Estudio Bíblico

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Espíritu Santo.



REPRESENTACIONES DEL ESPÍRITU SANTO.


ALIENTO, SOPLO.

Es una figura que denota la necesidad que tenemos del Espíritu Santo como la razón y el soporte de la vida humana, así como de una vida plenamente humana. Si bien es cierto que la Palabra nos enseña que Jesús es el que sustenta todas las cosas con la Palabra de Su poder, también es cierto que esa Palabra es aliento:
• Jn 20:22. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
Adicionalmente, el poder de Dios está manifestado en el Espíritu Santo (Hch 1:8) que es el Ejecutor y Ejecutivo de Dios en cuanto a poner en acción la Palabra e impartir vida a todas las cosas:
• 2 Sam 22:16. Entonces aparecieron los torrentes de las aguas, y quedaron al descubierto los cimientos del mundo; a la reprensión de Jehová, por el soplo del aliento de su nariz.
• Sal 18:15. Entonces aparecieron los abismos de las aguas, y quedaron al descubierto los cimientos del mundo, a tu reprensión, oh Jehová, por el soplo del aliento de tu nariz.
• Sal 33:6. Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.
• Hch 17:25. ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.
Y ello incluye al ser humano, creación especial de Dios a Su imagen y semejanza, tal como lo dicen:
• Gen 2:7. Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
• Job 34:13-15. ¿Quién visitó por él la tierra? ¿Y quién puso en orden todo el mundo? Si él pusiese sobre el hombre su corazón, y recogiese así su espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo.

Lo que ello significa es que la vida, y específicamente la vida plena del ser humano (espíritu, alma y cuerpo, 1 Tes 5:23) depende totalmente del Espíritu Santo que es como el aire, la atmósfera de la que nos alimentamos espiritualmente para sustentar el alma y el cuerpo de acuerdo a la voluntad de Dios. Es de Él y a través de Él que “aspiramos” y “exhalamos” las propiedades vitales y el poder vigorizador que le dan plenitud a la vida humana. Y ello es así al punto que cuando el ser humano no es salvo, y por lo mismo no está viviendo en el Espíritu sino en la carne, está “muerto”. Así como no podemos vivir ni una hora sin respirar el aire natural, así mismo no podemos vivir plenamente sin “respirar” el aliento de vida que proviene del Espíritu Santo.

En este sentido, que es el más pleno de los sentidos, el Espíritu Santo significa vida, dador de vida, sustentador de vida. De hecho, el ser humano, como la corona de la Creación de Dios y la única criatura hecha a Su imagen y semejanza, no tuvo vida en lo absoluto hasta que Dios soplo en él aliento de vida (Gen 2:7). De los animales y las plantas se puede decir que para vivir plenamente no requieren del constante aliento del Espíritu Santo de Dios, pero ello no es igual en el caso del ser humano. Es todo lo contrario. La plenitud de su vida, la vida humana plena, depende de la constante comunión, guianza, dirección, enseñanza, ayuda, etc., del Espíritu Santo.

Y a lo anterior es a lo que se refiere otro simbolismo en cuanto al Espíritu Santo como aire, como aliento. Está demostrado científicamente que sin el aire natural no sería posible para el ser humano escuchar los sonidos, ni ver la luz ni tampoco podríamos experimentar el calor (en el espacio, fuera de la atmósfera terrestre, todo es oscuridad y frío). De la misma manera, sin el Espíritu Santo no podemos oír ni ver las cosas espirituales ni sentir el calor del amor de Dios.
• 1 Cor 2:12-16. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

Otro ejemplo de lo anterior es la visión de Ezequiel en el valle de los huesos secos (Ezeq 37): los huesos se juntaron con los huesos, y sobre ellos creció la carne y la piel los cubrió, pero aún no tenían vida. Hasta que el profeta profetizó y pidió que el Espíritu de los cuatro vientos (el Espíritu Santo) soplará sobre ellos, y sucedió así, vivieron.

En el libro de Génesis, capítulo 1 encontramos un principio que es el que determina que sin la ayuda constante del Espíritu Santo los seres humanos no tenemos vida plena: todo lo que tiene vida encuentra su sustento de la materia de la cual es hecho. Así, las plantas que son formadas de la tierra, necesitan de la tierra para sobrevivir; los peces que son formados del agua necesitan del agua para sobrevivir, y las aves que son formadas del aire terrestre, necesitan del aire para sobrevivir. Igualmente los animales terrestres encuentran en la tierra la fuente de su sustento. Ahora bien, el ser humano fue formado de dos materiales: su cuerpo que fue hecho de la tierra y que necesita de los productos de la tierra para su sustento, y su alma y espíritu que fueron formados a partir del aliento de vida, del Espíritu Santo. Por ello Jesús nos enseña que no solo de pan vivirá el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios (Luc 4:4), y David escribe que así como el ciervo brama por las aguas en el desierto, así su alma clama por la Palabra de Dios (Sal 42:1).

La importancia del Espíritu Santo en la vida de los redimidos es enseñada por el Señor Jesucristo en Juan 3. Allí equipara al viento con el Espíritu Santo, que efectúa la obra de redención del alma humana, que por ello evidenciará la imagen del Señor Jesucristo (1 Cor 15:49, Gal 5:22-23).
• Jn 3:1-8. Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.


Del simbolismo del Espíritu Santo como aliento de vida, aprendemos, en primer lugar, a reconocer nuestra necesidad de Él para vivir vidas plenas y plenamente humanas, y reconociendo nuestra necesidad, a reconocer que también necesitamos mantener una comunión constante con Él para aprovechar al máximo las funciones para las que nos fue enviado y que nos convienen sobremanera (Jn 16:7): Consolador, Maestro, Guía, Ayudador, Restaurador, Regenerador.
En segundo lugar nos recuerda que así como el aire (y el agua que es otro tipo del Espíritu Santo) siempre llena vacíos, así el Espíritu Santo quiere llenar todos los vacíos que hay en nuestra vida:
• Sal 42:7 Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
• Isa 61:1-3. El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.
Y en tercer lugar, al reconocer nuestra necesidad del Espíritu Santo como el “aire” que necesitamos respirar espiritualmente para tener vida plena, necesitamos reconocer la necesidad de ser constantemente llenos de Él tal como nos lo recomienda Efe 5:18: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,”. Y ello por varias razones: en primer lugar, porque, si vivimos por el Espíritu, constantemente vamos a estar dando de gracia lo que de gracia hemos recibido (Mat 10:8) y eso necesariamente produce un vacío en nosotros, que por otro lado el Espíritu Santo quiere y va a llenar porque el que da, recibe más abundantemente. Otra razón de ello es que cuando estamos viviendo guiados por el Espíritu Santo, nuestra vida es como la luz de la aurora que va en aumento (Prov 4:18), y por ende, requerimos más del Espíritu Santo. Adicionalmente, como el Espíritu Santo nos anhela celosamente (Sant 4:5), al percatarnos de ello queremos también nosotros anhelarlo a Él de la misma manera y por lo mismo, querremos más y más de Él todo el tiempo. Y finalmente, de acuerdo a la experiencia de muchos, con el hambre y la sed espiritual no sucede lo mismo que con el hambre y la sed biológicas. Las últimas, con un bocado de comida o un trago de agua se sacian, en tanto que las primeras, mientras más nos alimentamos y mientras más bebemos, más hambre y más sed nos dan.
• Sal 42:1-2. (Mi alma tiene sed de Dios). Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
• Sal 63:1. Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas,


23 Feb 2014