Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



LA REFORMA QUE ESTÁ POR COMENZAR.


Estamos por entrar a los tiempos más gloriosos de la Iglesia en Latinoamérica. Tiempos de bendición no solo para cada creyente y para cada congregación, sino tiempos de una visitación especial de la gloria de Dios sobre nuestras naciones, transformándolas desde los cimientos en todas sus estructuras sociales, económicas, religiosas, educacionales, gubernamentales, culturales, políticas, etc. Tiempos en los cuales los creyentes, como una masa crítica social impactaremos nuestras sociedades de una forma que no lo hemos hecho antes: justo en los puntos en donde el diablo nos ha tenido “agarrados” impidiendo el progreso de nuestros pueblos que es un derecho que han adquirido nuestras naciones por la presencia de los hijos e hijas de Dios cuya bendición engrandece a la nación.

Es el tiempo del rompimiento de los paradigmas eclesiásticos que nos han separado del mundo para transformarlo, y es el tiempo de los odres nuevos, que con una lectura más apegada al mensaje integral de Jesús y con la unción de reyes, que además de la de sacerdotes, el Espíritu Santo está derramando en este tiempo, sacará a los cristianos de las cuatro paredes de la comodidad y seguridad de los edificios eclesiásticos para conquistar nuestras naciones para Cristo y echar al diablo y todas sus huestes espirituales de maldad, en el Nombre de Jesús, de todos los lugares que ha estado usurpando, impidiendo el progreso de nuestros países.

Es un tiempo para manifestar, en cuanto a impacto social en nuestras naciones, una gloria postrera de la iglesia en relación con la Iglesia del Libro de Hechos:

“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” (Hch 2:46-47).

“Y crecía la Palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén, también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. (Hch 6:7)

“Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos antes las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos estos contravienen los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús.” (Hch 17:6-8).

Como podemos observar en esos versículos, la influencia de los apóstoles en la sociedad era sumamente importante, al punto que trastornaban las sociedades donde se convertían en “masa critica”, mejorándolas, estableciendo un nuevo tipo de relación con Dios y entre ellos mismos, lo que enoja mucho a los que se beneficiaban con el “estatus quó”, por lo que constantemente, a pesar de vivir bajo la gloria de Dios y de contemplar físicamente los efectos de ella, también estaban expuestos a persecución y prisión, pero nada los detenía en su visión de discipular a sus naciones.

Igual debemos nosotros retomar ese papel glorioso que Dios nos ha asignado y que la Creación entera está esperando que se manifieste para ser liberada de los efectos del pecado.



La conquista y la restauración de todas las cosas.

Por muchos años, por lo menos en Guatemala y los países latinoamericanos, los cristianos hemos sido como la generación que Moisés llevó por el desierto hasta las orillas del río Jordán.

El Señor Jesucristo ha sacado al pueblo del mundo, de Egipto, y el Espíritu Santo la ha dirigido hacia la tierra prometida, pero la iglesia no ha poseído esa tierra prometida y por años ha estado clamando a Dios: “Danos nuestra nación, danos nuestro país”, cuando en realidad, nuestros países han sido nuestra herencia desde el momento en que Cristo murió en la Cruz del Calvario, de la misma manera que para Israel la tierra prometida ya era su herencia y su posesión desde el momento mismo en que salieron de Egipto hacia ella.

Sin embargo, esas generaciones que hemos formado la iglesia cristiana latinoamericana, por diversas circunstancias, siendo nuestra la herencia, nunca tomamos posesión de ella al igual que tampoco lo hizo la generación que Moisés llevó por el desierto que entró a la posesión y disfrute de su herencia hasta que llegó el momento de Josué y una nueva generación entró a tomar posesión de la tierra que desde mucho antes era de ellos.

Veamos lo que la Palabra de Dios dice al respecto de nosotros, la Iglesia y nuestras naciones:

“Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás.” (Sal 2:7-9).

Este pasaje es profético en cuanto que el Padre le está diciendo a Jesús que le dará por herencia las naciones.

Cuando Jesús fue tentado en el desierto por el diablo, éste le dijo a Jesús:

“Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” (Mat 4:8-10).

Como podemos ver en estos versículos, cuando el diablo le dijo a Jesús que los reinos del mundo y la gloria de ellos eran de él, Jesús no le contradijo. Lo que le corrigió al diablo fue la segunda parte, la de la adoración, lo que implica que la posesión que el diablo tenía de los reinos del mundo y de la gloria de ellos era cierto por efecto de la entrega que Adán y Eva (que habían recibido esa autoridad de parte de Dios), al decidir obedecer al diablo le habían entregado.

Ahora bien, Col 2:15 dice que Jesús, triunfando sobre el diablo, los principados y las potestades en la Cruz del Calvario, los despojó y los exhibió públicamente.

“Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de El.” (Col 2,15, LBDA).

“Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal.” (Col 2:15, NVI).

“Dios les quitó el poder a los espíritus que tienen autoridad, y por medio de Cristo los humilló delante de todos, al pasearlos como prisioneros en su desfile victorioso.” (Col 2:15, Biblia en lenguaje sencillo, SBU).

“Dios despojó de su poder a los seres espirituales que tienen potencia y autoridad, y por medio de Cristo los humilló públicamente llevándolos como prisioneros en su desfile victorioso.” (Col 2:15, Versión Dios habla hoy, SBU).

En consecuencia, si Dios, por medio de Jesús despojó a los principados y potestades (y no específica que solo de algunas cosas) ello implica que los despojó de todo, incluida la autoridad que tenían sobre las naciones. Esa autoridad, en consecuencia, regresó en el momento de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, al Padre, quien en cumplimiento de la promesa hecha a Jesús en el Sal 2, le entrega la autoridad de las naciones, por lo que Jesús en Mat 28:18-20 expresa:

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”

Es decir que Jesús recibió la autoridad sobre las naciones del Padre e inmediatamente se la dio a la Iglesia para que en Su Nombre y por la autoridad que El tiene sobre ellas, las discipulemos en su totalidad.

Note que dice que hagamos discípulos a todas las naciones (no en todas las naciones), lo que implica que nos corresponde discipular las naciones enteras, lo que equivale a las personas, las organizaciones, y la creación entera que está dentro de ella de acuerdo a la definición de una nación, como el conjunto de personas y el territorio que ocupan así como el conjunto de las organizaciones que constituyen a través de sus relaciones sociales.

Ello implica, que para nosotros, los que estamos recibiendo la luz de la Palabra de Dios, este es el tiempo de prepararnos y de preparar a nuestros hermanos y a la Iglesia en su totalidad para pasar de la oración a la conquista porque el tiempo de la conquista para Dios ha llegado.

Dios ha oído nuestro clamor alcanzando con la salvación a muchos, muchísimos en nuestras naciones, preparando el ejército que las habrá de conquistar para Su Gloria y ya nos entregó el “botín” para que lo conquistemos, y para ello, así como en el desierto Dios levantó a Josué para introducir al pueblo a la Tierra Prometida, este es el tiempo de Dios para levantar una generación, la generación de Josué, que conducirá al pueblo a tomar posesión de esa tierra prometida que ha estado ansiando la manifestación de los hijos de Dios:

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” (Rom 8:19-21).

“La justicia engrandece a la nación; más el pecado es afrenta de las naciones.” (Prov 14:34).



Restauración de la autoridad y de la bendición.

Junto con la restauración del plan original de Dios para con nosotros, sus hijos e hijas, de restaurar nuestra autoridad para llenar la tierra, sojuzgarla, dominarla y gobernarla, como reyes y sacerdotes, el Señor nos redimió de la maldición de la ley,

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” (Gal 3:13-14).

Como podemos ver en Deut 28:15-68, las maldiciones de la ley implican: pobreza, enfermedad, opresión, esclavitud, esterilidad, aflicción, etc., no solo en lo individual, sino también como naciones y pueblos.

Si Cristo nos redimió de la maldición, ello quiere decir que tenemos entonces acceso a la bendición que implica, abundancia, salud, fructificación, multiplicación, dominio, etc., tal como lo menciona en Deut 28:1-14:

“Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. Jehová derrotará a tus enemigos que se levanten contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán. Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que Jehová juró a tus padres que he había de dar. Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado. Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas, y si no te apartares de todas las palabras que yo te mando hoy, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos y servirles.”

Como podemos ver en los versículos anteriores, las bendiciones que Dios determinó en Su Palabra para sus reyes y sacerdotes (sus discípulos y discípulas) implican todas la áreas de la vida:

a) Personal y familiar.
a.1) Benditos en la ciudad y en el campo (vrs. 3).
a.2) Benditos en el fruto de nuestro vientre –hijos- (vrs. 4).
a.3) Benditas serán nuestra canasta y artesa de amasar (vrs. 5).
a.4) Benditos en nuestro entrar y salir (vrs. 6).
a.5) Derrotara a los enemigos que se levanten contra nosotros (vrs. 7).

b) Empleos, negocios y organizaciones.
b.1) Benditos en el fruto de nuestra tierra, bestias, cría de las vacas y rebaños de ovejas (vrs. 4).
b.2) Bendecirá nuestros graneros y todo aquello en que pusiéramos la mano.
b.3) Bendecirá la tierra que El nos dá.
b.4) Dios abrirá el cielo para enviar la lluvia a nuestra tierra en su tiempo y para bendecir toda obra de nuestras manos (vrs. 12).

c) Gobierno y nación.
c.1) Nuestra nación será exaltada sobre todas las naciones de la tierra (vrs. 1).
c.2) Derrotaremos a nuestros enemigos que se levanten contra nosotros (vrs. 7).
c.3) Nos confirmará por pueblo santo suyo (vrs. 9).
c.4) Verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová será invocado sobre nosotros y nos temerán (vrs. 10).
c.5) Nos hará sobreabundar en bienes, en el fruto de nuestro vientre, en el fruto de nuestras bestias y tierras, en el país que El nos dá (vrs. 11).
c.6) Nos pondrá por cabeza y no por cola; estaremos encima solamente, y no estaremos debajo (vrs. 13).
c.7) Prestaremos a muchas naciones pero nosotros nos pediremos prestado (vrs. 12).

Dios es un Padre que está interesado en todas las áreas de la vida de sus hijos e hijas, no solamente en algunas, y además está interesado no solo en personas individuales, sino en sus familias, en sus comunidades y en sus naciones, dado que la vida de cada persona no se desenvuelve en el vacío ni en soledad, y las cosas que afectan nuestro ambiente, de alguna manera, también nos afectan a nosotros. Por mandato divino y con Su ayuda, somos los llamados a conquistar cada área de nuestra vida individual pero también cada área de nuestra vida colectiva en Su Nombre y para Su Gloria.

Las bendiciones de Dios en plenitud van a venir sobre nosotros como individuos y como naciones, cuando obedezcamos plenamente Su Palabra y los pongamos por obra, sin excepciones, es decir, lo que implica que tomemos el lugar que nos corresponde, asignado por Dios, en la sociedad.

Hasta ahora ello no se ha realizado en plenitud porque, a pesar de que hemos crecido en número en todas las naciones, también nos hemos sustraído de la realidad que ellas viven, nos hemos escapado a nuestra responsabilidad de tomar el botín completo, escapando a nuestras responsabilidades como reyes, habiendo asumido únicamente, algunas de las funciones sacerdotales.

La Iglesia entera debería estar frenando mucho más significativamente la corrupción, la violencia, la inmoralidad, la pobreza, en nuestros países, por cuanto somos llamados por Cristo a ser luz y sal (Mat 5:13-16) y levadura (Mat 13:33). Sin embargo, a pesar de ser porcentualmente más que en el pasado, nuestras sociedades cada día están peor, lo que evidencia nuestra poca influencia. Es el tiempo de recuperar esa influencia y transformar nuestras naciones para la Gloria de Dios.

“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Gen 12:2-3).

“Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra?” (Gen 18:18-19).

“Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, el pueblo que El escogió como heredad para sí.” (Sal 32:10).

“Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de júbilo. Porque Jehová el Altísimo es temible; rey grande sobre toda la tierra. El someterá a los pueblos debajo de nosotros, y a las naciones debajo de nuestros pies.” (Sal 41:1-3).



Venciendo el escapismo y/o la indiferencia.

Nuestro llamado de parte de Dios y de Cristo es para ser ganadores de almas pero también para ser como Josué y Caleb, conquistadores de naciones para la gloria de Dios, comenzando por la nuestra.

“Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a El sea gloria e imperio por los siglos e los siglos. Amen.” (Apo 1:5-6).

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” (1 Ped 2:9).

Somos llamados para ser sacerdotes, que implica la proclamación de Dios, de las buenas noticias de la salvación y de la visión de Dios para el mundo, pero también fuimos llamados para ser reyes, es decir, gobernar en el nombre de Dios cada área de la vida terrenal, que incluye la vida de la nación, ante la cual no podemos ser escapistas ni indiferentes si realmente queremos hacer la voluntad de Dios. En consecuencia, hoy cabe hacernos como individuos y también como iglesia, la pregunta que Ester se hizo en su tiempo frente a las situaciones que estaba viviendo su pueblo:

“¿Cómo podré yo ver el mal que alcanzará a mi pueblo? ¿Cómo podré yo ver la destrucción de mi nación? (Ester 8:6).

Aplicada a las situaciones concretas actuales de nuestras naciones, esas preguntas que Ester se hizo delante del rey Asuero, serían hoy para la Iglesia, al menos, las siguientes

• ¿Podrá la Iglesia Cristiana, y nosotros sus miembros, seguir escapando de la realidad de nuestra nación, sumida en la corrupción de los gobiernos impíos, en la violencia, en la pobreza, en la maldad, en la inmoralidad, que nos afecta a todos, creyentes y no creyentes por igual?

• ¿Podremos seguir observando como la pobreza mata de hambre y por enfermedad a nuestro pueblo, creyentes y no creyentes por igual?

• ¿El amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones no nos constreñirá y moverá para conquistar nuestra nación entera, no solo a las personas sino también todas las estructuras sociales, para erradicar en el nombre del Señor todos los males sociales que nos aquejan?

• ¿Podremos seguir viendo impávidos como el diablo se enseñorea, sin derecho, sobre nuestra nación, sabiendo que mayor es el que está en nosotros que El que está en el mundo?

• ¿Seguiremos siendo como la primera generación de israelitas que salieron de Egipto y no se atrevieron a conquistar la tierra que Dios les había dado y por ello murieron en el desierto?.

• ¿Seguiremos evadiendo nuestra preparación y participación como reyes en el área de los negocios, del gobierno y todas las demás áreas de la vida civil esgrimiendo el argumento (no bíblico por cierto) de que esas cosas son mundanas, carnales, diabólicas?

• ¿Seguiremos evadiendo nuestra responsabilidad como reyes bajo el argumento de que Cristo viene pronto?

¿O finalmente nos vamos a levantar como lo que realmente somos: hijos e hijas de Dios llamados a conquistar, a señorear, a sojuzgar y a gobernar nuestras naciones enteras para establecer el Reino de Dios y su Señorío hasta la venida de Cristo cuando El asuma personalmente el gobierno de toda la tierra?

“Entonces dijo Mardoqueo que respondiesen a Ester: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Ester 4:13-14).

“Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades; para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Mostraos. En los caminos serán apacentados, y en todas las alturas tendrán sus pastos. No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas. Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:8-11).


25 Ene 2012