Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



Funciones de los reyes y sacerdotes (2).


La Función Sacerdotal.

En lo que se refiere al sacerdocio, el “Diccionario Ilustrado de la Biblia”, Editorial Caribe, 15ª, Edición, 1985, expresa: “Las responsabilidades sacerdotales en todas las sociedades son básicamente dos: la ejecución de los ritos religiosos y la comunicación con la deidad. El sacerdote cuida del santuario y comunica las decisiones divinas. Representa al pueblo delante de Dios y a Dios delante del pueblo.” Ello implica que las funciones sacerdotales son las siguientes:

a) Ministrar al Señor mediante la oración, la acción de gracias, la alabanza y la adoración.

b) Recibir la visión de Dios para nosotros y los que nos rodean.

c) Representar, mediante la intercesión, al pueblo que no conoce a Dios delante de El.

d) Representar a Dios, mediante el testimonio y la predicación de la Palabra seguida por señales, maravillas, milagros y prodigios, ante el pueblo que no le conoce.

e) Discipular al pueblo de Dios mediante el estudio y el conocimiento de la Palabra de Dios.

f) Combatir con la Palabra y la fe a las huestes espirituales de maldad en los lugares celestiales, destruir los argumentos y fortalezas que han levantado que se oponen al conocimiento de Dios, deshacer y destruir sus obras y descubrir sus maquinaciones.

La primera responsabilidad del Sacerdotes es mantener su relación con Dios, y ello implica la comunión personal, la oración, el ayuno, la adoración, la santidad, la búsqueda de la guianza de Dios para las cosas específicas que debe enfrentar día a día y para traer el Reino de Dios a existencia y manifestación en el área y actividades específicas en las que se desenvuelve en el reino de lo natural.

Esto es esencial para la vida de cada creyente, independientemente del área de la vida que se trate y actividad que desarrolle, es decir, es esencial para la vida, la eficiencia y la eficacia de los reyes y sacerdotes. Debemos recordar que:

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” (Jn 15:1-8).

Sin la intimidad con Dios, sin esa relación estrecha, por demás es que hagamos lo que hagamos, ya sea en lo secular o en lo eclesiástico. No llevaremos fruto que sea agradable a Dios. Podremos tener resultados en lo natural: éxito, bienestar económico, reconocimiento de parte de las personas, altas posiciones, etc., pero nos hará falta la aprobación de Dios, tal como dice la Palabra en Mat 7:21-23:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

Y tarde o temprano, sin esa comunión e intimidad con nuestro Padre, todos esos resultados en lo natural, igual, no servirán para llenar el vacío que hay en nuestro corazón, porque ese vacío, por más que el mundo nos quiera engañar que se llena con cosas y logros, solo puede llenarlo el Señor. Ese vacío tiene Su forma y solo El encaja perfectamente allí. Todo lo demás es engaño.

Otra parte importante de la función sacerdotal es la de representar al pueblo que no le conoce delante de El, y representarlo a El delante de ese pueblo, en la actividad intercesora y en la actividad evangelizadora y discipuladora, como ministros de la reconciliación:

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Cor 5:17-21).

La función de guerra espiritual es sumamente importante en relación no solo a combatir la influencia del enemigo sobre nuestras vidas y las de nuestra familia, sobre la vida de otras personas y sobre la vida de la nación. Es también sumamente importante, y este ha sido un aspecto descuidado en la guerra espiritual, batallar por liberar a nuestras organizaciones de la influencia de los principados y potestades que han sido designados para evitar que ellas, por sus resultados, y en ellas por la actitud de sus propietarios, ejecutivos y personal, se glorifique a Dios.

En las organizaciones, como en las personas, existe una cultura “inconsciente” que determina la formas en que se encaran las tareas y actividades diarias, cultura que está llena de argumentos (fortalezas los llama la Biblia) que son contrarias a los principios de la Palabra de Dios, que fueron sembrados por el diablo, el mundo y/o la carne, y que tienen por objeto evitar que las organizaciones, igual que las personas y las naciones, sean bendecibles de parte de Dios.

Es nuestra función como reyes y sacerdotes, pues, liberar a nuestras organizaciones (seculares y/o eclesiásticas), de la influencia del maligno en su cultura interna y en su manera de hacer las cosas, para que Dios pueda establecer Su trono en ellas, y como consecuencia, el Reino de Dios en Su plenitud se justicia, paz, gozo y bendiciones, sea establecido en ellas para beneficio de todos los que trabajan y negocian con ella, pero principalmente para la Gloria de nuestro Padre maravilloso.,

“Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte.” (Prov 16:25).

“Y no vivan como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.” (Rom 12:2, Biblia para todos).

“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” (2 Cor 10:3-5).

“Es verdad que vivimos en este mundo, pero no actuamos como todo el mundo, ni luchamos con las armas de este mundo. Al contrario, usamos el poder de Dios para destruir las fuerzas del mal, las acusaciones y el orgullo de quienes quieren impedir que todos conozcan a Dios. Con ese poder hacemos que los pecadores cambien su manera de pensar y obedezcan a Cristo.” (2 Cor 10:3-5, Biblia para todos).

El hecho de que nuestra actividad principal esté ubicada en el mundo secular, no implica de ninguna manera que descuidemos estas actividades de la función sacerdotal que nos ha sido dada por Dios. Es más, esta actividad debería ser prioritaria en nuestra vida y un prerrequisito para poder desarrollar las funciones de reyes adecuadamente, de acuerdo a la voluntad el Padre, llevando los frutos que le agradan.


25 Ene 2012