Estudio Bíblico

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Las autoridades que necesitamos elegir.



LAS AUTORIDADES QUE NECESITAMOS ELEGIR.
(La importancia espiritual de las elecciones).
 
 
 
Introducción.
 
Muchas personas tienen la idea que la elección de autoridades es simplemente escoger a una persona para que ejerza una función pública, dependiendo de su simpatía, capacidad de convencimiento, promesas, preparación, cancioncitas, etc. Sin embargo, todo lo que sucede en la tierra tiene un significado espiritual (Heb 11:3), y por la autoridad que Dios nos ha dado como Iglesia (Mat 16:18-20) todo lo que hagamos en la tierra tendrá un efecto en lo espiritual. Entonces, sin lugar a dudas podemos deducir que así como todo lo que sucede en los cielos se refleja en la tierra, lo que sucede en la tierra tiene un efecto espiritual. Por lo tanto, más allá del significado natural de las elecciones (elegir un gobierno para un período determinado) necesitamos comenzar a comprender, bajo la dirección de la Palabra y del Espíritu Santo, el significado espiritual de las elecciones que se avecinan (1 Cro 12:32) y sus efectos espirituales, para saber lo que tenemos que hacer y comunicarlo a nuestros hermanos.
 
 
 
El Reino de Dios ahora.
 
Hay algunas corrientes teológicas que están fuertemente apegadas en el Cuerpo de Cristo que consideran que el establecimiento del Reino de Dios en la tierra será hasta que Cristo venga por segunda vez y que la iglesia en este tiempo no tiene nada que hacer al respecto, más que salvar personas. Sin embargo, nosotros no estamos de acuerdo con esa posición teológica porque bíblicamente no es sustentable. En la oración del Padre Nuestro (Mat 6:9-10) el Señor Jesucristo nos enseña a orar por las cosas presentes: “danos hoy nuestro pan de cada día”, “perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, “no nos metas en tentación y líbranos del mal”. En el principio de esa oración Jesús también nos enseñó a orar “Venga tu Reino, hágase tú voluntad en la tierra (no solo en las personas, sino en la tierra, en todas las cosas, en todo lo que hay en ella) como en el cielo”. Por el contexto, la venida del Reino, el que se haga Su voluntad en la tierra, es una oración para el tiempo presente, y para una respuesta en el presente inmediato, no en el futuro lejano, como también lo es la provisión de comida, perdón y protección del mal. Si bien Cristo establecerá Su Reino Milenial en la tierra después de su segunda venida, a nosotros nos toca construirlo o establecer el Reino de Dios en este tiempo, para que en Su Segunda Venida, El lo perfeccione.
 
Por ello la Palabra también nos enseña en Mat 6:33 a buscar el Reino de Dios y su justicia. La justicia del Reino, como nos lo enseña la Palabra desde Génesis hasta Apocalípsis, es una cuestión tanto espiritual (la justificación por la fe) como una cuestión social (amar al prójimo, no solo de labios sino con obras de justicia y misericordia, Mat 22:36-40, Mat 7:12, Luc 10:25-37, Sant 1.27, Mat 25:31-46, etc.), una justicia que se concreta en paz y gozo (Rom 14:17).
 
El Reino de Dios necesita ser establecido hoy, aquí en la tierra, y en lo que nos compete a nosotros, aquí en Guatemala. Y nosotros, como co-laboradores de Dios (1 Cor 3:9, 2 Cor 6:1), como Su Cuerpo (manos, pies, etc.) somos los “instrumentos” que El va a usar para establecerlo. Ello implica que si nosotros no lo hacemos, El no lo va a hacer. ¿Por qué? La figura del cuerpo humano, que Dios utiliza para enseñarnos acerca de Su Iglesia es muy aleccionadora. La cabeza puede querer algo, planear algo, pero si el cuerpo no lo lleva a cabo se queda en intenciones, en deseos, pero no se concreta. De la misma manera, nuestra Cabeza, Cristo, quiere establecer Su Reino sobre toda la creación (Col 1.18-20) pero si nosotros no participamos con El en ese plan, no se va a poder realizar, por ello la Palabra nos enseña claramente que El está sentado a la diestra del Padre hasta que todos sus enemigos (la injusticia, la pobreza, la violencia, la corrupción, la opresión, la codicia, etc.) sean puestos por estrado de sus pies (Heb 10:12-14) y son los pies (nosotros, la Iglesia) los que se ponen encima de esos enemigos. Por ello la Biblia también nos enseña que toda la creación, que está corrompida por el pecado (injusticia, pobreza, violencia, corrupción, opresión, codicia, etc.) está esperando la manifestación de los hijos de Dios (la Iglesia) para ser redimida de la corrupción a la que fue sometida por el pecado (Rom 8:19-21). Para ello el Señor Jesucristo nos salvó y nos limpió de nuestros pecados y nos hizo reyes (gobernar) y sacerdotes (conocerle a El y Sus planes) (Apo 1:5-6, Apo 5:9-10) para que proclamemos (manifestemos) las virtudes de El (justicia, prosperidad, paz, honestidad, libertad, liberalidad, etc.) (1 Ped 2:9-10) en la tierra y esas virtudes sean contagiadas a toda la sociedad y creación (Mat 5:13-16, Mat 13:33). Así como Su redención (pasar de las tinieblas a la luz) vienen de El hacia nosotros, así esa redención debe pasar de nosotros al resto de la Creación (2 Cor 5.17-18). Ese es el método de Dios, y como El no cambia, ese será el método hasta que la Iglesia se levante y ponga a todos esos enemigos suyos y del Reino bajo sus pies (los domine, los venza, los tenga bajo control, los limite a su mínima expresión). Entonces, vendrá Cristo por segunda vez, por una Iglesia vencedora que le entregará a Sus pies el poder (gobierno), la honra (medios de comunicación), las riquezas (los negocios, la economía, la producción), la fortaleza (familias funcionales), la sabiduría (la educación, la ciencia, la tecnología), la gloria (la religión) y la alabanza (las artes) como su dote para las Bodas del Cordero (Apo 5:12) que le corresponden solo a Cristo porque por El fueron creadas, son de El y para El, pero que por causa del pecado en el que incurrió la humanidad (Gen 3) fueron usurpadas por el enemigo, pero que la Iglesia, como nueva humanidad, recuperará para Su dueño original (los seres humanos las echaron a perder, los seres humanos nacidos de nuevo las recuperaron. El primer Adán abrió las puertas de la muerte a toda la humanidad, el Segundo Adán (Cristo) abrió las puertas de la vida (la primera humanidad caída entregó todas las cosas de las manos del diablo, la nueva humanidad (los nacidos de nuevo, la Iglesia) las recuperará y las pondrá en las manos de Cristo (1 Cor 15:45-50). Cristo, entonces, vendrá por Su Iglesia (Hch 3:21), cuando todas las cosas hubieran sido puestas por estrado de sus pies y sido restauradas al plan original de Dios (Hch 3:21), para que El las termine de perfeccionar.
 
 
 
Capacitados y llamados para ejercer productividad y gobierno.
 
En consecuencia, nosotros los hijos y las hijas de Dios somos llamados por Dios, no solo para ser salvos y disfrutar de sus bendiciones, sino para establecer Su Reino en la tierra en todas las dimensiones de nuestra vida y ello implica en el ámbito de lo social también. Y para ello, es necesario tener influencia y poder, ejercer gobierno en esos ámbitos de la vida. Y Dios sabe esa necesidad, y la suple. Cuando Dios hizo al ser humano lo puso en el jardín para que lo labrara y lo cuidara (la primera es una tarea de orden productivo y la segunda de gobierno, Gen 2:15). En Gen 1:27-28, como pareja, Dios bendice a Adán y a Eva y les da cinco mandatos: fructificar, multiplicar, llenar, y sojuzgar y señorear (las primeras tres son de orden productivo y las otras dos son de gobierno). El ser humano, por creación, está diseñado para gobernar, en primer lugar, sobre su propia vida, dentro de una familia, en su lugar de trabajo, en su comunidad, en su ciudad, en su nación, partiendo del ámbito más cercano (su propia persona) hasta llegar al ámbito más lejano (la ciudad, la nación). Eso es lo que nos enseña Prov 16:32, cuando nos dice que mejor es el que se enseñorea (gobierna) de su espíritu que el que toma (gobierna) una ciudad. De hecho cada persona, sin importar su situación de edad, ubicación, estudios, etc., tiene un nivel de dominio y un ámbito de influencia: el niño, sobre el ámbito de sus estudios; el joven, sobre sus estudios, su carácter, su área de trabajo; el ama de casa sobre la administración del hogar y la formación de sus hijos; el esposo en la dirección, provisión, cuidado y enseñanza de su familia; el trabajador sobre sus finanzas, sus relaciones con otros compañeros de trabajo y su área de trabajo, etc. Y en el caso de los redimidos (la Iglesia) ese mandato y esa capacidad se reafirma, amplia y fortalece aún más porque el Señor no solo nos limpia y redime de nuestros pecados sino que además nos hace reyes (gobierno: producir y administrar) y sacerdotes (conocer Su voluntad, tener comunión con El, interceder por otros, ser guiados por Su Espíritu en el ejercicio de esas tareas, etc.).
 
Cuando ejercemos esas áreas de gobierno en los diversos escenarios o dimensiones de nuestra vida, de acuerdo con los principios de Dios, se producen por lo menos tres situaciones: la primera, es que el Reino (gobierno) de Dios es establecido sobre nosotros y esa área; segundo, que como resultado de ello, nuestras relaciones, gobernadas por los principios de Dios, cambian y se van perfeccionando y convirtiendo en relaciones cada vez más justas, que traen justicia, paz y gozo para nosotros y para quienes nos rodean (Rom 14:17). Y tercero, seremos promovidos a otras posiciones de autoridad y gobierno desde donde podremos influír más ampliamente para que el Reino de Dios siga creciendo y estableciéndose (Mat 25:14-30), y sumado a la influencia de otros hermanos y hermanas en Cristo en la misma tarea, la influencia llevará a la transformación de lugares de trabajo, barrios, ciudades y naciones (Prov 11:10-11).
 
 
 
El fundamento del gobierno y la política.
 
Una primera conclusión que podemos extraer de lo anterior es que el ser humano está diseñado, y no solo diseñado sino llamado, para ejercer gobierno como resultado de la imagen de Dios en él, y recordemos que Dios es el Gobernante, el Rey de todo el Universo. Por otro lado, la política es el arte del ejercicio del gobierno para el bien común, y los principios que la sostienen y alimenta para su ejercicio adecuado, efectivo y productivo son los principios que emanan de Aquel que por toda la eternidad ha gobernado, gobierna y gobernará el Universo, Dios. Si el gobierno y la política fueran pecado (como sostienen aún muchos hermanos y hermanas en la fe, de manera equivocada y sin sustento bíblico), Dios sería el mayor pecador que existe (y no lo es) porque en Su conducción del Universo el ejerce el gobierno y la política. Lo que sucede, es que por nuestra negligencia y mala comprensión del mensaje del Evangelio los hijos e hijas de Dios abandonados el campo de la política y del gobierno que quedó en manos de gente sin temor de Dios, que teniendo entenebrecida la conciencia para hacer cosas que no convienen (Rom 1.18-31) las corrompieron, pero toca a los hijos e hijas de Dios recuperar la influencia en esa área tan importante de la vida y traerla a los pies de Cristo para que El Señoree sobre ella (Rom 8:19-21, Col 1.18-20, Efe 1:9-10, Rom 11:36) como sobre todas las cosas que están en los cielos y en la tierra.
 
 
 
La redención de la política y el gobierno.
 
Como lo mencionamos anteriormente, la política como el gobierno y el resto de la creación están esperando la manifestación de los hijos e hijas de Dios para ser redimidos, libertados, de la esclavitud a la que fueron sometidas por causa de la corrupción del pecado (Rom 8:19-21, Col 1.18-20). El enfoque de la política y el ejercicio del gobierno en el bien común (redención) solo es posible cuando es ejercida por personas cuyo estilo de vida es el amor (no el egoísmo). Y la fuente del amor es Dios (1 Jn 4:8) y el amor de El ha sido derramado en los corazones de aquellos y aquellas que han aceptado Su justicia (Rom 5:5). Por lo tanto, la política, para cumplir el propósito para el que fue diseñada, necesita de hombres y mujeres llenos del amor de Dios, que ejerzan los principios de gobierno establecidos por Dios en Su Palabra para alcanzar el bien común. La sabiduría de El para el ejercicio del Gobierno y de la política está al alcance de aquellos que le han recibido, que creen en Su Nombre (Jn 1:12) los que han sido despojados del velo que cubría los ojos de su entendimiento para que no les resplandeciera la luz de la Palabra, porque las cosas de Dios son locura para el hombre natural y no las puede entender (1 Cor 2:14). Y eso es precisamente lo que nos enseña la Palabra de Dios en Prov 29:2: cuando los justos (los que han aceptado la justicia de Dios y el gobierno de Dios sobre sus vidas) gobiernan, la ciudad es engrandecida, pero cuando lo hacen los impíos (los que no han aceptado la justicia de Dios y el gobierno de Dios en sus vidas) la ciudad es trastornada. Adicionalmente a lo anterior, los y las creyentes, que han sido redimidos por Cristo de la maldición de la ley y hechos herederos de la promesa a Abraham (Gal 3:13-14) por la fe en Cristo, tienen un claro llamado a ejercer gobierno sobre las áreas en las que Dios les ha dado influencia en su vida, que para algunos hermano y hermanas podría implicar bendecir sus naciones ejerciendo tareas políticas y de gobierno. La promesa a Abraham implicaba que de su descendencia saldrían reyes que gobernarían naciones (Gen 17.6). Por otro lado, siendo redimidos de la maldición de la ley, esta vigente para nosotros la bendición de la ley, que claramente nos indica que los hijos e hijas de Dios serán cabeza, no cola, irán delante y no detrás (Deut 28:13).
 
Hay un pasaje en la Palabra que es muy conocido y que, por lo general, todos lo usamos cuando se trata de enseñar acerca del servicio, principalmente en la Iglesia. Ese pasaje es Mar 10:42-45. Cuando analizamos detenidamente ese pasaje, el contexto del mismo no se refiere al servicio en la Iglesia, que también aplica, sino a un contexto más amplio, el contexto del gobierno de una nación, indicándonos que los que gobiernan sobre ellas (que no son de Jesucristo) se enseñorean y ejercen potestad sobre ellas (en un sentido negativo, no para el bien común) pero que entre sus seguidores no será así, lo que implica que cuando un seguidor de Cristo ejerza el gobierno de alguna nación lo hará para servir a los demás, no para servirse de ellos, no para engrandecerse a sí mismo, ni para ser el primero en preeminencia o beneficio. Del entendimiento de este principio fue que en los tiempos de la Reforma, cuando a la luz de la influencia de la Palabra de Dios fueron transformados los gobiernos de las naciones que abrazaron la Reforma en Europa, se establecieron las posiciones de “Primer Ministro”, que equivalía a decir “Primer Servidor”.
 
Tanto Gen 1:28, Prov 29:2, Mar 10:42-45, Mat 20:25-28, etc., nos indican claramente que los y las creyentes tenemos un claro llamado a gobernar aplicando los principios bíblicos, en las área de influencia en las que Dios ha permitido que estemos ubicados (Hch 17:26-28, persona, familia, trabajo, comunidad, municipio, nación, etc.). Podemos decir, con suficiente base bíblica de respaldo (no solo los pasajes que hemos mencionado, sino la vida de José, Moisés, Josué, los Jueces, David, Salomón, Nehemías, Ester, Mardoqueo, Zorobabel, Daniel y sus tres amigos, etc.) que el ejercicio de la política y el gobierno bajo los principios de la Palabra de Dios (redimidos) constituyen un llamado de Dios de igual importancia y características, aunque en un ámbito diferente, que el llamado a un oficio eclesiástico. De hecho, uno de los dones de gracia que menciona la Palabra en Rom 12:8, que Dios distribuye entre los miembros de Su Cuerpo es el don de presidir (gobernar) y la Palabra no limita el ejercicio de ese don a solo dentro de las cuatro paredes de la iglesia. De la misma manera que el que enseña va a hacerlo dentro o fuera del ámbito de la iglesia, el que ha recibido el don de presidir, va a ejercerlo dentro o fuera de la iglesia.
 
Dios, como parte de la imagen de El en nosotros (Gen 1:26-27), como herederos de la promesa de Abraham (Gen 12:1-3, Gen 17:6), como herederos de la bendición de la ley en Cristo (Gal 3:13-14), el propósito de Dios para sus hijos e hijas, todo el tiempo, y este no es la excepción, es que ejerzan tareas de gobierno, pero no como enseñoreamiento sobre las personas, beneficio personal o grupal, autoritarismo, prepotencia, mantenimiento de sistemas de injusticia, etc., sino para servir, para establecer la justicia, el derecho, la paz (Rom 14.17, Prov 31:8-9).
 
 
 
Las autoridades y el mundo espiritual.
 
El ejercicio de la autoridad no es un asunto solo de tipo natural; tiene una connotación espiritual muy importante, y más grande de lo que nosotros por lo general nos hemos imaginado, y que Dios está revelando para bendición de Su pueblo y de nuestras naciones. Tiene un significado mayor que marcar una papeleta y elegir una autoridad.
 
En primer lugar, existe una relación muy estrecha entre el mundo espiritual y el mundo natural (Heb 11:3). De hecho, la relación es tan estrecha, que podemos decir sin lugar a equivocarnos, que el mundo natural es un “espejo” (refleja) del mundo espiritual. Y aunque nosotros, de alguna manera hemos separado en nuestras mentes ambos mundos, en la mente de Dios y en la realidad, ambos mundos están intímamente unidos. Dios, en Su Palabra, generalmente cuando menciona los cielos o la tierra, no los menciona separados sino juntos: los cielos y la tierra (Gen 1:1, Gen 2.1, Gen 2:4, Gen 14.19, Gen 14:22, Deut 28:23, Deut 30:19, 1 Cro 16:31, Sal 8:1, Sal 50:4, etc.).
 
Cuando Jesús estableció la Iglesia (Mat 16:19) le anticipó una autoridad de tal manera que lo que atara en la tierra sería atado en los cielos y lo que desatara en la tierra sería desatado en los cielos. Cuando Jesús envía a Su Iglesia a discipular a las naciones (Mat 28.18-20) lo hace investido de toda autoridad en el cielo y en la tierra e invistiendo a la iglesia de esa misma autoridad.
 
En la Palabra de Dios hay suficientes indicativos de la relación que existe entre una autoridad natural y una autoridad espiritual, sea el primero consciente de ello o no. Y esa relación se puede ver también en la realidad del mundo natural. Siempre, en la antigüedad, los reyes tenían a su lado sacerdotes, hechicheros, adivinos, tanto en Egipto, como los caldeos, los medos y los persas (veánse la historia de José cuando fue llamado a interpretar el sueño de Faraón y la historia de Daniel). Examinemos Ezeq 18:1-20. En este pasaje aparecen dos personajes: uno es el príncipe de Tiro que corresponde a una persona natural (Ezeq 28:2) y otro es el rey de Tiro que corresponde a un ser espiritual, específicamente, Lucifer (antes Luzbel), Satanás, el diablo (Ezeq 28:14). Las características personales del príncipe de Tiro (la autoridad natural) se corresponden exactamente a las características personales del rey de Tiro (el espíritu que operaba sobre él). Y eso también es lo que nos enseña Ecle 5:8, cuando dice que la perversión de justicia y de derecho y la opresión de pobres es el resultado de la operación de la autoridad más alta que rige la autoridad más baja.
 
Esto significa que cuando una persona ocupa un puesto de autoridad natural sobre un ámbito específico (familia, empresa, organización, barrio, municipio, nación, etc.), junto con ella asume la autoridad un ser espiritual que ocupará el puesto de autoridad espiritual sobre ese ámbito juridiccional, que en última instancia, determinará el tipo de autoridad natural que ejercerá la persona. Por ello la Biblia en Prov 29:2 nos enseña que cuando gobierna un justo la ciudad se alegra (sobre él está el Espíritu de Dios que trae justicia, paz y gozo, Rom 14:17) pero cuando gobierna un impío la ciudad es trastornada (sobre él opera, sin que se de cuenta muchas veces, un espíritu inmundo para robar, matar, destruír, Jn 10:10), y también en Mar 10:42-45 nos enseña que cuando gobierna una persona que no está bajo el señorío de Cristo tal persona abusará del poder y se aprovechará de ello para su beneficio personal, pero cuando gobierna una persona bajo el señorío de Cristo su actitud será de servicio, de búsqueda del bienestar común.
 
Por lo tanto, cuando ejercemos el derecho a voto no solo estamos escogiendo a una persona, sino estamos escogiendo un espíritu que le guiará en el ejercicio de la autoridad. Y Guatemala es un ejemplo de ello.
 
El actual presidente del país es un “Chamán”, un sacerdote, un brujo maya. Y los dioses mayas, a cuya cabeza está Quetzalcoatl o Kukulkan (la serpiente voladora), demandaban sacrificios humanos para ser aplacadas en su enojo y/o buscar su favor. Y a esos dioses mayas, en la época pre-colonial recibieron de los habitantes del país, estas tierras, prueba de ello es el monumento o montículo de la culebra, que es un montículo hecho por manos humanas con forma de una culebra de varios kilómetros de extensión. Los sacrificios humanos que se hacían a esos dioses tenían dos formas: las luchas entre las diferentes tribus, que cobraban la vida de los guerreros, que en su mayoría eran los más jóvenes de esas tribus, y por otro lado, el juego de la pelota, en la cual los mejores jóvenes de unas aldeas se enfrentaban contra los mejores jóvenes de otras aldeas, y el equipo perdedor era sacrificado a esos dioses. En consecuencia, los sacrificios humanos (muerte) eran mayoritariamente de los jóvenes. Y ello se refleja en la historia del país, de una larga cadena de guerras internas y la violencia, donde la muerte se ha enseñoreado sobre los más jóvenes, principalmente en los tiempos recientes: la guerra de guerrillas, la guerra entre maras, la guerra entre pandillas del narcotráfico.
 
El culto a los dioses mayas, en la conquista, no desapareció, simplemente se acopló a las nuevas condiciones que impusieron los conquistadores, y los cultos y demás ceremonias se trasladaron a las sedes de iglesias católicas, que aún persisten en algunos lugares como Chichicastenango, San Andrés Itzapa, Santiago Atitlán, Samayac, San Juan Chamelco, etc.
 
Ahora que ha estado gobernando este presidente, gobernado, consciente o inconscientemente por espíritus mayas, las muertes en el país se han incrementado significativamente por muchas causas: el accidente de un bus en la curva de “El Chilero” que cobró 56 muertes (el mayor número de muertes en un accidente vial en el país), la cauda de muertes durante los inviernos que ha habido durante este período presidencial, que supera ampliamente las muertes en otros inviernos, incluídos aquellos en los que hubo tormentas como el “Stan” y el “Mitch”; el derrumbe de cerros (que usualmente solo sucede en invierno) pero que en este período ha ocurrido en tiempos secos, el mayor de los cuales cobró la vida de un número indeterminado de personas entre Alta Verapaz y Baja Verapaz (algunos testigos dicen que fueron sepultados además de algunos carros, dos buses llenos de personas); las matanzas entre narcotraficantes (2008, Teculután, aproximadamente 15 muertos; 2009, Zacapa, 15 nicarangüenses y un holandés); Huehuetenango, 18 muertos; Petén, 27 muertos, etc.); la constante matanza entre mareros por control de territorio, venganzas, etc.. En este período de gobierno el número de muertos diarios por violencia se incrementó de un promedio de 17 en el gobierno anterior a 23 en este gobierno (y algunas organizaciones de la sociedad civil dicen que hay un sub-regristro de muertes porque cuando los heridos por violencia fallecen después de ser ingresados en los hospitales, la causa de muerte que se consigna no es muerte violenta sino por otras causas). En fin, es evidente que el número de muertos se ha incrementado de muchas maneras, y ello solo es explicable por el tipo de autoridad espiritual que ha estado gobernando la nación en estos últimos años.
 
Otra evidencia. Antes de este presidente, en Guatemala tuvimos un presidente que fue, era y sigue siendo, una buena persona, con muy buenas intenciones y que tomó buenas decisiones al frente de su gobierno. Pero era una persona que no tuvo el Señorío de Cristo sobre su vida, aunque era un católico nominal. Sin embargo, en su gobierno, aún cuando las cosas no empeoraron significativamente, tampoco mejoraron, y ello porque la autoridad espiritual sobre El no era el Espíritu de Dios.
 
En cambio, en años recientes, hubo dos presidentes cristianos (aún con sus defectos, fallas, errores y pecados), sobre los cuales estaba el Espíritu de Dios, y aún cuando sus períodos fueron muy cortos (menores que el de otros gobiernos) y los medios de comunicación (dominados por personas sin el Señorío de Cristo) los han atacado significativamente resaltando sus errores (mucho menores que los de otros presidentes) y negando los beneficios de su gestión, y sin haber tomado medidas significativas durante su gestión que pudieran atribuirse como causas de los aciertos, hubo cambios significativos en la situación del país. Uno recibió un país en una fase final de lucha del comunismo por hacerse del poder, y durante su año y medio de gobierno esa situación se revirtió totalmente, y la guerrilla, después de estar a punto de convertirse en un ejército vencedor, fue derrotada, acorralada y obligada a sentarse en la mesa de negociaciones para alcanzar la paz, y además, la corrupción e irresponsabilidad gubernamental galopantes del gobierno anterior, fue reducida a una mínima expresión durante ese año.
 
Posteriormente, el otro presidente cristiano que asumió, recibió un país con una economía en descenso y una inflación y tasa de cambio en incremento acelerado, además de un congreso totalmente contrario y corrupto. Sin embargo ello no fue impedimento para que en el primer año de su gobierno, la economía cambiara de dirección y de un crecimiento negativo pasara a un crecimiento positivo, la inflación bajara 5/6 partes (de 90% a 15%), y la tasa de cambio bajara un 25% (de Q8 a Q6 por un US$) sin que hubiera el nivel de remesas y exportaciones que hay actualmente, y la mejora económica fue notoria. Y esto no es suposición. Todos estos datos pueden corroborarse en los registros estadísticos del Instituto Nacional de Estadística y de otras Instituciones Nacionales e Internacionales que se dedican al tema económico. Anteriormente a ser presidente, este hermano había dirigido, desde la parte del Estado, las negociaciones de paz con la guerrilla y en este período, como durante su gobierno, fueron negociados la mayoría de acuerdos significativos para alcanzar la paz, de tal manera que los siguientes gobiernos tuvieron una buena base y un significativo adelanto para llevar el proceso a su conclusión.
 
Es claro entonces, que el espíritu que dirige a las personas en autoridad ejerce una influencia significativa en la calidad del gobierno de la nación, tal como nos lo enseña la Palabra en Prov 29:2, aunque ello no implica (por efecto del ejercicio de su propia voluntad en proceso de regeneración –Deut 30:19-20, Rom 12:2--, y por la imperfección que todavía mora en nosotros, Fil 1:6), que hayan sido perfectos en todos sus caminos (ni David, varón conforme al corazón de Dios –Hch 13:22- estuvo excento de equivocaciones en el ejercicio de su reinado, a pesar de la comunión que tuvo con Dios, y de haber sido uno de los mayores adoradores de Dios, si no el mayor, que consigna la Palabra).
 
 
 
Conclusión.
 
En anteriores oportunidades, cuando el país ha estado en crisis, Dios ha tenido misericordia de este país y ha levantado personas para gobernar con el Espíritu de Dios.
 
Hoy el país también está en crisis, y una crisis mayor que cualquiera de las anteriores, y Dios ha levantado hombres y mujeres con el Espíritu de Dios para sacarlo de esas crisis, tanto como candidatos a alcaldes, como a diputados y a presidente. Pero Dios está poniendo en nuestras manos el concretar esa decisión de El. Conforme a Deut 17:14-20, El ya eligió, pero nosotros, los creyentes en El, y el país, necesitamos refrendar esa elección de El con nuestro voto, como también es claro en ese pasaje y en Deut 30:19-20.
 
Las preguntas que tenemos que hacernos son:
¿Vamos a elegir a los que Dios ha elegido conforme a Su Voluntad, o vamos a elegir de acuerdo a nuestros propios criterios, gustos y/o sentimientos –Prov 16:25-?
¿Vamos a elegir personas que se van a enseñorear y aprovechar de la nación en beneficio personal o vamos a elegir personas temerosas de Dios conforme a Mar 10:42-45?
¿Vamos a elegir porque el Espíritu de Dios se establezca sobre las posiciones de autoridad o para que un espíritu contrario se establezca allí?
¿Vamos a escoger la justicia de Dios o la injusticia?
 
La decisión es personal, y ella pondrá a prueba el Señorío de Cristo sobre esa área de nuestra vida, si no sobre nuestra vida entera, y cada uno tendrá que enfrentar consecuencias, positivas o negativas, de esa decisión personal.
 
Que podamos salir aprobados delante de Dios en esta prueba y la bendición de Dios sobre Guatemala se multiplique. No está en juego el plan de Dios para Guatemala. Ese plan se va a cumplir (Est 4:13-14). Lo que está en prueba es nuestra obediencia, y por ende, si estamos listos para recibir la bendición de Dios de un gobierno que traiga justicia, paz y gozo (Rom 14.17) a la nación. Que Dios nos ayude y nos de sabiduría para elegir conforme a Su elección.
 
 
 

24 Mar 2016