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La importancia de seguir la dirección del Espíritu Santo.



La importancia de seguir la dirección del Espíritu Santo.
 
 
 
Neh 9:12-14. La nube y la columna de fuego.
 
“Con columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por donde habían de ir. Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos, y les ordenaste el día de reposo santo para ti, y por mano de Moisés tu siervo les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley.”
 
En el Antiguo Testamento, la columna de fuego y la nube son tipos del Espíritu Santo. A través de ellos Dios guió a Su pueblo en el camino por el desierto hacia la Tierra Prometida (aunque al final no quisieron seguir la dirección de Dios). Aún así, durante los siguientes 40 años, igualmente los dirigió por la columna de fuego y la nube, proveyéndolos de dirección sabia, junto con Su Palabra que recibieron por intermedio de Moisés en el Monte Sinaí.
 
Así como a ellos les proveyó de dirección en su momento, así mismo a nosotros, Sus hijos e hijas, no nos ha dejado sin esa dirección. Dios no solo nos ha dado Su Palabra como una dirección general, sino que además nos provee de dirección específica por medio del Espíritu Santo que viene a morar en nosotros en el momento de la salvación.
v Jn 14:16-17 (DHH). “Y yo pediré al Padre que os envíe otro defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con vosotros. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero vosotros lo conocéis, porque él está con vosotros y permanecerá siempre en vosotros.”
v Jn 16:12-13 (DHH). “Tengo mucho más que deciros, pero en este momento sería demasiado para vosotros. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oye y os hará saber las cosas que van a suceder.”
 
Así como la dirección de Dios a los Israelitas no cesaba ni de día ni de noche, así el Espíritu Santo está disponible con nosotros todo el tiempo para guiarnos. El problema que tenemos no es que el Espíritu Santo no esté con nosotros. El verdadero problema es que a pesar de que está con nosotros, no lo buscamos para que nos dé dirección, y si lo hacemos, es solo en cuanto a un número muy limitado de asuntos, y por lo general, cuando ya estamos metidos en problemas.
 
Las razones mas relevantes por las cuales no buscamos al Espíritu Santo son:
v Por ignorancia porque no lo conocemos en lo absoluto, o lo conocemos insuficientemente, y por ende no entendemos para que nos ha sido dado y lo consideramos solo como un “añadido” más a la salvación que tenemos en Cristo.
Ø Ose 4:6 (DHH). “Mi pueblo no tiene conocimiento; por eso ha sido destruido.”
v Por olvido.
Ø Jer 18:15. “Porque mi pueblo me ha olvidado, incensando a lo que es vanidad, y ha tropezado en sus caminos, en las sendas antiguas, para que camine por sendas y no por camino transitado.”
v Por menosprecio (no lo valoramos lo suficiente, o no consideramos importante valorarlo y conocerlo como debiera ser).
Ø Prov 8:32-36. “Ahora, pues, hijos, oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos. Atended el consejo, y sed sabios, y no lo menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas. Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová. Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los que me aborrecen aman la muerte.
v Por arrogancia (autosuficiencia, orgullo). Incurre en este pecado aquellos que no recurren al Espíritu Santo en busca de dirección porque creen que lo saben todo y que pueden con todos sus problemas y circunstancias de la vida; o aquellos que no recurren a Él porque saben que el Espíritu Santo les va a dirigir en una dirección diferente a la que ellos quieren ir.
Ø Prov 16:25. “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte.”
Ø Prov 8:13. “El temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco.”
 
No buscar Su dirección siempre, en todo asunto, es una tontera, además de menospreciarlo y un pecado.
v Es una tontera, porque teniéndolo de nuestro lado y a nuestra disposición (y Él así lo quiere), y siendo Él el Espíritu de sabiduría, consejo, ciencia, inteligencia y entendimiento, y conociendo todo lo que abra de venir, no recurrimos a Él y tomamos decisiones, la mayoría de las veces, al menos, no óptimas (aunque parezca que salieron bien).
v Es menospreciarlo, porque siendo Él Dios, queriendo ayudarnos y sabiendo todo lo que sabe, ni lo consideramos, no le damos ni su lugar ni su valor.
v Y pecado porque no recurrir a Él que es sabio, perfecto, que quiere lo mejor para nosotros, y recurrir a nuestros propios pensamientos, ideas y soluciones –siendo imperfectos--, es arrogancia, orgullo, soberbia. Y todas esas cosas son pecado y fuente de problemas, maldición y muerte.
 
Prov 1:29-33, entre otros muchos pasajes en la Escritura referentes a menospreciar o despreciar la Sabiduría (el Espíritu Santo), nos enseña: “Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos. Porque el desvío de los ignorantes los matará, y la prosperidad de los necios los echará a perder; mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal.”
 
Hay quienes, conocen al Espíritu Santo solo como hacedor de milagros y sanidades, como proveedor de unción para predicar, servir y liberar demonios, lo cual si bien es cierto es algo que el Espíritu Santo hace a través de nosotros, no es su función principal. Su función primordial es ayudarnos a vivir la vida cristiana, lo que implica conducirnos a reconocer el Señorío de Cristo para ser salvos (1 Cor 12:3), transformar nuestra naturaleza, dándonos una nueva (2 Cor 5:17) y ayudándonos todo el tiempo para crecer en la madurez de la vida cristiana para llegar a la plenitud de vida en Cristo, transformando nuestra alma, pensamientos, emociones y voluntad para conformarnos al carácter de Cristo. Y es en este punto, precisamente, donde somos más necesitados de Él y donde Jesús puso el énfasis cuando habló de la persona del Espíritu Santo a sus discípulos por primera vez:
v Jn 14:15-18. “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.”
v Jn 16:7. “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.”
v Jn 7:37-39. “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”
 
La dirección del Espíritu Santo no es solo para los asuntos religiosos, eclesiásticos o que tienen que ver con nuestra vida espiritual. El Espíritu Santo nos fue dado para guiarnos a toda verdad, para enseñarnos todo lo que habrá de venir. Para todo tiempo, lugar, circunstancia, situación, problema, etc. PARA TODO.
v Jn 16:16. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.”
v Jn 14:26. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
v Jn 16:13. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.”
 
Las instrucciones de Dios son: juicios rectos, leyes verdaderas y estatutos y mandamientos buenos, para nuestro bien. Dios en su infinita sabiduría y conocimiento del pasado, presente y futuro, sabe lo que no nos conviene, lo que nos aleja de una vida plena, y por Su Amor, nos dejó escritos en Su Palabra todos esos juicios, leyes, estatutos y mandamientos, para instruirnos en el camino en que debemos andar para que nos vaya bien en todas las áreas de la vida (Sal 1:1-3, 3 Jn 2). Y el Espíritu Santo es el enviado de Dios a nuestros corazones (Él mismo es Dios), para enseñárnoslos, recordárnoslos, esclarecérnoslos, empoderárnoslos para cumplirlos, y guiarnos para ponerlos por obra, porque nos ama y desea lo mejor para nosotros.
 
 
 
Sal 43:3-5. Luz y Verdad.
 
“Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.”
 
Lo primero que vemos en esta Escritura es que la Luz y la Verdad provienen únicamente de Dios, no de nuestras ideas, conocimientos, descubrimientos, etc. Provienen única y exclusivamente de Dios, y si lo que recibimos no viene de Él, no es Él el que nos está guiando a encontrarlo y no es para Su Gloria, muy probablemente, aunque sea un conocimiento acertado, nos va a hacer errar en el camino, y ello incluye todo, absolutamente todo, desde la Luz y la Verdad eclesiástica hasta la Luz y la Verdad científica, desde la Luz y la Verdad de la ordinario hasta la Luz y la Verdad de lo extraordinario.
v Prov 16:25. “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte.”
v 1 Cor 1:18-19. “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos.”
 
Y Dios está más que dispuesto a enviar Su Luz y Su Verdad por intermedio de Su Espíritu Santo a aquellos que verdaderamente la anhelan para vivirla, no solo para saberla sino para vivirla, tal como nos lo enseña a continuación este mismo pasaje: “Éstas me guiarán; me conducirán”.
v Jn 16:13. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.”
 
Sin esa condición previa, de anhelar la Luz y la Verdad para vivirla, no hay revelación de la Luz y la Verdad (eso sería equivalente a darle “perlas a los cerdos”: ¿para que se les va a dar si no la van a usar? ¿para que Dios se les va a dar sin con ello solo se añadiría pecado a sus vidas porque al que más se le da más se le demandará?).
v Mat 7:6. “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.”
v Sant 3:1. “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.”
v Luc 12:48. “Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.”
 
La condición previa implica la confianza total en Dios, la dependencia total de Él y de Su Palabra para guardarla, atesorarla y ponerla por obra, vivirla.
v Sal 37:3. “Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás (alimentarás) de la verdad.”
v Prov 3:5-8. “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová (el temor de Jehová es el principio de la sabiduría, Prov 1:7), y apártate del mal (nuestra propia opinión es el mal, Prov 16:25); porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos.”
 
Muy constantemente nos podemos encontrar con personas que nos comentan que “Dios no les habla” o “Dios no les revela” o cosas semejantes. A la luz de este pasaje, la cuestión está mal planteada; la cuestión real es: ¿Están dispuestas a escuchar y a obedecer, a caminar en esa Verdad y Luz que están buscando o solo la quieren como “adorno”, para lucimiento de su sapiencia o como información? Cuando estamos dispuestos a obedecer (vivir realmente bajo el Señorío de Cristo), Dios sin dudas nos va a enviar Su Luz y Su Verdad.
v 2 Tim 3:7. “Éstas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad (el conocimiento de la verdad implica practicarla)”
v Rom 1:21-23. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos (en lugar de poner en práctica lo que sabían se inclinaron por sus propios pensamientos e ideas, siguieron sus propios caminos), y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
 
Recibir la Luz y la Verdad de Dios por medio del Espíritu Santo implica la comunión e intimidad con Él. Solo allí Él traerá Su Luz a la Verdad (la Palabra) para que nosotros la entendamos, atesoremos y pongamos por obra.
v Sal 51:6. “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.”
v 1 Cor 2:9. “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
 
El mayor regalo que Dios nos ha dado después de la Salvación que tenemos en Cristo, es el regalo del Espíritu Santo. Él está allí para guiarnos, para conducirnos a una vida abundante, llena de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gal 5:22-23), llena de justicia, paz y gozo (Rom 14:17), llena de bendiciones (Deut 28.1-14, 3 Jn 2), plena (Col 2:9-10), libre de pecado, libre del mal (Rom 6:18, Rom 6:22), libre de fracasos y derrotas (Rom 8:35-37), llena de propósito (Efe 2:10). Rechazar o no aprovechar ese regalo es una de las peores tonteras que podemos cometer porque voluntariamente nos privamos de todo ello, principalmente que el Espíritu Santo está anhelante de guiarnos y conducirnos a ello.
v Sant 4:5-8. “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros...”
v Sal 143:8-12. Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma. Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; en ti me refugio. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás; por tu justicia sacarás mi alma de angustia. Y por tu misericordia disiparás a mis enemigos, y destruirás a todos los adversarios de mi alma, porque yo soy tu siervo.
 
Alguien puede decir que ello es demasiado difícil o no sabe como hacerlo, lo que denota únicamente una falta de conocimiento, porque andar en el Espíritu, ser guiado por Él, es una cuestión en la que nosotros, lo único que necesitamos hacer es dejar a un lado nuestras ideas, planes y métodos preconcebidos (hacer morir las obras de la carne), acercarnos en comunión y oración al Espíritu Santo, anhelarlo y buscarlo en nuestro corazón (acercarnos a Él), estar dispuestos a obedecer Su Voz (someternos a Él), y Él hará el resto: Él se acercará a nosotros para manifestársenos (para más información sobre el tema consultar el capítulo correspondiente a “Andar en el Espíritu”). Aún cuando al principio podremos cometer algunas equivocaciones por la falta de costumbre y porque nuestro corazón es engañoso, en la medida en que nuestro anhelo por Él sea genuino, Él se encargará no solo de resolver nuestras equivocaciones sino de revelársenos de una manera que no nos dejará ninguna duda de que es Él, porque Él no es Espíritu Santo de confusión sino de orden.
v Gal 5:16-18. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
v Rom 8:13. “porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.”
v Efe 4:17-22. “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente (sus ideas, sus planes, sus agendas), teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;... En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre (hacer morir las obras de la carne por el Espíritu que nos da el poder para ello), que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente (por la enseñanza y dirección del Espíritu Santo), y vestíos del nuevo hombre (obedecer la enseñanza y dirección del Espíritu) creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (según aprendemos la Palabra a lo cual nos aplicamos con la ayuda y dirección del Espíritu Santo).”
v 2 Cor 3:17-18. “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 1Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
 
Además de todos los beneficios que ya mencionamos de ser guiados y conducidos por el Espíritu Santo, hay uno en especial que menciona el pasaje de la Escritura que estamos estudiando, y que es que Él nos conduce “a tu santo monte, y a tus moradas”, lo que nos recuerda el Sal 91, “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” que implica una victoria segura contra todo lo malo y una seguridad en el disfrute de todo lo bueno, y para muestra un botón:
v Sal 91:15-16. “Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.”
v Sal 16:11. “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.”
 
No hay nada mejor que vivir a la sombra del Altísimo, que es exactamente a donde nos dirige cada día la dirección que el Espíritu Santo nos impartirá cuando le busquemos, le anhelemos, y estemos dispuestos a renunciar a nuestras ideas por las de Él.
 
Otro resultado de ello es que viviremos, y manifestaremos, en nuestra vida alegría y gozo, porque tendremos un encuentro permanente con nuestro Dios que es el Dios de la alegría y del gozo, lo que contrasta con la expresión y la manifestación de vida de muchos y muchas creyentes, y aún ministros del Señor, que pareciera que están cargando el mundo sobre sus hombros, con rostros serios, sin alegría, con una vida ritualistica pero sin dinamismo, cansados y hasta agotados, que hacen un gran esfuerzo en vivir su vida cristiana como que el esfuerzo fuera la señal bíblica de la espiritualidad, y que son la expresión contraria de lo que nos enseña Mat 11:28-30 que es el propósito de Dios para nosotros:
v “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”
 
Y otro resultado de la dirección del Espíritu Santo, debido a todos los resultados que ello reporta a nuestra vida, es que viviremos una vida de alabanza y adoración genuinas, en espíritu y en verdad, que saldrá de nuestro corazón agradecido espontáneamente, en todo lugar, en todo momento.
Cuando todo ello sucede, que buscamos y seguimos la dirección del Espíritu Santo, el abatimiento, la tristeza, la frustración, el negativismo, y todos esos sentimientos negativos que tratan de oprimir nuestro corazón, no solo no tendrán razón de ser sino que vivirán alejados de nosotros. Por ello el salmista exclama: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?” La respuesta a ello está en esperar en Dios y alabarle porque Él es nuestra Salvación y nuestro Dios y Él obrará para darnos la victoria en cualquier circunstancia de la vida. Es en esa espera y alabanza, a las cuales el Espíritu Santo también nos dirige con mucha frecuencia, en donde está nuestra fortaleza frente a las adversidades. Espera que no es pasiva sino activa, alabando al Señor y escuchando Su voz a través del Espíritu Santo y haciendo solamente lo que Él nos indique:
v Isa 30:15. “Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis,”
v Fil 4:6-7. “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
 
 
 
Otros pasajes de las Escrituras para meditar acerca
los beneficiosy bendiciones de ser guiados por el Espíritu Santo.
 
 
Sal 73:23-24. “Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria.”
v El Espíritu Santo, en sentido figurado para hacernos ver el cuidado y la delicadeza que tiene con nosotros para guiarnos, como si fuéramos bebes o niños pequeños, nos toma de la mano, con paciencia y comprensión, mientras aprendemos a dar nuestros primeros pasos con Él, y aún cuando ya hayamos aprendido a darlos, Él seguirá con nosotros, tomándonos de la mano y guiándonos con Su consejo y Su sabiduría hacia el cumplimiento del propósito de Dios para con nosotros: que tengamos vida y vida en abundancia (Isa 46:4, NVI).
v Y lo hará durante toda la duración de nuestra vida terrenal, y más allá aún, guiándonos en la transición de la vida terrenal a la vida eterna, y en la vida eterna (Sal 48:14).
 
 
Sal 78:53-55. “Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor; y el mar cubrió a sus enemigos. Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó su mano derecha. Echó las naciones de delante de ellos; con cuerdas repartió sus tierras en heredad, e hizo habitar en sus moradas a las tribus de Israel.”
v El Espíritu Santo nos guía con seguridad porque Él, como Dios es Omnisciente, y sabe a donde nos dirige, al cumplimiento de los planes de bien que Dios ha diseñado para nosotros para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29:11) para que nuestra vida vaya en aumento cada día como la luz de la aurora (Prov 4:18).
v Y nosotros, por ello, podemos entregarnos totalmente en sus manos sin temor, además de que Él nos ha dado un espíritu de poder, amor y dominio propio, no de cobardía (2 Tim 1:7).
v Él nos guiará no solo hasta el inicio de esos planes sino que nos guiará a través de todos ellos hasta que lleguemos al final y obtengamos la vida abundante que Dios quiere y tiene para nosotros (Jn 10:10), perfeccionándonos cada día hasta el día de nuestro paso a la Eternidad (Fil 1:6).
 
 
Sal 139:1-10. “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.”
v El Espíritu Santo, como Dios, es Omnisciente. Él lo sabe todo, pasado, presente y futuro, no solo de los planes de Dios para nosotros, sino aún de nuestras vidas y de nuestro ser interior.
v Él conoce nuestras debilidades, fallas, limitaciones, incapacidades, etc., (Sal 103:14) y porque las conoce, nos guía no solo para superarlas, sino tomándolas en cuenta y dándonos el poder para pasar por encima de ellas para que no sean ningún obstáculo para que alcancemos los propósitos de Dios para nosotros (Job 28:2, 2 Cor 12:9m Jer 18:2-6).
v Él no solo nos guía, va delante de nosotros, para guiarnos, sino que también nos rodea completamente para protegernos de cualquier ataque del enemigo que quiera utilizar nuestras debilidades y fallas en contra de nosotros (Isa 58:8, Sal 34:7, Isa 54:17) para impedirnos alcanzar la vida abundante (Jn 10:10).
v Él Espíritu Santo es el equivalente a un tatuaje en la piel: no podemos hacer nada para quitárnoslo, para desaparecerlo, para borrarlo. Así el Espíritu Santo estará con nosotros todo el tiempo, ya sea redarguyéndonos con respecto a nuestras faltas y pecados, fortaleciéndonos en lo que respecta a nuestras debilidades, guiándonos según nuestras fortalezas, pero siempre, llevándonos adelante hacia el cumplimiento del propósito (2 Cor 1:22, Efe 4:30, Cant 8:6).
v Él no se va a dar por vencido con nosotros; no se va a rendir; no hay ninguna cosa creada que lo pueda separar de nosotros, una vez que lo hemos recibido en nuestro corazón. Él va a estar siempre con nosotros, literalmente “persiguiéndonos”, guiándonos y sosteniéndonos para que caminemos en pos de Él porque nos ama tanto que la posibilidad de dejarnos le es imposible (Sant 4:5).
 
 
Isa 42:16. “Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé.”
v El Espíritu Santo es el que da vista a los ciegos (Luc 4:18-19), y nos alumbra el camino a nosotros que no vemos (Sal 119:105, Job 29:3, Sal 112:4, Sal 139:11) y nos enseña a caminar por caminos que no hemos conocido (1 Cor 2:9-10).
v Y no solo nos alumbra el camino, nos lo hace fácil, aplanando los montes, llenando los abismos, abriendo calzada donde no la hay (Isa 49:11, Prov 15:19, Isa 62:10, Isa 35:8).
v El Espíritu Santo no nos dejará ni nos desamparará, siempre estará con nosotros (Jn 14:16, Sal 94:14, Neh 9:31, 2 Cor 4:7-9).
 
 
Isa 49:10-11. “No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas. Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.”
v El que el Espíritu Santo nos guíe no implica que no vamos a atravesar por situaciones de dificultad. Lo que significa es que Él estará con nosotros para guiarnos a salir de ellas.
v Además, nos facilitará el camino (allanará los montes y los caminos serán aplanados para que no sean difíciles para que los transitemos).
 
 
Rom 2:4. “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”
v El Espíritu Santo siempre que nos equivoquemos, erremos, pequemos, etc., nos va a dirigir al reconocimiento de ello, al arrepentimiento y a la confesión y perdón de nuestros pecados. Eso es lo que significa en realidad “contristar al Espíritu Santo”: que Él, por el amor que nos profesa, no nos dejará en paz hasta que nos volvamos a Dios en arrepentimiento por el pecado que hayamos cometido.
 
 
Rom 8:12-17. “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”
v El ser guiados por el Espíritu produce calidad de vida en nosotros, en tanto que el no ser guiados por Él (ser guiados por nuestros propios caminos), produce muerte (Prov 16:25).
v El Espíritu hace morir todo el pecado en nosotros (no solo la transgresión de los mandamientos prohibitivos de Dios, sino la falta de cumplimiento de los mandamientos proactivos, el hacer las cosas no por fe, y el no ser guiados por el Espíritu Santo).
v Los que viven como hijos e hijas de Dios, los que verdaderamente disfrutan de ese privilegio y de todos los beneficios que ello implica son los que son guiados por el Espíritu Santo. Los que siendo hijos no son guiados por Él son como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo: legalistas, sin disfrutar de los beneficios, etc.
v El Espíritu que nos ha sido dado es la señal de que hemos sido hechos hijos de Dios. Cuando vivimos guiados por el Espíritu Santo no solo reconocemos ese hecho sino que nuestro corazón se desborda en agradecimiento, alabanza y adoración a nuestro Padre (Abba Padre) y el Espíritu Santo nos dirige y guía a disfrutar de la herencia de todas las cosas que Dios nos ha concedido como parte de la vida eterna (bendiciones, experiencias, revelaciones, etc.).
 
 
Apo 7:17. “porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.”
v Eso que el Cordero y Dios harán en la eternidad por nosotros, hoy lo hace el Espíritu Santo que mora en nosotros.
 
 
 

07 Abr 2016