Estudio Bíblico

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El dinero: arma de guerra espiritual.



EL DINERO ES UN CAMPO DE GUERRA ESPIRITUAL,
Y UN ARMA DE VICTORIA ESPIRITUAL.
Lic. Gustavo A. Bianchi S.


“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón.” (Mat 6:24, RV 1909).

Si bien es cierto que una posible traducción de “mammón” es riquezas, la idea que tenía en mente el Señor Jesucristo cuando enseñó este pasaje era la del dios pagano de la provisión en los imperios vecinos de Israel: Egipto, Babilonia y Asiria. Lo que Jesús estaba enseñando, y el contexto así lo indica, es que no podemos estar confiando en Dios como nuestra fuente de provisión y al mismo tiempo estar confiando en otra cosa que no sea El. O confiamos en El totalmente o no confiamos en El en lo absoluto. Si en la vida diaria estamos confiando en esto u lo otro, para cualquier cosa, lo que estamos diciendo, dicho popularmente es “si se me apaga una vela, pues aún tengo otra encendida”, lo que significa que no estamos confiando en la primera. Igual sucede en el ámbito espiritual: o confiamos en Dios absolutamente o no confiamos en El en lo absoluto.

Por ello, los bienes, las riquezas y el dinero son un campo de guerra espiritual y un arma de victoria espiritual simultáneamente. Si nuestra confianza está puesta en el Señor como la absoluta fuente de provisión, entonces vamos a utilizar estas cosas para combatir al enemigo de nuestras almas, sembrándolas en el Reino de Dios, pero si nuestra confianza no está puesta en el Señor, entonces las vamos a retener, y por consecuencia, no vamos a tener municiones para combatir al diablo en este campo, y más aún, por no tener municiones, vamos a ser pasivos en contra de él, y por ende, vamos a facilitarle su trabajo para estorbar el Reino de los Cielos.

El dinero, las riquezas y los bienes de este mundo son recursos estratégicos.

Cuando la Palabra de Dios dice en Gen 2:1:”Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos” significa que todo lo que tenía que ser creado, fue creado. Y ello implica la riqueza, los bienes y el dinero. Permita explicarle, en la forma más sencilla posible, esto.

La riqueza es todo aquello material que tenemos pero que no necesitamos para cubrir nuestras necesidades básicas, es decir, todo aquello extra que nos queda después de cubrir todos nuestros gastos básicos como son alimentación, casa y sus servicios, educación, transporte, vestuario, seguros, etc., y ello o bien es el resultado de la posesión de ciertos artículos específicos (metales y piedras preciosas) o es fruto del trabajo que hagamos para transformar cualquier cosa creada. En cualquiera de ambos casos, la riqueza está presente y/o latente en la Creación de Dios.

“Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. El nombre del uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. El nombre del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la tierra de Cus. Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates.” (Gen 2:10-14).

Los bienes son todas las cosas materiales que poseemos (tierra, vehículos, edificios, maquinaria, etc., y también las riquezas). Por lo tanto, si bien en posible que en su forma actual no existían en Génesis 2:1 (vehículos y maquinaria, por ejemplo), si estaban presentes en su forma primaria (los materiales de que están hechos). Los seres humanos lo único que han hecho es transformar esos materiales originales y darles su forma actual.

El dinero no es otra cosa que un instrumento que nos permite intercambiar bienes y riqueza. De hecho, en el principio, el dinero fueron bienes, productos de la agricultura (el cacao por ejemplo) o metales, que se usaron como medida de intercambio entre otros bienes. El dinero tal como lo conocemos hoy, no tiene valor en sí mismo, sino que su valor es dado por los bienes que lo respaldan, que hace muchos años eran lingotes de oro y ahora son todo el conjunto de bienes que constituyen la producción de cada país que generan los ingresos de los gobiernos a través de los impuestos, que en última instancia son los que respaldan el valor de las monedas. Otro factor que contribuye a darle valor al dinero es la percepción de los bienes que se pueden comprar con esa moneda. Y si el respaldo de los billetes son los bienes que se pueden comprar con ellos, y los bienes ya estaban presentes en forma primaria en la Creación, entonces podemos decir que el dinero, en su forma primaria, también se encontraba presente en la Creación y lo único que el ser humano hizo fue cambiar su forma.

De lo anterior, podemos concluir entonces, que todos los bienes, la riqueza que se deriva de ellos y el dinero que se usa para intercambiarlos, fueron hechos por Dios o estaban latentes en la Creación y no van a ser hechos más. Lo único que el ser humano puede hacer es cambiar su forma, transformarlos, pero no crearlos:

“El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.” (Ecle 1:6-10).

tra cosa que es obvia en todo el proceso de la Creación es que todo lo que Dios creó era para Su Gloria y para el uso de sus hijos tal como se lo dijo a Adán y Eva (sus hijos) en el Edén:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Gen 1:26-28).

“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. El nombre del uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. El nombre del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la tierra de Cus. Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates. Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Gen 2:8-18).

“Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar.” (Sal 8:4-8).

Por otro lado, la Palabra de Dios en Ecle 10:19 dice que “el dinero sirve para todo” y nuestra experiencia también lo afirma. Ahora bien, si el dinero sirve para todo quiere decir que puede servir para todo lo bueno o para todo lo malo. Si no sirve para todo lo bueno entonces va a servir para todo lo malo y viceversa. De aquí podemos inferir que o los hijos de Dios vamos por las riquezas y el dinero (y por los bienes que las respaldan) y las usamos para la extensión del Reino de Dios (lo bueno) (Mat 6:19-21) o el diablo las va a usar para la extensión de su reino de tinieblas (lo malo). O bien el dinero, los bienes y las riquezas sirven para financiar campañas evangelísticas, películas de cine edificantes, programas de radio y de televisión llenos de principios y valores de la Palabra de Dios, vallas publicitarias anunciando a Jesucristo y el Evangelio, o el diablo los va a usar para promover la codicia, la lujuria, las drogas, el alcohol, el adulterio, el crimen, la inmoralidad sexual, etc. Por ello es que mencionamos que el dinero, las riquezas y los bienes de este mundo son recursos estratégicos.

La Palabra de Dios también dice que:

“El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos; pero la riqueza del pecador está guardada para el justo.” (Prov 13:22).

“Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.” (Deut 8:18).

En otras palabras, Dios nos ha dado a sus hijos la habilidad para hacer (apropiarnos de) las riquezas (Deut 8.18) y ha reservado las riquezas que están en las manos de los pecadores para sus hijos, los justos (Prov 13:22). O sea que debemos ir por todas las riquezas, los bienes y el dinero para usarlos para Su Gloria en la extensión de Su Reino y en Sus obras de misericordia que El mismo ha determinado en Su Palabra que debemos de hacer. La forma como Dios va a trasladar las riquezas de los pecadores a sus hijos no es, como muchos quisieran pensar, haciendo que los pecadores nos las ofrenden masivamente (eso sucedió como un caso extraordinario, milagroso, solo cuando los israelitas salieron de Egipto, y ello, aunque no lo mencione así la Palabra, pudo haber sido como una especie de compensación justa por todo el trabajo que durante décadas, los israelitas habían efectuado por una paga miserable, para los egipcios). La forma “normal” como las riquezas de los pecadores van a venir a las manos de los hijos de Dios, básicamente, creo yo, será a través de dos vías: los negocios y la conversión de los pecadores a Cristo. O sea que, en otras Palabras, Dios nos da la habilidad de negociar para hacer las riquezas y traerlas de vuelta al Reino.


Las riquezas que Dios nos da son para hacer tesoros en el cielo.

En general, las riquezas solo pueden tener tres caminos: gastarlas, atesorarlas e invertirlas. Así como la Palabra de Dios nos dice que tenemos la habilidad de hacer las riquezas, también nos ordena el lugar correcto al cual esas riquezas deben ir a parar. La Palabra nos advierte que nos las gastemos irresponsablemente, que no las atesoremos en la tierra y que las invirtamos en la eternidad.

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mat 6:19-21).

“Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1Tim 6:9-10).

Note que en 1 Tim, la Palabra no dice que los bienes, las riquezas y/o el dinero sean malas. Dice que nuestra actitud hacia esas cosas, amarlas, ponerlas en un lugar de preeminencia, darles el control de nuestras vidas, es lo malo. Lo que está mal es quererse hacer ricos para sí mismos y no para con Dios:

“Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” (Luc 12:13-21).

En consecuencia, los bienes, las riquezas y el dinero debemos invertirlas haciéndonos tesoros en el cielo que es en el único lugar donde estamos autorizados por Dios para hacer tesoros. O sea que lo que Dios nos está diciendo al poner juntos todos estos pasajes, es que traslademos las riquezas terrenales al Reino de los Cielos para atesorarlas allá.



¿Cómo podemos trasladar riquezas terrenales a los tesoros en el cielo?

En la Palabra, Dios le asigna a los bienes, la riqueza y el dinero que El permite que lleguen a nuestras manos, la calificación de semillas, y la naturaleza de las semillas es que son para la siembra. Así mismo, El define claramente una serie de campos para realizar esa siembra.

El primer campo de siembra son las primicias, los primeros frutos de nuestro trabajo. Al ofrendar a Dios las primicias lo que estamos haciendo en realidad es reconociendo que El es el Señor, Dueño y Dador de todas las bendiciones; que todo lo que obtenemos se lo debemos solamente a El. Al darle las primicias de todo, lo que estamos haciendo es reconociendo que todo lo que podamos recibir proviene solamente de El, con lo cual estamos diciéndole al diablo que está despojado (Col 2:15) porque todo pertenece a nuestro Padre y solo El debe recibir gloria, honra y alabanza por los frutos que nos está permitiendo recoger.

“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto.” (Prov3:9-10).

“Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días.” (Deut 14:22-23).

“Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová. Y lo dejarás delante de Jehová tu Dios, y adorarás delante de Jehová tu Dios. Y te alegrarás en todo el bien que Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que está en medio de ti.” (Deut 26:10-11).

“Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del fruto de todo árbol. Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios;” (Neh 10:35-36)


El segundo campo son los diezmos. Ellos nos ponen en perspectiva constantemente respecto a quién es el dueño de todas las cosas y quién debe tener la preeminencia en el control de ellas. El diezmo es una poderosa arma de guerra espiritual. Es una poderosa flecha lanzada al corazón del diablo (si es que tiene), que manifiesta poderosamente que nuestra fuente de provisión no es el mundo ni la carne ni las artimañas del diablo representadas por el espíritu de mamón, sino solamente Dios, nuestro Unico, Verdadero y Suficiente Pastor.

“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.” (Malaq 3:10-12).

Otro campo de siembra, después de las primicias y del diezmo son nuestras necesidades, y las de nuestro cónyuge e hijos e hijas.

“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” (Fil 4:19).

“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1 Tim 6:8-10).

“Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario.” (Luc 10:7).

Un campo adicional son las necesidades de nuestros otros familiares (padres, suegros, hermanos, cuñados, etc.). Esto deriva del mandamiento de honrar a nuestros padres, del amor y de la enseñanza del jubileo en el Antiguo Testamento, cuando el pariente pudiente redimía al pariente que había perdido todo y se había visto obligado por las deudas a hacerse siervo de alguien más.

“porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” (1 Tim 5:8).

“Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.” (1 Tim 5:16).

“Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.” (Mat 7:9-13).

Un campo importante de siembra, que está muy cercano en el corazón de Dios son las necesidades de los pobres, primeramente (pero no exclusivamente) los de la familia de la fe.

“¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.” (Isa 58:6-7).

“El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.” (Efe 4:28).

“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gal 6:10).

“A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.” (Prov 19.17).

“El que da al pobre no tendrá pobreza; mas el que aparta sus ojos tendrá muchas maldiciones.” (Prov 28:27).

En los pasajes de Efe 4:28, Prov 19:17 y Prov 28:27 se manifiesta evidentemente que los bienes, las riquezas y el dinero son un arma de guerra (no la única, pero importante por cierto) contra la pobreza, ya que siendo la pobreza uno de los resultados de la obra del diablo en las personas y en las naciones, todo lo que tienda a aliviarla, aminorarla, compensarla y/o suprimirla se convierte en una arma de guerra espiritual contra las obras del diablo y de las tinieblas.

Un campo de siembra muy importante, pero demasiadas veces relegado y/o ignorado en la práctica diaria del Cuerpo de Cristo es el que se refiere a los ministros de Dios.

“El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.” (Gal 6:6).

“Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo.” (2 Cor 9.11-12).

La creencia usual de los creyentes es que los ministros, al tener un salario asignado por las congregaciones (generalmente bajo en relación con puestos de responsabilidad equivalente en el mundo secular), deben estar más que suficientemente satisfechos. Pero nos olvidamos que ellos también tienen necesidades y derechos a futuro que solventar como la educación universitaria de sus hijos y el dejarles una herencia digna (si nosotros tenemos esa posibilidad y derecho, ellos también deberían tenerlo), el asegurar su futuro (generalmente no están involucrados en planes de jubilación ni de seguros médicos ni de seguros de vida), vacaciones, etc.

Lo mínimo que deberíamos procurar, como discípulos de esos ministros, es que ellos vivan en las mismas condiciones que nosotros, si no mejores aún. Recordemos que el discípulo no es superior a su maestro, y ello también debería aplicar en el ámbito del nivel de vida. En mi experiencia, ha sido muy triste ver en algunas congregaciones como los miembros llegan en vehículos, si bien no nuevos, por lo menos en buen estado, mientras que el Pastor y su familia llegan en bus, o a pie, con sus ropas dignas pero que se nota que están sobre-usadas, mientras que los miembros de la congregación muchas veces lucen ropa de marca, nueva o reciente.

Igualmente triste ha sido observar las condiciones en las que son enviados los misioneros de algunas congregaciones que teniendo los recursos suficientes para apoyarlos mejor, no lo hacen, y los envían con el mínimo necesario para sobrevivir.

No dudo que todos amemos a nuestros ministros, pero debemos llevar el amor un paso adelante, supliendo materialmente sus necesidades, y si ya están suplidas, dándoles más semilla para que ellos también puedan sembrar más abundantemente, de acuerdo con lo que nos enseña la Palabra de Dios. Recordemos, como antecedente, que en el Antiguo Testamento había una serie de ofrendas que el pueblo debía llevar para bendecir a los que ministraban en el templo.

Otro campo que no debemos descuidar es el de las ofrendas para la obra del Reino de Dios (apoyo de otros ministerios, campañas evangelísticas, construcción, proyectos especiales de la iglesia, etc.).

“Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos? ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.” (Mal 3:6-8).

“Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.” (Luc 21.1-4).

“Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.” (Luc 16:9).

“El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios.” (Hch 10:4).

Inversiones rentables y éticas de acuerdo a los principios de la Palabra de Dios, para generar más riquezas para Su Reino (generación de más semillas). Cuando un agricultor cosecha, no se come todo lo que cosecha. Aparta parte de la cosecha para utilizarla como semilla que genere más cosecha. Así mismo es en el Reino de Dios. Debemos apartar, bajo la dirección de Dios, semillas que vayamos a sembrar que sean generadoras de más riqueza y empleo para otros.

Recordemos que otra forma de combatir la pobreza no es solamente dándoles a las personas un “pescado” cada día para que se vuelvan dependientes de nosotros y pierdan su dignidad dada por Dios como personas responsables, diligentes y capaces, sino enseñándoles a “pescar” para que puedan proveer todos los días por si mismos y recuperar su dignidad como seres humanos. Y la forma más adecuada de enseñarles a pescar es generando los empleos suficientes para que puedan proveer para ellos y los de su casa. En consecuencia, usar los bienes, la riqueza y el dinero para generar empleos dignos y bien remunerados es una forma de utilizarlos como arma espiritual en contra de las obras de las tinieblas. Ya que tenemos una responsabilidad social que cumplir, dada por Dios (Prov 11:10-11), debemos procurar ser sabios y diligentes para que con la habilidad que Dios nos ha dado de hacer las riquezas, generemos muchos empleos.

“Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.” (Luc 19.13).

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.” (Mat 25:14-18).

Cuando, cuanto y como sembrar en cada uno de estos campos (excepto el de los diezmos que está claramente especificado en la Palabra de Dios), debe ser una oportunidad para entrar en intimidad con nuestro Padre Celestial y buscar su guianza y dirección para hacerlo, primero, porque El es el dueño exclusivo de todo el oro y la plata y nosotros solo somos sus administradores, y un administrador diligente busca las instrucciones de su patrón; segundo, porque es una oportunidad de demostrar nuestra dependencia hacia El, como nuestro Amo y Señor; y tercero, porque lo único que debemos desear siempre es hacer Su buena, agradable y perfecta Voluntad en todas las cosas, y para ello necesitamos su dirección específica en cada cosa que hagamos.

Los diezmos, las ofrendas y las siembras como acto de adoración.

Muchos en el Cuerpo de Cristo, mal influidos o con poco conocimiento del consejo completo de la Palabra de Dios, reniegan, critican, rechazan y hasta se molestan y se retiran, por las muchas formas posibles en que la Iglesia como Cuerpo de Cristo, pone a disposición de sus miembros oportunidades de sembrar en el Reino de Dios, y piensan que son formas en que les quieren sacar el dinero, sin darse cuenta que más bien son oportunidades que Dios está permitiendo de ser bendecidos por El.

Dios, como Padre amoroso, está deseoso de bendecirnos más de lo que ya estamos, no solo en el orden espiritual sino también en el orden material, y el camino de su bendición en lo material pasa por el cambio de actitud en nuestro corazón respecto a los bienes, las riquezas y el dinero, dejando de aferrarnos a ellos como fuente de seguridad, comodidad, identidad, felicidad, respeto, etc., y haciendo al Señor la única fuente de todas esas cosas.

En consecuencia, los diezmos, las ofrendas y las siembras debemos verlas no solo como la oportunidad de cosechar en el Reino de Dios sino también como la oportunidad de renovar nuestra mente y corazón y alinearlos con la mente y el corazón de nuestro Padre y Dios. Ese es el verdadero significado de los diezmos y ofrendas como acto de adoración. La rendición de nuestros pensamientos, ideas, sentimientos y actitudes respecto a los bienes, el dinero y la riqueza, delante de nuestro Buen Padre y Dios.

Y en ello estriba también la conversión de esas cosas en un acto y un arma de guerra espiritual: la proclamación de nuestra dependencia total de Dios como fuente de provisión para todas nuestras necesidades espirituales, emocionales y materiales, y el rechazo del diablo y todas sus artimañas mundanas y carnales para erigirse (a través del espíritu de mamón) como un falso proveedor de esas necesidades, y al hacerlo así, estamos disminuyendo su influencia sobre nosotros y sobre el mundo en el que vivimos.

AL SEÑOR DIOS TODOPODEROSO SEA TODA LA GLORIA, HONRA Y ALABANZA.


10 Nov 2008