Estudio Bíblico

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Módulo 204. Cosmovisión Bíblica.



INTRODUCCIÓN.



Cosmovisión y paradigmas.

La cosmovisión es la forma en que vemos el mundo, la vida, las cosas y nuestra propia existencia, que se va formando en el transcurso de la vida por la influencia de la cultura, las creencias y/o religión, las ideas, el ambiente y la educación que nos rodea, influencias a las que estamos expuestos principalmente en nuestros primeros años de vida. Todos, lo entendamos o no, estemos conscientes o no de ello, tenemos una cosmovisión. Es más, en la gran mayoría de los casos, ni siquiera somos conscientes de que la tenemos. Solo respondemos a ella.

La cosmovisión (la forma global, el macro) se forma de ideas, principios y valores respecto a cosas y/o temas específicos, que se van integrando en nuestro sistema global de pensamiento y referencia para tomar decisiones y enfrentar la vida. A esas ideas específicas es a las que se les denomina paradigmas.

En consecuencias, los paradigmas son las ideas que hemos concebido e interiorizado en nuestra mente respecto a alguna cosa, al universo y/o a la vida. La forma como pensamos que deberían ser o funcionar las cosas específicas que conforman el universo y/o la vida. Por ejemplo, mi idea de lo que debería ser y/o como debería funcionar una persona, la familia, el gobierno, la iglesia y aún Dios.

La importancia de la cosmovisión y los paradigmas, en cuanto a ideas, es que determinan nuestra forma de actuar con respecto a las cosas que implican. Es decir, que esas ideas condicionan no solo nuestra imagen sino también nuestra relación y nuestra acción con respecto a las cosas que forman parte de esa idea. La cosmovisión que cada uno de nosotros adopte determinará las respuestas que nos demos a las preguntas básicas de la vida: ¿de donde vengo, quién soy, a donde voy? Ello va a determinar la dirección de nuestras vidas en aspectos fundamentales: la relación con Dios, con los demás y con la creación entera, el propósito, dirección, objetivos y metas de nuestra vida, y en última instancia, por ello, va a determinar nuestra calidad de vida. La Palabra de Dios, en Prov 23:7 nos enseña precisamente eso, que conforme pensamos acerca de algo, así actuaremos con respecto a ese algo, y por supuesto, de nuestros actos dependerán las consecuencias (Gal 6:7-8). Por ejemplo, si rechazamos una comida específica, obviamente nunca comeremos de ella, pero si nos gusta, constantemente comeremos de ella. De tal manera que esa idea acerca de esa comida condicionará nuestra relación y nuestra acción respecto a ella.

Como lo verdadero solo puede producir lo verdadero de la misma manera que lo falso solo puede producir lo falso, la calidad verdadera, real de nuestras vidas va a depender de que tan verdadera y real sea nuestra cosmovisión. Una cosmovisión incorrecta nos llevará a tener los pensamientos incorrectos, tomar las decisiones incorrectas y hacer las cosas incorrectas que derivarán en una vida vivida de manera incorrecta, sin sentido, fracasada, desde la perspectiva de las cosas esenciales. La vida, nos parezca o no, lo entendamos o no, obedece a un diseño específico. No es un accidente (Efe 2:10, Sal 139:13-16 NVI). De que nosotros podamos conocer ese diseño (cosmovisión correcta) y estructurar nuestra vida de acuerdo a él va a depender que alcancemos los resultados que la vida debería producir (Rom 12:2, Jer 29:11, Jn 10:10). Y ello es aplicable a todas las áreas de nuestra vida: personal, familiar, laboral, social, eclesiástica, etc.

Por ello, el entendimiento y la evaluación de la cosmovisión bajo la cual estamos viviendo resulta un hecho de la mayor importancia para nosotros. Sin una visión correcta nuestra vida no va a obtener ni producir los resultados deseados, y ello va a determinar en nosotros frustración, decepción, desánimo, etc., y más aún, ello lo vamos a transmitir a todas las personas que estén a nuestro alrededor (Heb 12.15). En tanto que si estamos viviendo bajo la visión correcta, o ajustamos la cosmovisión bajo la que vivimos a la correcta, nuestra vida mejorará de calidad, de nivel de satisfacción y en resultados, beneficiando a todos los que nos rodean.

¿Cuál es la fuente correcta de una cosmovisión? Obviamente, Aquel que creó, diseñó, estableció el universo, el mundo, la vida y a cada uno de nosotros (Gen 1:1, Gen 1:26-28. Efe 2.10, Rom 1:18-31).



Cosmovisión, paradigmas y cristianismo.

Cuando estábamos en el mundo, antes de conocer a Cristo y la Palabra de Dios, teníamos unas ideas acerca de Dios, la iglesia, nuestra función y/o propósito en el mundo, nuestra relación con los demás, etc., que determinaron unas relaciones y unas acciones que llevaron nuestra vida a estar inmersa en las tinieblas, la carne y el mundo (Rom 1:21-24).

Aunque tuviéramos ideas acerca de Dios y la iglesia y de cómo debía ser nuestro comportamiento, dichas ideas en mayor o menor medida, estaban equivocadas con respecto a la verdad de Dios por cuanto nuestros ojos estaban cegados por el maligno para que no nos resplandeciera la luz del Evangelio (2 Cor 4:4), y ello se evidenciaba en nuestro comportamiento, por cuanto que, aunque tuviéramos aparentemente buenas ideas, el fruto de ellas no era precisamente un comportamiento santo de acuerdo al propósito de Dios (Rom 1:18-31, Jer 17:5-8).

Sin embargo, en un momento de nuestra historia, por la gracia y misericordia de Dios, El, por su Espíritu Santo, intervino para quitarnos esa venda de los ojos y que pudiéramos ver nuestra condición pecaminosa y necesidad de Cristo, de tal manera que lo recibiéramos como Señor y Salvador (1 Cor 12:3), y junto con El, al Espíritu Santo que nos enseñaría toda verdad (Jn 14:26).

De tal manera que ahora, como creyentes, estamos ante una disyuntiva que se compone de varias partes.
Las ideas producen resultados (relaciones y acciones).
Las ideas que teníamos antes de conocer a Cristo, cuya fuente fue el mundo y la carne fueron las responsables de nuestra vida pecaminosa y separada de Dios que nos instaló en el Reino de las tinieblas (Rom 8:5).
En la salvación hemos sido trasladados del reino de las tinieblas al de la Luz (Col 1:13), de la potestad del diablo a la potestad de Dios, de la carne al Espíritu, y esas posiciones se establecen sobre dos maneras de pensar y de ver la existencia, el universo y la vida, completa y totalmente opuestas entre sí, de tal manera que en el reino de las tinieblas no se puede vivir bajo las ideas (principios y valores) del reino de la Luz, y viceversa.
En consecuencia, para vivir en la plenitud del Reino, necesitamos iniciar un proceso acelerado de cambio y/o transformación (renovación) de nuestras ideas y/o paradigmas antiguos para vivir en la plenitud de la nueva vida que ahora podemos vivir en el Reino de la Luz. (Rom 12:2, 2 Cor 10:3-6, 3 Jn 2).

Adicionalmente a lo anterior, si consideramos el origen de la cosmovisión bajo la que vivíamos anteriormente, vamos a ver aún mejor la importancia y necesidad de proceder aceleradamente a ajustar nuestra cosmovisión a la Verdad (Jn 8:31-32), primordialmente porque la Biblia (y Jesús mismo lo dijo) establece que solo aquellos que vivan bajo la voluntad de Dios, haciéndola, entrarán en el Reino de los Cielos (Mat 7:21). Y vivir bajo la voluntad de Dios significa vivir bajo el diseño que El estableció para la vida y para nosotros (Efe 2:10).

31 Ene 2012