Estudio Bíblico

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Los nombres de Jesús.



Este Nombre o nominación de Jesús aparece en el Evangelio de Juan, Cap. 15, en una enseñanza que está comprendida del vrs. 1 al 17.
• De los versículos 1 al 5 se refiere a la relación de Él con nosotros en cuanto al fruto.
• De los versículos 6 al 9 se refiere a la relación de Él con nosotros en cuanto a la permanencia.
• De los versículos 10 al 11 se refiere a la relación de Él con nosotros en cuanto a la obediencia.
• De los versículos 12 al 16 se refiere a la relación de Él con nosotros en cuanto al amor.


El fruto

Jn 15:1-5. "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.  Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer."

La vid es la planta que produce las uvas, y las uvas son los frutos con los cuales, entre otras cosas se produce el vino. Hay alrededor de 800 variedades de las cuales más o menos 60 son las aceptadas como tales. Unas son pequeños árboles silvestres, mientras otras son enredaderas. La vid es el tronco principal de la planta, mientras que los pámpanos son las ramas que salen del tronco. En las variedades que son enredaderas, los pámpanos van a tender a irse hacia el suelo a menos que tengan otra planta o un entramado artificial en el cual se puedan ir enredando. El agricultor o labrador es el encargado de cuidar constantemente que esos pámpanos no vayan hacia el suelo sino tiendan hacia arriba, a las cuerdas tendidas alto del suelo en sentido horizontal y se vayan desarrollando alrededor de esas cuerdas. Otra tarea del labrador consiste en mantener limpias las hojas de los pámpanos que son las que reciben la luz del sol, una materia prima de primer orden necesaria para la producción de fruto por parte del pámpano.

El uso de la figura de la Vid y los Pámpanos es totalmente apropiada para describir nuestra relación con Jesús, además de que en las tierras bíblicas todo el mundo conocía una vid, por lo que era muy fácil relacionar la enseñanza de Jesús acerca de la vid a la vida personal de los oyentes.

En primer lugar, Jesús es la Vid, y en otro pasaje de la Escritura (Jn 14:6) nos enseña que también es la vida y que Él vino para que nosotros tuviéramos vida y vida en abundancia (Jn 10:10). Por lo tanto, el Tronco de nuestra vida está perfecto, en perfectas condiciones para impartir Su Vida a los pámpanos que estén prendidos a Él.

Los pámpanos somos nosotros.
• Los pensamientos, pasiones y emociones de la naturaleza terrenal que todavía hay en nosotros (la carne) siempre van a tender a lo terrenal, a la tierra, lo que puede dañar la manifestación de la vida del pámpano a través de nosotros.
• Por eso el Labrador, el Padre (por el Espíritu Santo que vive en nosotros) todo el tiempo está pendiente de nosotros, cuidándonos, para mostrarnos esa "tierra" (las obras de la carne, Gal 5:19-21) que puede cubrir nuestras hojas para impedirnos recibir la luz que necesitamos para producir las uvas.
• Las hojas son nuestros sentidos, nuestra mente y nuestro corazón, que necesitan recibir la Luz (Cristo, Su ejemplo, Su Palabra, Su dirección) para que produzcamos uvas (el fruto del Espíritu, Gal 5:22-23).
• Respecto a la Luz, que es Cristo, la Palabra nos enseña (Jn 1:1-4): "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres."
• En algún momento de la vida del pámpano puede haber una producción de hojas muy grande que impide que las más cercanas a los racimos de uvas y las uvas mismas reciban suficiente luz del sol para que puedan producir, en un caso más uvas, y en el de las uvas, que estas alcancen el tamaño y la calidad necesarias. Entonces es necesario que el labrador venga y efectúe una poda para que el pámpano produzca más fruto. Esa poda duele, pero es necesaria (esas hojas que necesitan ser quitadas muchas veces son cosas y personas presentes en nuestras vidas de las que dependemos en alguna medida para nuestro bienestar, en lugar de depender solo de Cristo). Estas hojas son necesarias quitarlas porque pueden conducirnos a la idolatría (Jer 17:5-6) que a la larga nos separa de Dios y nos hace improductivos.

Jesús es la Vid Verdadera. Y no solo es la Vid Verdadera, es la Única. Hoy en el mundo hay muchas filosofías, religiones y escuelas de pensamiento que reclaman ser verdaderas, que son soluciones para la vida del ser humano, pero la evidencia demuestra que ni son soluciones, ni son duraderas. Son solo modas pasajeras, que duran el tiempo necesario para que la gente se sienta de nuevo frustrada por la falta de verdad y soluciones o bien sitúan las respuestas y soluciones en una próxima existencia, no en la actual.

Solo Cristo es la respuesta y solución aquí y ahora como lo evidencia el hecho de que desde hace dos mil años, y cada vez en forma creciente, las personas buscan al Señor y le siguen, no como una moda sino como algo permanente, no resignadas a vivir esta vida sin respuestas y esperando respuestas hasta en la eternidad, y repito, recibiendo respuestas aquí y ahora y están dispuestas a dar su vida por él porque Él si es la Verdad, la Solución y la Respuesta. Pero a pesar de ello, muchas personas en el mundo no quieren venir a la Luz y a la Vida para que sus malas obras no sean expuestas, porque en realidad no quieren dejar sus malas obras sino seguir en ellas.
• Jn 3:19-20. "Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas." 

Este pasaje también nos indica que ya nosotros estamos limpios por Su Palabra. Ahora, lo que necesitamos, es mantenernos limpios, siempre aferrados de Su Palabra y al Espíritu Santo que nos ha dado para que esté con nosotros como Ayudador para darnos el poder de obedecerle, para recordarnos la Palabra que necesitamos seguir y obedecer, para guiarnos en su aplicación en casos específicos, etc. Ya fuimos limpiados de la naturaleza terrenal que antes teníamos, de hecho murió cuando fuimos salvos y la sepultamos por el bautismo; ahora nos queda limpiar nuestro entendimiento (pensamientos, sentimientos y pasiones) de los residuos que quedaron en nuestra mente y corazón de esa vieja naturaleza, y para ello el Espíritu Santo que Jesús nos envió es nuestro más eficaz ayudador, pero necesitamos mantenernos firmemente "prendidos" a Él, conectados, en comunión constante, oyendo Su voz para mantener esa limpieza libre de toda contaminación del mundo.
• 2 Ped 2:20. "Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero."
• 1 Jn 2:15-17. "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre."

Necesitamos permanecer en Él porque separados de Él nada podemos hacer. Este "nada podemos hacer" se refiere a nada que tenga peso en la eternidad. Podemos hacer muchas cosas separados de Él: ministrar los dones del Señor, hacer buenas obras, ser buenas personas, etc., pero si ello lo hacemos por nuestra propia cuenta y bajo nuestras propias habilidades, esas cosas son nuestras propias obras, no las obras que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas, son obras emanadas de nuestra voluntad, no de la voluntad de Él. Son las obras que la Palabra de Dios habla como justicia propia, y habla de ellas en los siguientes términos:
• Isa 64:6. "Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia;…"
• Fil 3:9. "y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;"

Todo lo que hagamos que sea dirigido por nuestra propia voluntad, realizado confiando en nuestras propias habilidades, y hecho para recibir reconocimiento o alabanza, es delante del Señor como nada; no tiene valor eterno. Por ello Él dice que separados de Él nada podemos hacer.



La permanencia.

Jn 15:6-9. "El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.  Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.  En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.9Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. "

En los versículos anteriores a este pasaje también Jesús se refiere a la permanencia en Él: "Permaneced en mi, y yo en vosotros" (Jn 15:4) y "el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto", y en este pasaje la idea de la permanencia se acentúa. En todo el pasaje de los versículos 1 al 17 se usa diez veces la palabra permanecer, pero en estos cuatro versículos se utiliza cuatro veces.

Permanecer en Cristo significa, en primer lugar, haberlo reconocido verdaderamente como nuestro Señor y Salvador (Rom 10:8-12), que Él sea el que tome el control de nuestra vida y no nosotros mismos. En segundo lugar, obedecerle en todo lo que Él dice, que vamos aprendiendo día a día al conocer Su Palabra y al ser guiados por el Espíritu Santo (Luc 6:46, Jn 14:15). En tercer lugar, manifestar de una manera creciente en nuestros actos y respuestas de la vida cotidiana el fruto del Espíritu (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio, Gal 5:22-23) y el carácter de Cristo (ser y hacer como Él, Rom 8:28-29).

Y esto un proceso creciente que toma lugar a lo largo de nuestra vida, toda la vida, y que se va manifestando como un estilo de vida diferente al del mundo, más apegado a la forma de vida de los hombres y mujeres de la Biblia, pero principalmente, al de Jesús que se nos muestra en los Evangelios. Por supuesto que ello por nosotros mismos no lo podemos lograr. Para lograrlo nos fue dado el Espíritu Santo como nuestro Ayudador (Jn 14:15-17, Hch 1:8).

Por supuesto que no es fácil de acuerdo a lo que el mundo hace, pero los resultados al final son totalmente diferentes: justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Rom 14:17), una vida plena (Jn 10:10b) en todo sentido: relaciones, actos, pensamientos, sentimientos, decisiones, bendiciones, etc.

El principal enemigo en este proceso es nuestra carne: la carne se opone al espíritu, y la carne quiere ir en la dirección contraria a la que va el Espíritu, y aunque la carne es azuzada por los demonios, ellos no son realmente el problema fundamental: es la carne (Rom 8:5:8): "Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios."

Pero ante ella no estamos indefensos, más bien estamos repletos de "armas" espirituales con las que podamos vencerla:
• 2 Cor 10:3-5. "Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo," 
• Efe 6:13-18. "Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; "

Sabiendo ello, la Palabra de Dios nos exhorta a entrar en esa batalla y ganarla, porque mayor es el que está en nosotros que el que está contra nosotros (1 Jn 4:4) y en Él todo lo podemos porque Él nos fortalece (Fil 4:13). La batalla es por la permanencia, y en la permanencia es que somos fortalecidos para lograrflo.
• Mat 11:12. "Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos (los esforzados, los valientes) lo arrebatan.
• 1 Cor 16:13. "Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos." 
 


La obediencia.

Jn 15:10-11. "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido."

La obediencia es una condición necesaria para producir fruto para Dios y para permanecer en Él. La obediencia no es, como la mentalidad carnal nos ha hecho pensar, algo gravoso, pesado, agua-fiestas. Es todo lo contrario. La obediencia, cuando es obediencia para con Dios y con sus mandamientos, estatutos y ordenanzas, produce gozo, mucho gozo. Es el gozo de saber que hicimos bien la tarea, que cumplimos aquello que nos había sido asignado, que alcanzamos una meta, pero a un nivel todavía superior. Pero por sobre todo, el gozo de ser bendecidos, que nos vaya bien en todo lo que hagamos (Sal 1:1-3, Jos 1:8).

Los mandamientos, estatutos y ordenanzas que nuestro Padre nos ha dado en Su Palabra, que el Señor Jesucristo nuestro Señor y Salvador vino a ratificar y a cumplir, y que el Espíritu Santo nos ayuda a cumplir poniéndolos por obra, son las bardas protectoras para que no nos salgamos de la vida buena, bendecida, sin grandes obstáculos, donde permanecemos seguros y libres de nuestros enemigos. Y además, donde recibimos abundancia de bendición tal como nos lo enseña Deut 28:1-14 y muchos otros pasajes de las benditas Escrituras.
• Deut 6:1-3. "Éstos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres."
• Deut 6:18-19. "Y haz lo recto y bueno ante los ojos de Jehová, para que te vaya bien, y entres y poseas la buena tierra que Jehová juró a tus padres; para que él arroje a tus enemigos de delante de ti, como Jehová ha dicho.
• Deut 6:24-25. "Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy.  Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado. 

La obediencia es un lugar de "protección", mientras que la desobediencias es un lugar de "corrección y disicplina". Igualmente, la obediencia es un lugar de bendición mientras que la desobediencia lo es de maldición. La obediencia es algo que le agrada a Dios en nosotros, mientras que la rebelión y la obstinación son abominables delante de Él como pecados de idolatría y hechicería (1 Sam 15:22-23).

Y cuando permanecemos en Cristo, cuando Él es la Vid a la que estamos aferrados como pámpanos, entonces la obediencia se hace fácil, se hace algo gozoso. El Señor nos ha dado precisamente Su Espíritu Santo, que es por Quién Él venció las tentaciones del mismo diablo en el desierto y por Quién resucitó de los muertos, el Poderoso Espíritu Santo,, para que sea nuestro "Paracleto", Ayudador, para que podamos cumplir con los mandamientos del Señor, no por obligación, sino por amor. El Amor (Dios es amor) y el Poder del Espíritu Santo actuando juntos en nosotros son un motor super-poderoso que nos facilita la obediencia siempre porque permanecen en nosotros, con nosotros y dentro de nosotros por siempre.
• Jn 14:15-18. "Si me amáis, guardad mis mandamientos.  Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador (Paracleto, Ayudador Todopoderoso), para que esté con vosotros para siempre:  el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.  No os dejaré huérfanos (solos, ni desamparados); vendré a vosotros." 



El amor.

Jn 15;12-17. "Éste es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.  Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos.  Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.  Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.  No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.  Esto os mando: Que os améis unos a otros."

Jesús, en su vida terrenal, se hizo hombre como uno de nosotros despojándose de Su Gloria, de todas sus características como Hijo de Dios que poseía en el cielo (Fil 2:6-7) y asumiendo todas las características humanas, salvo la naturaleza pecadora. Y como Hombre, manifestó Su Amor por cada persona que se le acercó y por todos los pecadores por los cuales Él vino a morir para que pudiéramos ser salvos. Un Amor humano que era posible por el Espíritu Santo viviendo en Él que derramó en Su corazón humano el amor de Dios. Y eso es exactamente lo que pasa con nosotros cuando nacemos de nuevo. Recibimos al Espíritu Santo y el Amor de Dios en nuestros corazones que nos capacita a amar como Él ama.

Por ello, en este pasaje Él comienza enviándonos a amarnos unos a otros como Él nos ha amado, y ese amor implica llegar, si es necesario, a poner nuestra vida por nuestros amigos, hermanos. Y con el Espíritu Santo de nuestra parte y el Amor de Dios, ambos en nosotros, eso no es tarea imposible, es posible.

El cumplimiento de sus mandamientos, y en particular el del amarnos unos a otros, es lo que a la larga nos convierte en Sus amigos. Primero necesitamos pasar por la obediencia de siervos para luego convertirnos en amigos de Él: "ya no les llamaré siervos (obedientes), sino amigos (igual, necesitamos seguir siendo siervos obedientes, pero en un nivel diferente de relación).

Un nuevo elemento es introducido en este pasaje que nos lleva a incrementar nuestro amor por Él: el reconocimiento de que Él nos eligió a nosotros, no nosotros a Él. Hoy erróneamente, en nuestro lenguaje popular evangélico decimos: "yo recibí a Jesús en mi corazón", "yo hice a Jesús Señor de mi vida", "yo me convertí". Nada de eso es bíblicamente correcto ni cierto. Él fue quién nos recibió a nosotros, Dios lo hizo Señor y nosotros lo único que hicimos, y eso ayudados y guiados por el Espíritu Santo, fue reconocer lo que ya Dios ya había hecho con Él, ponerlo como Señor nuestro, y finalmente, nosotros no nos convertimos. El Espíritu Santo nos convirtió y nos regeneró (nadie llama a Jesús Señor si no es por el Espíritu Santo, 1 Cor 12.3).

El que Jesús nos haya elegido implica un privilegio enorme. Él pudo haber elegido a otro en lugar nuestro de entre miles de millones de opciones, pero nos eligió a nosotros. Y esa elección fue hecha desde antes de la fundación del mundo (Efe 1:4), concretada en el vientre de nuestra madre cuando Él eligió el esperma de nuestro papá que debía fecundar el óvulo de nuestra mamá (Sal 139:13-16), y finalmente, cuando envió al Espíritu Santo para quitarnos el velo que nos tenía cegados para que no nos resplandeciera la luz del Evangelio (2 Cor 4:4), convencernos de pecado, de justicia y de juicio (Jn 16:7-8), e impartirnos la fe necesaria para la salvación por gracia (Efe 2:8-9) y dirigirnos a reconocer a Jesús como el Señor de nuestras vidas (Rom 10:8-10, 1 Cor 12:3).

Permanecer en Él nos lleva a experimentar Su Amor por nosotros, lo que a su vez, produce en nosotros como respuesta, amor hacia Él y amor hacia los demás. Recordemos que la Palabra claramente nos enseña que aquel que mucho es perdonado, mucho ama (Luc 7:47) e igualmente, que nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero (1 Jn 4:19). Adicionalmente, Él ha derramado Su Amor en nosotros por el Espíritu Santo que nos fue dado (Rom 5:5), así que amar ha pasado a ser parte de nuestra nueva naturaleza.

01 Nov 2014