Estudio Bíblico

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Servicio, caracterización 02 (apuntes).



1 Sam 12:24.


Recordatorio.
El servicio tiene una parte importante y fundamental para alcanzar la madurez, el propósito y la bendición plenas de Dios.
Ahora bien, en la iglesia se habla mucho de servicio, pero por las evidencias prácticas y su comparación con lo que la Biblia dice al respecto, podemos decir que en muchos lugares y para muchas personas que creen estar sirviendo, el servicio ha perdido su esencia bíblica convirtiéndose en:
Un servicio al líder, la iglesia y la denominación, pero no a Dios.
Un lugar para figurar.
Un favor que le hacemos al pastor, la iglesia y hasta a Dios.
Una forma de obtener autoridad y poder.
La búsqueda de identidad, reconocimiento, aceptación, sentirse alguien.
Competencia para alcanzar reconocimientos.
Etc.


Por ello es necesario revisar algunos de los fundamentos del servicio bíblico (generalmente hoy solo se menciona Mar 10:42-45 como fundamento, que es importante, pero que no constituye el único fundamento bíblico para el servicio), de tal manera que recupere su esencia, su propósito y su sentido, de acuerdo a la voluntad de Dios, que es la única forma en que nuestro servicio sea aceptable a El (Mat 7:21), porque según nos enseña la Biblia, si nuestro servicio no está siendo conforme a la voluntad de Dios, no importa que esté produciendo resultados, no va a ser aceptable delante de El.

Por el estudio del pasaje de Isa 41:9-10 concluimos que, para nosotros los creyentes, el servicio:
No es una opción, es parte esencial del propósito de Dios para nuestras vidas.
No es una obligación (ley, impuesta) sino una respuesta voluntaria de amor a Su obra en nosotros.
Es una respuesta de la nueva naturaleza que El nos ha dado y ha puesto en nosotros.
Una responsabilidad voluntariamente asumida de hacerlo bien y cada día mejor para El.
En suma, el servicio es una parte fundamental del estilo de vida del creyente, de tal manera que toda situación que enfrentemos en nuestra vida, en cualquier lugar donde estemos, es, en principio, una oportunidad de servirle a El, de mostrarles Su amor y Su carácter a otros, de cuidar y desarrollar Su creación. Para ello, El nos proporciona las fuerzas necesarias para desarrollarlo, siempre nos ayudará, sostendrá y fortalecerá para lograrlo, para que no desmayemos en ningún momento. Y obviamente, si vivimos bajo Su voluntad, sirviendo, las bendiciones de El nos alcanzarán (Mat 6:33, Deut 28:1-14).


1 Sam 12:24.

Servir de todo corazón: agradecimiento y temor de Dios.
En este pasaje, la Palabra nos reafirma la necesidad de servir a Dios de todo corazón, sinceramente y por agradecimiento, pero también nos enseña algo adicional: que nuestro servicio necesita ser hecho con temor a Dios, y temor a Dios no solo implica reverencia y respeto, sino también obediencia y santidad e implica no solo cuestiones subjetivas sino que se evidencia en cuestiones concretas.

Deut 6:13. “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.”
Deut 10:20. “A Jehová tu Dios temerás, a él solo servirás, a él seguirás, y por su nombre jurarás.”
Deut 13:4. “En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis.”

Aprecio del privilegio, honor y responsabilidad que implica.
En primer lugar, implica tener un alto aprecio al privilegio, honor y responsabilidad que Dios nos ha concedido de servirle a El, al prójimo y a Su obra en medio de los tiempos. Y ello conlleva el hacerlo con y por amor, voluntariamente, con gozo y hacerlo con nuestra mayor dedicación, esfuerzo, efectividad, eficiencia y capacidad. En suma, hacerlo de la mejor manera posible.

De acuerdo a Su Voluntad.
En segundo lugar, implica hacerlo de acuerdo a Su voluntad (Mat 7:21). No se trata de hacer cualquier cosa, sino hacerla bajo la dirección de Dios (Rom 8:14). En este punto es importante decir que hay que hacerlo de acuerdo al llamado que Dios nos ha hecho y a los dones que El nos ha impartido, y que tenemos la plena certeza y convencimiento de que es el llamado de Dios para nosotros, lo que implica que no vamos a tener un más alto concepto de nosotros que el que debemos tener (Rom 12:3-5), que si nuestro llamado es a ser ayuda en el ministerio de diaconía no vamos a pretender ser los jefes de los diáconos; o si el llamado es a ser ancianos no vamos a pretender ser los pastores de la iglesia; si nuestro llamado es a ser pastores, no vamos a pretender ser apóstoles; o si nuestro llamado es a ser parte del coro de la alabanza, no vamos a pretender ser reconocido como los líderes de ella, o si es a ser músicos, no vamos a pretender ser los directores de la banda, etc.

Sabiduría.
En tercer lugar, implica hacerlo con sabiduría (porque el temor de Dios es el principio de la sabiduría, y el temor Dios nos lleva al conocimiento de El (Prov 1:7, Prov 2:5). Y sabiduría es actuar todo el tiempo según lo que nos enseña la Palabra de Dios, poniéndola por obra y no solamente siendo conocedores u oidores de ella. Y ello nos lleva a la búsqueda creciente de la obediencia a Dios y a Su Palabra, y por ende, a la búsqueda de la santidad sin la cual nadie verá al Señor (Heb 12:14, 1 Ped 1:13-16). Un servicio sin obediencia y sin santidad a Dios es como fuego extraño que ofrecemos delante de El. Técnicamente puede estar bien, puede producir resultados en las otras personas porque Dios tiene misericordia de ellas y El respalda Su Palabra y Sus dones (no a nosotros necesariamente), pero no agradarle a Dios como sucedió con Nadab y Abiú (Lev 10:1-3), que a pesar de haber echo lo correcto echando incienso en los incensarios, no estaban ni santificados ni les correspondía hacer ese servicio (vrs. 3), no tuvieron temor del Señor sino que tomaron su servicio como cosa ligera, y sufrieron inmediatamente las consecuencias. Puede que hoy, por Su gracia y misericordia, si prestamos un servicio conforme a nuestras fuerzas, por motivos equivocados y/o metiéndonos en un llamado y/o don que no nos fuera asignado por el Señor, no suframos las consecuencias inmediatas, pero tarde o temprano, tendremos que afrontarlas (Mat 7:21-23).

En sujeción y obediencia.
En cuarto lugar, implica servir en sujeción y obediencia a la autoridad delegada de Dios (Rom 13.1-2). No podemos prestar un servicio agradable a Dios si en nuestro corazón hay una actitud de rebelión en contra de la persona a la que Dios ha permitido que esté en un puesto de autoridad respecto a nosotros. Rebelarnos contra la autoridad delegada de Dios es rebelarnos contra Dios mismo y ello implica atraer condenación hacia nosotros. Por otro lado, el servicio a Dios siempre (o casi siempre) pasa por el servicio a una autoridad delegada por Dios, aunque sea no creyente (José a Potifar, el jefe de la cárcel y Faraón; Nehemías a Artajerjes; Josué y Caleb a Moisés, Elías a Eliseo, Samuel a Eliú, David a Saúl, Pablo a Bernabé, Pedro y Juan a Jesús, Timoteo a Pablo, etc.).

En este punto hay que hacer algunas aclaraciones, porque el tema de la sujeción y la obediencia a la autoridad delegada de Dios, en parte por la rebelión derivada de la vieja naturaleza que todavía está anidada en la carne, y en parte por el abuso que algunos han hecho acerca de la autoridad que les ha sido delegada, en muchas personas produce inquietud y desasosiego. Sujeción implica el respeto a la autoridad delegada de Dios pero no el servilismo, la obediencia ciega ni la “adoración” (o endiosamiento) por encima de otras personas y menos de Dios (Hch 5:29, Mat 4:8-10). Significa obedecer a la persona que Dios ha puesto como autoridad delegada hasta y en tanto no implique pecar en contra de Dios, tolerar o hacernos de la vista gorda en cuanto a su pecado, recibir maltrato, manipulación o ser controlado. Por otro lado, la autoridad delegada implica ser una autoridad que esta en sujeción a Dios (Efe 5:21, Ecle 5:8), protege, sirve, forma, instruye, enseña, cuida y ama al que está en sujeción (Efe 5:22-33, Mat 20:25-28). Sin embargo, en ningún caso, a falta de las cualidades de la contraparte, la Biblia nos enseña a rebelarnos porque la rebelión es abominable a los ojos de Dios (1 Sam 15:23). Podemos apartarnos de esa autoridad para protegernos y proteger nuestro corazón, pero no rebelarnos ni hacerle mal. El caso de David está claro, se apartó de la autoridad delegada por protección, pero en ningún momento hubo falta de respeto, rebelión, resentimiento, deseo de venganza o de mal contra Saúl, menosprecio, murmuración, crítica, chisme, etc. (1 Sam 24:6, 1 Sam 24:10, 1 Sam 26:9, 1 Sam 26:11).

26 Mar 2016