser popular, querido, conocido; de hacerse un nombre. Implica una oculta agenda egocéntrica (Prov 16:25).
Poder es el deseo de controlar, regir, manipular o maniobrar hábilmente la vida de otros (asumir el mando y que hagan las cosas a su manera); estar en una posición de autoridad para mantener a raya a los demás (poca tolerancia hacia aquellos que piensan por sí mismos y expresan su parecer). Es ejercida por líderes enfermos y seguidores enfermos que no se reproducen y rara vez llegan a recuperarse y surge del deseo de querer operar como Dios en la vida de las demás personas.
Placer es el deseo de estar satisfecho sensualmente a cualquier precio.





Descuidados con nuestras palabras.

Cuidar lo que decimos, cuando lo decimos y como lo decimos. La ofensa y el bálsamo pueden venir de la misma garganta (Sant 3;1-12, Prov 18:21).
Para que nuestras palabras sean bendición para nosotros y para otros, solo lo bueno puede salir de ella (Fil 4:8-9).



Presión de grupo.

Encontrarse en medio de muchos que hacen y piensan la misma cosa en lugar de pensar claramente pesando lo bueno y lo malo de los hechos y pasando la responsabilidad moral al grupo o a alguna de sus partes.
Saúl encubrió su falla moral delante de Dios refugiándose en el grupo (1 Sam 15:9, 1 Sam 15:21).
Es una especie de auto-amnesia emocional, un entumecimiento colectivo (Jonestown, Watergate, el Holocausto, la Inquisición, la Crucifixión).
Las burlas y los gritos de la mayoría tienen el poder de intimidar la integridad.
Lo horrible se convierte en lo normal; a lo bueno llaman malo y a lo malo bueno (Rom 1, Isa 5:20)-
A Daniel lo llevaron al foso de los leones y a los amigos de Daniel al horno ardiente por no seguir la presión de grupo. Por el contrarió, los diez espías y el pueblo de Israel cedieron a la presión de grupo antes de entrar a la tierra prometida.



La tiranía de lo urgente.

Nos roba la posibilidad de estar a solas con Dios (Sal 143).
Antes de entrar en Su obra necesitamos encontrarnos con El en Su Palabra, en oración, en adoración.
El secreto de conocer a Dios requiere estar quietos (Sal 46:10), lo que en hebreo significa dejar de luchar, soltarse, relajarse.
La falta de tiempo para estar a solas con Dios marca el inició de la desintegración espiritual.
Es en la soledad que Dios entrega sus mejores pensamientos y la mente debe estar quieta y callada para recibirlos.



Doble ánimo.

Sant 1:8, Sant 4:8.
Inconstancia en todos sus caminos, tambaleante, contradictorio
Dice una cosa y hace otra, hoy dice una cosa y mañana dice lo contrario, hoy hace una cosa y mañana hace la contraria.
Alguien que piensa que algo es bueno, pero por quedar bien con los demás, que se opondrían, no lo dice y hace lo que los demás quieren.
Es una enfermedad cuyas víctimas quedan paralizadas por la duda, temerosas, hipócritas, llenas de palabras técnicas pero faltas de acción confiada  mucha charla pero poca garra.



Curiosidad.

Es llegar a una nueva área impulsados a investigar por una naturaleza inquisitiva. Es una actitud presente en una mente sana y a veces ingeniosa. Es la chispa que impulsa a los buscadores de la verdad, rehusando pasar sin una investigación a fondo. Lleva al descubrimiento a través de la búsqueda. Desafía el status quo.
El primer paso no es ni malo ni perjudicial. El problema viene después cuando no se siente satisfecha con su primer encuentro y sus primeros descubrimientos sino que sondea más a fondo, mira más a fondo, se mete más a fondo, hasta que la novedad de la situación adquiere una nueva dimensión, la dimensión del peligro.
Nos entrometemos en los asuntos ajenos, porque la curiosidad por naturaleza es intrusa. Esconde las consecuencias condenables, disfraza los pesares.
Es el artículo más imprescindible para mantener ocupado y efectivo el mundo de lo oculto.
Ella sola es motivo suficiente para los triunfos en cartelera de películas que enfatizan la violencia sádica y los encuentros demoníacos.
Empieza con Eva y nos da una gran lección: si puede poner la carnada correcta en el anzuelo, como para provocar la suficiente curiosidad, es solo cuestión de tiempo.

















































CARÁCTER CRISTIANO (10).

LA EROSIÓN DEL CARÁCTER (2).



Rigidez.

Rara vez es motivada por el amor. Restringe la creatividad y así impide el progreso.
Amenazada por el riesgo y por la posibilidad del fracaso, le corta las alas al futuro y después critica por no volar.
Es la marca del legalismo: el linchamiento de toda idea nueva, pensamiento freso o programa innovador. Sentencia los sueños a la muerte, y sin sueños la vida se hace aburrida, tediosa.
Causa daño en las relaciones, cierra puertas a las oportunidades y estanca el crecimiento espiritual.
Los ultra-lo-que-sea son personas conservadoras ciento por ciento y testarudas en extremo; no están abiertas a discutir temas cruciales y aún menos, a oír las ideas de otros. Para ellas, la tolerancia es equivalente a contaminación y se niegan a pensar más allá de los límites de ciertas reglas auto-impuestas.
En lugar de los valores fuertes y necesarios que nos dan propósito y raíces hay un débil tradicionalismo que no deja lugar al pensamiento ni al cuestionamiento.
Los valores son la fe viviente de aquellos que han muerto; el tradicionalismo es la fe muerta de aquellos que todavía viven.
El tradicionalismo es el peor tipo de esclavitud, porque se hace todo bajo la apariencia del cristianismo.



Candados mentales y fortalezas.

2 Cor 10:3-6, Mat 23:1-39: las fortalezas representan una mente cerrada, tradicionalismo, religiosidad, inflexibilidad. Sofocan la creatividad y aplasta la objetividad. Nos convertimos en robots, pensando lo esperando, haciendo lo predecible, perdiendo el gozo del descubrimiento.
La mayor parte de nosotros tenemos ciertas actitudes que toman nuestros pensamientos y los encierran en la prisión del status quo bajo los solemnes guardas llamados temor, culpa, condenación, perfeccionismo y tradicionalismo.

Diez candados mentales que nos aprisionan:
• La respuesta correcta.
• Eso nunca lo hemos hecho así, siempre lo hemos hecho así.
• Sigue las reglas.
• Más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer.
• No se puede, no tenemos, no sabemos.
• Errar es malo.
• El buen humor es frivolidad.
• Ese no es mi campo.
• No seas tonto.
• No soy creativo.
Por culpa de ellos nuestros pensamientos y nuestras esperanzas pueden llegar a estar tan determinados por lo predecible que ya ni vemos más allá de esas murallas. De hecho, no solo resistimos las innovaciones, sino que nos ofendemos con cualquiera que las sugiera. Nuestras mentalidades encadenadas nos impiden tomar del maná más fresco e innovador de otros. Un ejemplo: los fariseos (todos tenemos algo de fariseos dentro de nosotros).



Juicio y disciplina.

Deut 32:35, Rom 12:17-19, Heb 10:30, 1 Cor 5:11, 1 Ped 4:17.
El tradicionalismo, las mentes cerradas, la religiosidad representan aislamiento, en dos dimensiones:
Una. Para mantener su status evita que la verdad penetre usando la acusación, culpa, condenación, aislándose para evitar los contactos (“prevención”: evitar no es cobardía).
Dos. Evita salirse de los límites. Cuando se vulneran sus reglas surgen la acusación, condenación, culpa, el señalamiento, el rechazo que desembocan también en el aislamiento (“curación”: castigo).
El aislamiento solo es aceptable en el creyente cuando es una de las consecuencias de adoptar un estilo de vida no bíblico, pecaminoso, francamente rebelde a la verdad de las Escrituras que conoce: debiéramos, por amor, rehusarnos a mitigar la soledad del cristiano carnal hasta que haya arrepentimiento, sano temor del Señor, respeto por su Santo Nombre y caminar obediente, determinación renovada para cumplir.



Culpa, condenación.

Rom 8.1, 2 Cor 7:9-11, Rom 8:33-34, Apo 12.10.
Tres tipos, una buena y dos malas.
La buena: resultado de la confrontación del Espíritu Santo, cuando llevamos adelante un estilo de vida pecaminoso  nos convence de pecado, justicia y juicio. Es para arrepentimiento. Es temporal. Nos trae de regreso a Cristo.
La mala: resultado del legalismo, la tradición, la religiosidad y obra del diablo. Busca mantenernos allí (no que nos arrepintamos, que sea temporal, que nos lleve de regreso a Cristo). Busca ser permanente para degradarnos, convencernos que no somos y nunca seremos dignos, robarnos nuestra dignidad e identidad en Cristo. Nos aleja de Cristo y nos impide alcanzar el carácter cristiano maduro.
La activista es un falso sentimiento de culpa. Produce sentimientos de inmerecimiento de lo que tenemos, por lo que nos hace sentir que tenemos que pagarlo y meternos en un frenesí de la actividad. También es el resultado de descubrimientos personales dolorosos que no podemos manejar en la quietud con Dios produciéndonos culpa y condenación y la consiguiente huída hacia un frenesí de actividad. En ambos casos nos impide relacionarnos íntimamente con Cristo y también impide formar Su Carácter en nosotros, por lo que es un obstáculo al carácter cristiano maduro.
La renovación y la restauración no son lujos, son esenciales. Nos llevan a los delicados pastos y aguas de reposo (Sal 23:2). No hay absolutamente nada de envidiable ni de espiritual en el infarto, o una crisis nerviosa, ni es necesariamente señal de una vida productiva un horario repleto. La producción constante sin la restauración agota los recursos y disminuye la calidad del producto.



Falta de perdón, resentimiento, amargura: atados al pasado (Heb 12:14-16).

No existe nada que carcoma más, que constriña más, que el negarse a perdonar.
La gente que realmente entrega su corazón es aquella que perdona fácilmente a los que la ofenden.


Falta de sinceridad.

Ninguna cantidad de devoción ni de determinación ni de entrega sacrificante puede convertir las acciones equivocadas en acciones correctas. El gritar más fuerte no convierte un argumento débil en uno fuerte. El manejar más aprisa no ayuda en nada cuando se está perdido. El agregar más firmas no hace que un diploma falsificado sea más respetable. De la misma manera, tampoco puede justificar el pecado.
El valor de la sinceridad, la verdadera sinceridad, depende de lo que defiende y representa.



Deshonestidad.

Desde la distancia todos somos gente bonita, bien vestidos, linda sonrisa, amistosos, cultos, controlados, en paz, pero que cuadro tan distinto se revela cuando alguien se acerca.
La deshonestidad no empieza por la mano así como la avaricia no comienza por el ojo; es una enfermedad interna que revela una seria falla de carácter.
Cristo no ofrece una técnica para reedificar nuestra vida: El nos ofrece su vida, su honestidad, su integridad, no un montón de regalos y de cosas que hará o no hará, nos ofrece el poder suficiente para contrarrestar nuestra inclinación por la deshonestidad. El la llama una nueva naturaleza, pura y no contaminada.



Negligencia.

Ose 4:6, Mat 22.29, Mar 12:24, Mar 12:27.
Ser cristiano no es ninguna garantía contra la negligencia. Los principios bíblicos pueden ser ignorados.










23 Ene 2009
Referencia: Carácter.