Estudio Bíblico

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Autoridad.



AUTORIDAD.

El ejercicio de la autoridad, de acuerdo a Quién la constituyó (Dios, Rom 13.1-2) es un ejercicio de servicio (Mar 10:42-45). Pero para servir se requiere un corazón sano. De lo contrario, la autoridad se va a ejercer no para servir sino para servirse de ella para conseguir lo que el enfermo y engañoso corazón requiere para estar "satisfecho".

Toda autoridad es delegada por Dios y quienes la ejercen, tarde o temprano, tendrán que comparecer delante de El para dar cuentas de cómo usaron ese don de Dios: si para su propio beneficio o para la gloria de Dios y la bendición del prójimo (Rom 13:1-7, Mat 22:36-40).
Rom 13:1-7 nos enseña que debemos someternos a las autoridades y pagar impuestos, pero también, como contraparte, dice que los funcionarios públicos deben impartir justicia, dar seguridad y castigar al malo y proteger al que hace el bien.

El poder genuino no se trata de cuantas gentes controlas, convocas o manejas. Se trata de cuanta gente sirves, escuchas, consuelas, ayudas, animas (Mar 10:42-45, Hch 1:8).

Un corazón lastimado, al recibir autoridad y/o poder, lo rechaza, como Saúl cuando iba a ser ungido por Samuel, o lo recibe y abusa de él, como también lo hizo Saúl en contra de David. En alguna medida, todos hemos recibido autoridad y/o poder como consecuencia de ser hechuras de Dios (Gen 1.26-27). Para usarlo bien necesitamos ser sanados y restaurados, reconociendo en primer lugar el Señorío de Cristo, y en segundo lugar, exponiéndonos constantemente a la Palabra para que nos despojemos de los patrones del mundo y asumamos el estilo de vida de Cristo, renovando nuestra mente y entendimiento acerca del poder y la autoridad.

Dios nos dio autoridad y poder no para nuestro beneficio, sino para usarla a favor y en beneficio de otros (Mar 10:42-45). El nos dio el ejemplo de ello: siendo el Hijo de Dios, no tuvo eso como algo a que aferrarse, sino que despojándose a sí mismo de todo lo que ello implicaba, se hizo hombre, y como hombre, siervo (Fil 2:5-8) para servirnos a todos para que tuviéramos vida eterna (Jn 3:16) y vida en abundancia (Jn 10:10).

El abuso de autoridad, de los privilegios, de los dones, de las asignaciones, del llamado, etc., que hayamos recibido, en cualquier lugar, de cualquier tipo, evidencia la presencia de un corazón enfermo que requiere la sanidad que solo Cristo puede dar (Luc 4.18-19).



23 Feb 2014
Referencia: 14-004.