Estudio Bíblico

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Poniendo en práctica el plan de Dios.



PONIENDO EN PRÁCTICA EL PLAN DE DIOS.
Lic. Gustavo A. Bianchi S.


“La información sin aplicación produce frustración.”

Dios, en estos últimos tiempos, está llamando a la restauración de todas las cosas (Hch 3:21) antes de la segunda venida del Señor Jesucristo cuando todas las cosas serán reunidas en El (Efe 1:10). Como consecuencia de ello, el Espíritu Santo está moviendo creyentes por todo el mundo que están recibiendo Su iluminación respecto a los principios de la Palabra de Dios aplicables a cada una de las áreas de la vida del ser humano, y entre ellas, la administración, la economía, las finanzas, los negocios, la educación, la política y en general, los aplicables a todas y cada una de las actividades que la iglesia ha catalogado por mucho tiempo como “seculares” y que han tenido una connotación de poco espirituales, mundanas, y hasta diabólicas.

Este mover consiste en el equipamiento con la visión de Dios y los principios de Su Palabra para desarrollar el ministerio de reyes y sacerdotes en cada creyente, y en cualquier campo de actividad que él o ella desarrollen, para extender el Reino de Dios sobre cada persona, organización y actividad en cada nación, de tal manera que las naciones enteras (personas, recursos y actividades) vengan a ser discípulas del Señor Jesucristo como El nos lo requirió en la Gran Comisión (Mat 28.18-20). La Creación entera de Dios (personas, organizaciones sociales y mundo natural) está esperando la manifestación de los hijos de Dios para ser libertada de la esclavitud y las consecuencias del pecado (Rom 8.19-21).

Ante este mover, cada uno de nosotros, creyentes, hombres y mujeres, principalmente los que trabajamos en el campo secular, vamos a vernos enfrentados a un cambio radical de paradigmas en cuanto a nuestras actividades, no solo en cuanto a principios, valores y actitudes que han dirigido nuestras actividades, sino también en cuanto a tecnología, principalmente en los campos que tienen que ver con el estudio de la actividad humana (ciencias sociales y humanistas).

Ante esos cambios de paradigmas vamos a poder asumir una de cuatro actitudes o posiciones, de las cuales hay tres que son negativas, y solo una positiva.

“Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.” (Mat 13:18-23).

“El sembrador es el que siembra la palabra. Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan. Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.” (Mar 4:14-20).

Antes de entrar a detallar cada una de esas cuatro actitudes, es importante que anotemos que el diablo, sus principados y potestades y todas sus huestes espirituales de maldad están interesados en mantener la ignorancia del pueblo de Dios respecto a los planes del Padre, principalmente en lo que se refiere a las áreas de la vida secular, porque estas constituyen recursos estratégicos (fuente de recursos materiales, posiciones de autoridad que ejercen influencia sobre vastas áreas de la vida humana y sobre gran cantidad de personas. etc.) de todo tipo para la expansión del Reino de Dios, áreas en las que las fuerzas del mal han estado ejerciendo una creciente influencia en los últimos cien o ciento cincuenta años replegando a la iglesia a posiciones defensivas en lugar de ofensivas, para evitar el cumplimiento de esos planes, sabiendo que su tiempo se está acortando y que la segunda venida del Señor Jesucristo está por realizarse.

Por lo tanto, el interés fundamental de las estrategias satánicas es evitar que el pueblo de Dios reciba el consejo completo de la Palabra, para que ignorando sus maquinaciones (1 Cor 2:11), no tenga éxito en el cumplimiento de los propósitos de Dios, tanto en lo individual y personal como colectivamente (Oseas 4:6).

La primera actitud es la de aquellos que si bien oyen o leen la enseñanza de la Palabra de Dios, no la entienden, y por lo tanto, tampoco reciben ni la meditan ni la aplican a sus vidas y actividades Ello puede deberse a cualquiera de las siguientes razones:

Uno. Una total falta de atención por estar tan distraídos en sus propios pensamientos e intereses que no ponen atención a la enseñanza.

Dos. Sus paradigmas, ideas y pensamientos se oponen a ella, y por lo tanto no la reciben porque valoran más sus propios argumentos que los de la Palabra de Dios, y han atesorado en sus corazones sus conocimientos y su formación más que la Palabra.

Tres. Una defectuosa formación religiosa respecto a lo sagrado y espiritual y lo secular, que tradicionalmente le asigna la primera categoría a todo lo eclesiástico y a la segunda todo lo mundano.. Por lo tanto, lo secular lo menosprecia por carnal y hasta satánico, y por lo tanto no desarrolla ningún interés en lo que Dios y Su Palabra puedan decir al respecto de estas áreas de la actividad humana, porque no cree que Dios pueda tener interés en ellas y decir algo al respecto.

La segunda actitud es la de aquellos que si bien oyen o leen la enseñanza de la Palabra y la reciben con gozo en sus corazones, no logra echar raíces en ellos porque la persecución, la tribulación, la aflicción por causa de la Palabra, los lleva a desecharla. Al respecto de esta actitud, notemos lo siguiente:

Uno. En este pasaje la persecución, la tribulación, la aflicción, son sinónimos de burla, rechazo, escarnio, menosprecio, etc. En los ambientes laborales es conocido el hecho de que muchas personas asumen ese tipo de actitudes hacia los y las cristianas, mayormente cuando tratan de establecer cambios en sus actividades (aunque no pretendan afectar a los demás ni efectuar cambios que los incluyan sino solo se trate de cuestiones personales).

Dos. Cuanto más no lo harán cuando se trata de creyentes con algún nivel de autoridad que tratan de establecer cambios en prácticas que si incluyen a los subalternos y que son contrarias a las de la Palabra de Dios, o que producen resultados y desatan la envidia de los pares, o de los superiores porque la idea no vino de ellos, etc.

Tres. La aplicación de la Palabra en todos los ambientes y en todas las actividades, que representa cambios, siempre va a generar resistencias y rechazos que se van a manifestar en burlas, bromas de mal gusto, comentarios desagradables, menosprecio, etc. Y ello sucede aún con los cambios que el mismo mundo trata de introducir en sus prácticas (“la resistencia al cambio” que han estudiado intensamente los psicólogos y los expertos en recursos humanos y administración), cuanto más no va a presentarse cuando lo que se trata de establecer son cambios orientados por la Palabra de Dios.

Cuatro. Sin embargo, esto no debe ser impedimento para evitar hacer lo que tenemos que hacer, principalmente cuando estamos convencidos de que es lo correcto de acuerdo a lo que Dios dice en Su Palabra. Nuestra forma de vida, nuestras actitudes, nuestras forma de pensar y actuar, y en fin, todo lo que se refiere a las manifestaciones de una vida cristiana comprometida, son un mensaje profético de llamada al arrepentimiento de aquellos que viven separados de Dios, y por ello, como en el Antiguo Testamento cuando los profetas daban este tipo de mensajes, van a generarse esas reacciones en las personas mundanas y carnales, y aún en otros creyentes que todavía están luchando contra la mundanalidad y carnalidad en sus propias vidas (Mat 5:11-12). Pero no debemos olvidarnos de Quien es nuestro apoyo y nuestra fortaleza, quién es nuestro Consolador, y que mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo (1 Jn 4:4-6).

Esta actitud no se refiere a aquellos que efectúan un cambio estratégico en la dirección de sus esfuerzos, y que por un tiempo se retraen, buscando desarrollar alianzas y crear una masa crítica para seguir adelante en la aplicación de los cambios y prácticas que demanda la Palabra, sino a los que definitivamente se retiran del campo de batalla, se rinden, renuncian a seguir adelante.

La tercera actitud que se puede asumir es la de aquellos que al recibir la Palabra, lo hacen con gozo, la meditan, y la aplican, pero una vez aplicada, se dan cuenta que sus intereses personales de obtener cosas, posiciones, reconocimientos, dinero, bienes, riquezas, estilo de vida, relaciones, etc., se ven afectados, que el precio que hay que pagar no es solo “caro” en el sentido de la aceptación social, sino que en el sentido de lo material. Y como su interés está más en las cosas terrenales y de este mundo, que en las cosas eternas y del cielo, más en hacer tesoros en la tierra que en el cielo (Mat 6:19-21), y que las cosas de este mundo dominan su corazón (Mat 6:24) por la presión social y los costos materiales dan marcha atrás. En otras palabras y en cierto sentido, aceptan “soborno” del mundo para “callar” la verdad.

Finalmente está la cuarta actitud, la correcta delante de Dios y la que es Su Plan para nuestras vidas: la de los que oyen la Palabra, la reciben y meditan en ella (Sal 1.1-3), evalúan los costos y riesgos que se correrán (Luc 14:25-33), y se comprometen con ser no solo oidores, sino hacedores (Mat 7:24-27). Que están dispuestos a pagar el precio de ser agentes de cambio de Dios en el mundo (sal de la tierra y luz del mundo, Mat 5:13-16). Son los que ponen en práctica la Palabra de Dios, porque han sido persuadidos, advertidos, convencidos de que Dios quiere hacer algo a través de ellos, y están decididos y comprometidos a hacerlo.

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere seguir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?.” (Mat 16:24-26).

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.” (Fil 3:7-8).

Para las personas con esta actitud, para los que quieren ser agentes de cambio en sus negocios, organizaciones y/o lugares de trabajo, a continuación algunos consejos e ideas prácticas para implementar el plan de Dios en esos lugares.



No trate de implementar todo de una sola vez.

Todo cambio es un proceso, y Dios es un Dios de procesos. El pudo implementar la primera y segunda venida de Jesucristo de una sola vez y en un corto espacio de tiempo, pero Dios decidió que fuera un proceso de paso a paso. Lo mismo hizo con la Creación. Pudo haberlo hecho todo de una sola vez, pero sin embargo, lo hizo paso a paso, día tras día, hasta concluir todo el proceso. Y los resultados fueron “buenos y buenos en gran manera” (Gen 1:31). La vida fue diseñada por Dios como un proceso, una sucesión de etapas. La vida cristiana también lo es. Uno no es un creyente maduro al día siguiente de haber recibido a Cristo. De la misma manera, los cambios a implementar en nuestros negocios, organizaciones y/o lugares de trabajo deben ser un proceso de implementación gradual, paso a paso. Como dice un refrán popular “no se trata de una carrera de caballos sino de una de resistencia”.



Todo el tiempo incremente constantemente su comunión con el Señor.

Recordémonos que “separados de El nada podemos hacer” (Jn 15:1-10). Necesitamos permanentemente de su dirección sabiduría, consejo e inteligencia, aún cuando seamos creyentes diestros en la vida cristiana. Ecle 3:1-8 nos enseña que todo tiene su tiempo debajo del sol, y los cambios a implementar requieren ser efectuados en el tiempo justo y preciso para lograr la mayor posibilidad de éxito y la menor resistencia posible. Los frutos se cosechan en su tiempo, no antes ni después. Cuando seguimos la dirección de Dios respecto a sus tiempos, Ecle 3:11 nos enseña que El todo lo hace hermoso en Su tiempo. Y ello requiere la dirección del Señor que conoce los corazones de todos los involucrados. Por ello, necesitamos de la intimidad con El, para poder escuchar y distinguir su voz claramente y recibir sus instrucciones precisas.



Empiece por lo que sea posible.

Ecle 9:10 nos enseña que hagamos todo lo que tengamos a mano hacer, de acuerdo a nuestras fuerzas. Lo posible es lo que nos toca hacer a nosotros, lo imposible le toca al Señor hacerlo, y El lo hará en su tiempo. En Luc 14:25-33, el Señor nos enseña a ser sabios evaluando cada paso y los costos de cada paso que demos. Estamos haciendo una gran obra (la obra del Señor es siempre una gran obra) pero cuando una gran obra se comienza, todavía no están listos todos los materiales y todas las cosas que son requeridas para ello. Se van obteniendo según el proceso que se está siguiendo en la ejecución. De la misma manera es cuando se trata de implementar cambios: comencemos por lo más sencillo, lo básico, sin precipitarnos. Para caminar un kilómetro hay que dar muchos pasos, no podemos llegar de un solo salto. Y comenzamos dando el primero que es el que tenemos más inmediato.



Busque consejo.

Prov 6:24 nos enseña que la guerra se hace con ingenio y que en la multitud de consejeros está la victoria. Si bien es cierto que no tenemos lucha contra personas, si estamos inmersos, como parte del Cuerpo de Cristo y del ejército del Señor, en una guerra de conquista en contra de las huestes espirituales de maldad. Y la victoria en toda guerra depende del ingenio militar, y el ingenio surge de la multitud de consejeros que aconsejan al oficial que dirige la batalla. Por eso en los ejércitos existe un estado mayor, que está formado por el oficial a cargo de todo el ejército y por un grupo de oficiales que dan su opinión en las áreas específicas de su experiencia. Igual debemos hacer cada uno de nosotros. Necesitamos la humildad de buscar y recibir consejo. Y la primera persona que debe formar parte de nuestro grupo de consejeros es nuestro cónyuge, lo que implica que si no tenemos buena comunicación con nuestra pareja, los cambios que pretendemos implementar en nuestro negocio, organización y/o puesto de trabajo comienzan por lograr una buena comunicación con ella.



Los cambios en nuestro negocio, organización y/o lugar de trabajo comienzan con cambios en nuestra vida.

La enseñanza más impactante para una persona proviene de aquellos que predican con el ejemplo. Como escribió alguien en alguna oportunidad: “tus acciones hablan tan fuerte que no escucho tus palabras”. Nuestros hechos pueden decir mucho más de nosotros que cualquier cantidad de palabras. Es curioso que el Señor Jesús cuando se refirió a nuestro papel en el mundo nos calificó de luz, sal y levadura, y ninguna de esas cosas tiene la capacidad de hablar. Solo de accionar. Los cambios que queremos implementar y que implican la participación de los demás, pueden encontrar impedimentos de ellos o de otros, pero los cambios que no pueden ser impedidos por nadie más, son los que se refieren a nuestra vida. La forma de comenzar todo cambio es por nosotros mismos, siempre. No podemos pedirles a los demás que hagan algo que nosotros no estamos dispuestos a hacer primero. Necesitamos comenzar con nosotros, aplicando los principios bíblicos a nuestra vida personal consistentemente.



El amor es nuestra arma más poderosa.

Podemos tener las mejores intenciones del mundo, y las mejores ideas, y los mejores planes y proyectos para obtener los mejores resultados, pero si no tenemos amor, no somos nada, no tenemos nada, y nada sirve (1 Cor 13:1-3). En la vida cristiana todo comienza y termina con el amor, y todo lo que hacemos es por amor. Y no solo amor a Dios, sino amor al prójimo (Mat 22:36.40). El Señor Jesús nos enseña a amar a Dios con todas nuestras fuerzas, nuestra mente y nuestro corazón, y a amar a nuestro prójimo de la misma manera: con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente y con todo nuestro corazón.

“Y el amor es sufrido, benigno, no tiene envidia, no es jactancioso ni se envanece, no hace nada malo, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia sino de la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13:4-8). Nuestra primera función en el mundo es ser distribuidores de amor a nuestro prójimo sin excepción. Y ello incluye en nuestro negocio, organización y/o lugar de trabajo. El amor derriba obstáculos, abre caminos, gana seguidores. El amor sirve a los demás. Y esa es nuestra principal función en el mundo.

Si decidimos amar a las personas consistentemente, persistentemente, ocupándonos de ellas y de sus necesidades, sirviéndolas, alentándolas, motivándolas, creyendo en ellas y en sus habilidades y capacidades, dedicándoles nuestro tiempo, supliendo sus necesidades, entonces las personas se van a ocupar de nosotros, y aunque no lo hicieran, Uno superior y más poderoso se va a ocupar de nuestras cosas, de nuestros sueños y deseos, de nuestros planes, que al final de cuentas, son los suyos. Y El los va a realizar y cumplir.

Amemos a las personas y usemos las cosas para demostrar ese amor, y el mundo a nuestro alrededor va a cambiar. Recordemos siempre que somos colaboradores con Dios en la construcción de Su Reino en este mundo, y que los cimientos del Reino son relaciones. Después de las relaciones, no antes, viene todo lo demás.



Empiece un devocional en su empresa.

Una vez que los cambios en sus actitudes, principalmente el referente al amor, se haya instalado permanentemente en usted (lo que no implica que sea perfecto, pero si mayormente dominante), puede comenzar algún tipo de reunión para compartir temas espirituales (no hacer un servicio eclesiástico, sino como pláticas, intercambio de ideas, análisis de lecturas, o cualquier cosa parecida sobre una base informal), invitando una persona a la vez (es mejor ir poco a poco que muchos al mismo tiempo). Esas invitaciones, principalmente si se es un jefe o propietario, deben ser optativas no obligatorias, y la reunión debe ser participativa y mejor si no es usted quien la dirige y no es usted quién comparte, y los temas que se traten sean, por lo menos durante un tiempo prudencial, temas relacionados con la empresa u organización, ni relacionados con temas laborales, sino enfocados en temas prácticos de la vida diaria que puedan ser de ayuda a los asistentes. Esto será de ayuda a todos los asistentes, que al ser ayudados de esa forma, se lo comentarán a otros, que eventualmente querrán asistir también, en el tiempo del Señor, quién hará que esta actividad se fortalezca (no sucede de la noche a la mañana, sucede con el tiempo).



Testifique.

Hasta que no esté bien seguro de que trata a sus empleados y/o compañeros de trabajo con amor, que paga sus cuentas a tiempo y que provee productos y/o servicios de excelencia a sus clientes, lo recomendable es que su testimonio se limite a los cambios que puedan verse en su vida. Una vez demostrado que el cristianismo resulta en su vida, puede probar formas más directas de testificar. Y cuando lo haga, recuerde que usted es original, único y que Dios así lo diseñó. No quiera hacer lo que otros hacen, ni usar los métodos que otros usan. Busque en comunión con Su Hacedor, la forma que El tiene para usted de testificar y compartir de El, y desarróllela. Y seguro, comenzará a tener éxito, que también es un proceso, no sucede de la noche a la mañana. No se angustie por los resultados. Recuerde que, según nos enseña la Palabra, uno es el que prepara la tierra, otro el que siembra, otro el que riega, otro el que cuida y otro el que cosecha. Usted haga lo que tenga que hacer, y el Señor se encargará de los resultados.


AL SEÑOR DIOS TODOPODEROSO SEA TODA LA GLORIA, HONRA Y ALABANZA.


20 Nov 2008