Estudio Bíblico

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El Espíritu Santo. El poder del que nos quiere llenar.



La Palabra de Dios nos enseña claramente que el Espíritu Santo nos va a dar poder:

Hch 1:6-8. "Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.".

Como podemos ver en este pasaje, la promesa de Cristo a sus discípulos, y por intermedio de ellos, a todos nosotros es que recibiremos poder cuando haya venido sobre nosotros el Espíritu Santo. Ahora bien, ¿a qué poder se estaba refiriendo Jesús?

En primera instancia, el contexto de esta promesa está en la pregunta sobre el establecimiento del Reino de Dios en Israel, una cuestión externa, a lo que Jesús les responde que ese poder no les toca a ellos sino que es la sola potestad del Padre. Por lo tanto, el poder del establecimiento externo del Reino no era el poder del que Jesús les estaba hablando. Era del poder para establecer el Reino en sí mismos lo que Jesús les estaba diciendo. Y ello es evidente cuando vemos esta promesa a la luz del pasaje donde Jesús introduce al Espíritu Santo con sus discípulos en Jn 14:15-17:

"Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros."

Es evidente que en este pasaje se estaba refiriendo Jesús al poder interno para cumplir los mandamientos de Dios, que en esencia, constituye el establecimiento del Reino en nuestros corazones. Y ello es así porque no podemos colaborar con Dios a establecer Reino externo si previamente el Reino no es establecido plenamente en nosotros.

Un ejemplo claro de ello lo tenemos en la reprensión y advertencia que Jesús hace en Mat 7:21-23:

"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad."

Estas personas estaban manifestando el Reino de Dios externamente (profetizaban, echaban fuera demonios, hacían muchos milagros) pero no lo tenían establecido internamente porque no hacían la voluntad de Dios (esa es la esencia del Reino: que el Rey sea Rey plenamente sobre cada uno de sus súbditos).

El mismo mensaje les imparte Jesús a Sus discípulos cuando ellos regresan después de ir a predicar el Reino a diversos lugares:

"Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos." (Luc 10:17-20).

En otras palabras, aquello era importante (que los demonios se les sujetaran), pero ello no era nada si sus nombres no estaban escritos en los cielos (ser discípulos, cumplir sus mandamientos, que el Reino estuviera establecido firmemente en sus corazones).

En consecuencia, cuando Jesús da la promesa del poder del Espíritu Santo a sus discípulos en Hch 1:-8 era, en primer lugar, para ayudarlos a establecer el Reino en sus corazones, y por esa causa, ellos tendrían la autoridad moral de serle testigos frente a otras personas en todo lugar, porque verían en su forma de vida manifestado el Reino y querrían lo mismo para ellos tal como nos lo enseña Hch 2:41-47 que sucedió:

"Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos."

Como podemos deducir, entonces, el poder del Espíritu Santo opera en dos formas en nosotros: una interna para ayudarnos a cumplir sus mandamientos y establecer el Reino en nuestro hombre interior (hacer morir las obras de la carne en nosotros y ser guiados por el Espíritu Santo para manifestar el fruto del Espíritu, Rom 8:13-14, Gal 5:22-23), y otra externa para traer a otros al Reino, y la primera es más relevante que la segunda. De hecho, manifestar las señales de poder externas no implica necesariamente ser salvos, como lo manifiesta claramente el ejemplo de Judas que es el hijo de perdición: él fué parte de los doce que primeramente envió Jesús y luego de los setenta a los que se refiere el pasaje anterior, pero traicionó a Jesús. La asna de Balaam también es un buen ejemplo de ello: habló (profetizó) pero no por ello fue salva (Num 22:21-40).

Pablo, guiado por el Espíritu Santo pone las cosas en la perspectiva correcta en Efe 3:14-19:

"Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios."

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Efe 3:16. "Fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu".
• El primer tipo de empoderamiento que el Espíritu Santo quiere darnos es el poder del hombre interior, el poder de la transformación interior, el poder de la obediencia para ser y hacer lo que es agradable delante de Dios.
• Después de ello, y derivado de ello viene el poder exterior, el poder de hacer milagros, maravillas y señales. Ese poder fluye del hombre interior.

07 Abr 2016