Estudio Bíblico

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Módulo 205. El Reino de Dios.



LA IMPORTANCIA DEL REINO DE DIOS EN LAS ESCRITURAS.



La centralidad del concepto del Reino de Dios en las Escrituras.

En el principio Dios creó todas las cosas (Gen 1:3-31) y determinó las leyes y el orden en el que debían funcionar. El objetivo de la creación de todas las cosas era que fueron creadas por El, de El y para El (Rom 11:36, Col 1:16) para Su gloria y para la alabanza de su Nombre (Rom 1:20-21, Sal 148:1-14).

Juntamente con la creación, Dios creó al ser humano (hombre y mujer) para que señoreara (reinara, ejerciera gobierno –en el buen sentido de las palabras, no dominio en beneficio propio sino de Aquel Quién es dueño de todo; no autoritarismo sino servicio--) sobre toda Su Creación, para que la labrara y la guardara (Gen 2:15). De tal manera que el concepto central con el que inicia el Antiguo Testamento es el propósito de Dios de gobernar, a través de los seres humanos, la creación total. Ese fue precisamente el propósito de la creación de Adán y Eva y del mandamiento que les diera inmediatamente después de su creación (Gen 1:26-28).

Como soberano Dios, Dueño y Amo de todas las cosas, El decidió darle al ser humano la autoridad sobre toda la tierra para que Señorease en Su Nombre y para que todas las cosas creadas, bajo la dirección del ser humano, fructificaran, se multiplicaran y llenaran toda la tierra, para lo cual debía sojuzgarlas (tenerlas bajo su control y no que ellas lo controlaran) y señorear sobre ellas (administrarlas con eficiencia y eficacia).

Pero al decidir obedecer al diablo en la caída, Adán y Eva le entregaron el señorío sobre la tierra, la autoridad que habían recibido de parte de Dios, de acuerdo a lo que nos indica 2 Ped 2:19, ya que el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció.

Por ello y desde ese momento, Dios comenzó a desarrollar un plan para recuperar el propósito de todas las cosas de acuerdo a su plan original, por lo que como un modelo inicial y sombra de lo que vendría posteriormente, El se buscó una nación para que en un espacio reducido y con un número menor de gente, fuera la “cabeza de playa” y preservara el ejemplo del propósito de Dios para la creación entera: Israel (Deut 7:6, Gen 35:11, Deut 4:5, Gen 12:2, Deut 4:34-40, Exo 19:6).

Debido a ello, específicamente el libro de Deuteronomio, aunque también en alguna medida todos los demás libros del Pentateuco, es una recopilación de todas las leyes económicas, educativas, sociales, políticas, y de justicia etc., bajo las cuales debía funcionar la nación. Aún cuando Israel se apartó de ellas en reiteradas oportunidades, el modelo estaba definido, y el ejemplo también: cuando Israel decidía caminar bajo estas leyes era una nación bendecida (Deut 28:1-14, Sal 33:12), y cuando decidía apartarse de ellas, era un pueblo lleno de problemas y situaciones adversas (Deut 28:15-68).

En el cumplimiento de los tiempos que Dios había previsto en su Sabiduría, envió a Jesús (Jn 3:16) para despojar al diablo (Col 2:15) de toda autoridad sobre la creación y volver al modelo original a través de la Iglesia (Mat 28:18-20): el Reino de Dios comenzando sobre las personas y extendiéndose sobre la tierra en todos los ámbitos de la vida y la actividad.

Y la conclusión y perfeccionamiento total del plan divino de recuperar el pleno dominio sobre la tierra y todas las cosas creadas en ella, incluidas las personas, y que todo funcione de acuerdo al plan y propósitos originales de Dios, será cuando El envíe, en el final de los tiempos que ya están cercanos de acuerdo al cumplimiento de la Palabra profética relacionada con las señales antes del fin, a Jesucristo para establecer el Reino Milenial, y posteriormente, entrar en la plenitud de la Eternidad y del Reino de nuestro Dios y Padre.

En consecuencia, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que la Biblia, además de ser la Palabra Revelada de Dios para la humanidad, a fin de que ella le conozca (1 Cor 2:10), y la revelación del plan de Salvación de Dios para la humanidad (Jn 3:16), es también la revelación del Reino de Dios, que engloba la salvación (porque nadie puede entrar al Reino de Dios si no nace del agua y del Espíritu) y el conociendo de Dios (porque nadie puede someterse a un Rey que no conoce, honra y ama).

La enseñanza del Reino: la enseñanza primordial en el Nuevo Testamento.

Antes de que el Señor Jesucristo iniciara su ministerio terrenal, Dios envió a Juan el Bautista para prepara el camino de Jesús, y el mensaje de Juan el Bautista era el mensaje del Reino (Mat 3:1-3).

Cuando Jesús comenzó su ministerio terrenal, después de ser bautizado y vencer las tentaciones en el desierto, su primera enseñanza fue sobre el Reino de Dios (Mat 4:17, Mat 4:23, Mar 1:14-15).

Las parábolas del sembrador (Mat 13:1-9, 18-23), del trigo y la cizaña (Mat 13:24-30, 36-43), de la semilla de mostaza (Mat 13:31-32), de la levadura (Mat 13.33), del tesoro escondido (Mat 13:44), de la perla de gran precio (Mat 13:45-46), de la red (Mat 13.47-50), de los tesoros nuevos y viejos (Mat 13:51-52), de las diez vírgenes (Mat 25:1-13) y de los talentos (Mat 25:14-30), son parábolas relatadas para enseñar acerca de los misterios del Reino de Dios (Mat 13.10-17).

La enseñanza que antecede al pasaje “emblema” del Evangelio (Jn 3:16) y que pone en contexto ese pasaje, corresponde a la enseñanza de Jesús a Nicodemo acerca del nuevo nacimiento referido a ver y entrar en el Reino de Dios (Jn 3:1-15).

De hecho, todo el ministerio terrenal de Jesús se concentró en la enseñanza del Reino de Dios (Mat 9:35, Luc 4:43, Luc 8:1).

Cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar, les enseñó indicándoles que debían darle una alta prioridad en sus oraciones al Reino de Dios (Mat 6:9-10, Luc 11:2).

Cuando comisionó a los discípulos para hacer la obra del ministerio les dio la orden de predicar sobre el Reino de Dios y también les entregó la autoridad para demostrar el poder del Reino (Mat 10:7-8, Luc 10:8-9).

Cuando Jesús resucitó, se les apareció a sus discípulos durante 40 días y les estuvo enseñando sobre el Reino de Dios (Hch 1:3).

Y obviamente, cuando la Iglesia del Señor Jesucristo comenzó su ministerio, en el libro de Hechos, lo hizo siguiendo la enseñanza e instrucciones de Su Maestro (Hch 8:12).

Y también, como era de esperarse, la enseñanza del Reino y su establecimiento y desarrollo fue también el tema central de la predicación y enseñanzas de Pablo. De hecho, todo el desarrollo de la doctrina de la Iglesia, que tiene en Pablo a su mejor exponente, solo encuentra su sentido pleno cuando se la inserta en la enseñanza del Reino, por cuanto la Iglesia es el instrumento de Dios en la tierra, el Cuerpo de Cristo, para traer, establecer y desarrollar el Reino (Hch 19:8, Hch 20:25, Hch 28:23, Hch 28:30-31).

De hecho, la frase “Reino de Dios” se menciona 55 veces en los Evangelios y 23 veces en otros libros del Nuevo Testamento y la frase “Reino de los Cielos” se menciona 32 veces en los Evangelios. En contraste, la palabra “Salvación” se menciona solo 6 veces en todos los Evangelios (solo en el Evangelio de Lucas) y 41 otras veces en el resto de libros del Nuevo Testamento. Es evidente, entonces, que si bien la Salvación es necesaria e importante, el Evangelio no se refiere a ella por sí misma, sino como “la puerta de entrada” al Reino, y el Reino abarca mucho más que la Salvación (Jn 3:3, Jn 3:5-7).



El Reino de Dios, el concepto unificador de toda la revelación bíblica.

En la práctica de la Iglesia Primitiva (los primeros tres siglos y medio) y en la práctica de la Reforma (aproximadamente de los años 1550 a 1900), el concepto del Reino fue el motivador de la vida cristiana y de la acción cristiana en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, a pesar de ello, en los últimos cien años de la predicación y práctica cristiana no se ha oído mucho acerca del tema del Reino de Dios, debido a que algunas corrientes doctrinales que se pusieron en boga en el siglo pasado remitieron el tema, en contra de lo que dicen las Escrituras, a la eternidad futura, y no a la eternidad presente que estamos viviendo (“pre-mileniarismo”), o bien quisieron manipular fuertemente el concepto del Reino de Dios derivándolo hacia un concepto político y social en detrimento de su significado espiritual (“evangelio social”, “teología de la liberación”, “liberalismo teológico”, etc.).

Sin embargo, así como el uso de los dones puede prestarse a desorden, pero no por ello los debemos eliminar de nuestro estilo de vida como creyentes sino que debemos ordenar su uso de acuerdo a los principios bíblicos, de la misma manera no es posible minimizar ni eliminar la importancia del Reino de Dios en los Evangelios y en la dirección de nuestra práctica diaria cristiana por el solo hecho de que se pueda prestar a malos entendidos o a doctrinas “sesgadas”.

Es más, debemos recuperar la importancia del tema y de su estudio y el compromiso y la dedicación por su establecimiento y desarrollo en toda la tierra, desmitificándolo o circunscribiéndolo solamente al ámbito espiritual futuro, para traerlo al mundo concreto de hoy, en las situaciones concretas de la vida de cada creyente y en cada lugar donde éste se encuentre, porque esa es la voluntad expresa de Dios para este tiempo (Efe 1:9-10, Col 1:18-20, Rom 8.19-21) además de que ese fue el mandato expreso del Señor Jesucristo durante su ministerio terrenal (Mat 6:9-10, Mat 6:33, Mat 28.18-20). Por otro lado, este no solo es el tema más frecuente en los evangelios, sino que es el tema unificador de la revelación bíblica en su totalidad, y nuestra efectividad y eficiencia bíblica como creyentes para acceder a la vida abundante que Cristo proveyó para nosotros en la tierra y a las recompensas eternas que Dios tiene preparadas para nosotros, depende en gran manera de la comprensión del Reino, su práctica y desarrollo en nuestra vida diaria y nuestra dedicación a su ampliación y desarrollo (Mat 7:21).

Es necesario reconocer la importancia para Dios del concepto del Reino de Dios y su práctica diaria en nuestra vida (Mat 6:33) para vivir conforme a Su voluntad (Mat 7:21) y entrar en el Reino de los Cielos (Jn 3:3-5).

La creación de Adán y Eva fue, entre otras cosas, para nombrarlos administradores del Reino de Dios en la tierra (Gen 2.15, Gen 1:26-28).

Desde la caída, cuando el ser humano se alienó de Dios, de sí mismo, de los demás y de la tierra misma, Dios no ha dejado de trabajar para volver todas las cosas al orden original: las personas: restaurarlos a la posición de hijos de Dios; los sistemas sociales: restaurarlos para que estén fundamentados en relaciones justas y pacíficas (los profetas en el Antiguo Testamento, Isa 61.1-10); la creación entera para restaurar la relación de las personas con ella para establecer entre ambos unas relaciones y mayordomía productiva (Rom 8:19.21, 1 Ped 4:10, Mat 25:14-30).

La escogencia de Israel como pueblo de Dios, bajo un gobierno teocrático, fue para mostrar al mundo, en las nuevas condiciones derivadas de la caída, una nación sobre la cual fuera establecido el Reino y que pudiera ser seguido por otras naciones de la tierra (Gen 12:2, Deut 4:34-40, Exo 19:6), lo que implicaba, el modelo de Dios para la restauración de las naciones (Sal 33:12, Exo 20.1-44), su constitución (Exo 20:1-17), sus leyes (Exo 21:1-23:13, Lev 18 al 20, 25 y 26, Deut 19:20-21, etc.); las bendiciones de la obediencia (Deut 28.1-14) y las maldiciones de la desobediencia (Deut 28:15-68); el modelo de gobierno y la impartición de la justicia (Exo 18:1-27); programas de reducción de la pobreza y cuidado del medio ambiente (Exo 23:11, Lev 25:4, Lev 25:20-22, Deut 15:9, Lev 25:1-55, etc.).

El ministerio de Juan el Bautista fue para preparar el camino del Señor que traería el Reino a la tierra (Mat 3:2).

Jesús se acercó y trajo el Reino a nosotros (Mat 4:17, Luc 17:21): gobierno, autoridad, principios, prácticas y formas de conducta. Vino a rescatar todo lo que se había perdido (Luc 19:10). Cuando comenzó su ministerio lo hizo anunciando la venida del Reino (Mat 4:17). Define Su mensaje como el Evangelio del Reino de Dios (Luc 4:43). Prácticamente todo lo que El decía tenía que ver con el Reino. En esencia declaró: el tiempo ha llegado, el reino está aquí y he venido a declarárselo a ustedes y a mostrarles cómo funciona. Nos manda que oremos para que el Reino de Dios se establezca en la tierra y se haga Su Voluntad en la tierra como en el Cielo (Mat 6:9-10). Nos manda también a buscar el Reino de Dios y su justicia (Mat 6:33).
Cuando terminó Su Ministerio en la tierra lo hizo hablándoles a sus discípulos, en su resurrección y durante cuarenta días, acerca del reino (Hch 1:3). Comisionó a sus discípulos a hacer lo mismo (Mat 10:7, Luc 10:9) y ellos fueron obedientes a esa comisión predicando el Evangelio del Reino en todo el mundo conocido de su tiempo. Col 2:15: despojó al diablo y a sus huestes de los derechos adquiridos en la caída. Col 1:19-20: es el punto de partida (visible) de la restauración de todas las cosas con Cristo como su cabeza (Efe 1:10). El Evangelio es, entre otras cosas, la noticia de que los modelos distorsionados de relaciones (económicas, sociales, religiosas, de poder, etc.) han sido rotos; la recepción del Evangelio es abrazar y aceptar modelos de relaciones sociales transformadas radicalmente.

El final del relato bíblico, en cierto sentido, es el fin de la historia en la versión que conocemos ahora. Jesús vendrá nuevamente en poder y gloria (Apo 19.11-20:6). Establecerá un Reino de mil años (Isa 1.1-16). El lo dirigirá personalmente (Apo 19:15). Será un reino de justicia, paz y gozo (Rom 14:17, Isa 61.1-66:24). Se realiza el juicio final, el único trascendental y verdadero juicio que concluye con la destrucción eterna del malvado, sus ejércitos y de todos aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida (Apo 20:9-15). Y junto con ellos, el final de toda injusticia individual y social. Terminan los cielos y la tierra como los conocemos ahora (Apo 21:1-2). Desde el cielo descienden en la forma de la Nueva Jerusalén, un nuevo cielo y una nueva tierra. Una vez más, la morada de Dios es con los seres humanos (Apo 21:3). Como ya no hay más injusticia, tampoco habrá llantos, muerte, lágrimas, dolor, hambre, sequías, etc. (Apo 7.18, 21:4). Todo es renovado: la gente, la ciudad, los sistemas sociales, la creación (Apo 21:5). Ya no hay iglesia porque ya no hay necesidad de ella: Dios y el Cordero viven entre las personas. Se ha completado la misión de la Iglesia como la fuerza que construye el Reino (Apo 21:22). El Reino de Dios es el UNICO reino al final de los tiempos. Todas las naciones caminan a la luz de la gloria de Dios (Apo 21:22-24). El honor y la gloria de las naciones, todas sus contribuciones artísticas, culturales, políticas, científicas y espirituales (transformadas y sin constituir una tentación que alejen de la gloria de Dios) son traídas a la ciudad (Apo 21:24, 26). La Nueva Jerusalén es una ciudad de vida (Apo 22:1-3). La tierra misma es redimida y produce de nuevo los frutos y la sanidad que los humanos y las naciones necesitan (Apo 22:1-3). Nuestra verdadera vocación está una vez más al alcance nuestro, ya que “sus siervos lo adorarán” (Apo 22:3).


El Reino hoy: una realidad en construcción.

Su total implementación y perfección se lograrán hasta la segunda venida de Cristo (nosotros no somos los autores del Reino, solo los co-laboradores y sus embajadores, 2 Cor 5:18-20, 1 Cor 3:9, 2 Cor 6:1).

La Iglesia y los creyentes somos las señales del Reino para construirlo y manifestarlo en nosotros y en nuestras relaciones (Mat 6:33, Mat 22:36-40) con Dios, con nosotros mismos, con nuestras familias, con los otros (personas, organizaciones y comunidades), con toda la Creación (trabajo, Col 3:22-24).


Conclusiones.

Si bien es cierto que hasta que se escribió el Nuevo Testamento, el Reino de Dios era un misterio (Mar 4:11), y aún hoy, algunos aspectos del mismo lo siguen siendo, también es cierto que en el Nuevo Testamento dicho misterio es develado para nosotros los creyentes (Efe 1:9-10) y somos invitados no solo a verlo sino a entrar en él (Jn 3:3, 3:5).

Tratándose de un reino, cuenta con una serie de principios específicos que son las leyes del Reino. La Biblia en general, y toda la enseñanza de Jesús y de sus discípulos, se refiere a dichos principios prácticos para la vida diaria, que desarrollan un sistema de pensamiento y conducta que garantiza el verdadero éxito, la verdadera felicidad y la verdadera prosperidad, desde la perspectiva de Dios, eterna y permanente (no como los el mundo, temporales e inestables) y son la guía práctica de Dios al ser humano para todas las situaciones relacionadas con la vida, las relaciones y las actividades humanas (Mat 6:33). Por ello es necesario que todos los creyentes seamos conscientes diariamente, en todo momento, de la realidad del Reino, aquí y ahora, y de nuestra función como agentes del Reino para prepararlo, establecerlo y desarrollarlo en la mayor medida de lo posible en todas las relaciones y actividades de nuestra vida (Col 3:22-24).

La Biblia enseña claramente, sin lugar a dudas, que:
 El evangelismo es para ampliar el Reino de Dios en la tierra (Luc 10:9).
 El discipulado es para desarrollar el Reino de Dios en la tierra (Mat 28.18-20).
 La función de la iglesia es entrenar a los creyentes para desarrollar y ampliar el Reino, teniendo a su vez la calidad de escuela y ejército del Reino (Efe 4:11-12) y la función de los creyentes es aplicar esas enseñanzas en su vida práctica diaria.
 Los dones constituyen la habilitación sobrenatural de Dios para los creyentes para que manifiesten, desarrollen y amplíen Su Reino (Mat 10:7-8) en todo lugar y en toda circunstancia (no solo en la Iglesia).
 La Biblia es la descripción y conocimiento del Rey, las leyes del Reino, el carácter y la actividad de los ciudadanos del Reino y los beneficios del Reino.
 Los mandamientos son la norma de conducta básica del Reino (los principios constitucionales del Reino).
 Las bendiciones y promesas constituyen los beneficios a los que tienen acceso todos los que cumplan las normas del Reino (Mat 6:33).
 La autoridad del creyente es la autoridad delegada del Rey del Reino para hacer la obra de la expansión y desarrollo del Reino (Mat 28:18-20).
 La posición de los creyentes en el Reino es la de:
 Coherederos con Cristo (Rom 8:17) y administradores (1 Ped 4:10).
 Misioneros, extranjeros y peregrinos (Heb 11:13, 1 Ped 2:11).
 Co-laboradores (1 Cor 3:9, 2 Cor 6:1).
 Ministros, servidores (Mar 10:42-45, 2 Cor 5:17-19).
 Embajadores, representantes (2 Cor 5:20).
 Reyes y sacerdotes (Apo 1:5-6, 1 Ped 2:9).
 Ciudadanos (Efe 2:19, Fil 3:20).



31 Ene 2012