Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



El Reino de Dios (2).


Desvíos respecto al Reino en el mundo cristiano.

A pesar de la claridad de los Evangelios respecto al Reino de Dios, a pesar de la gran cantidad de enseñanzas de Jesús sobre el Reino, debemos reconocer que en el mundo cristiano, la comprensión del Reino no es algo que se haya alcanzado. El impacto de la iglesia en la vida de nuestras naciones, el testimonio de los creyentes en sus actividades seculares y la situación concreta de las naciones y el mundo, así lo atestiguan. Es más, en lugar de un claro entendimiento del Reino de Dios, lo que hay es una enorme confusión y división al respecto, derivado de la predominancia de por lo menos cuatro desviaciones principales en la comprensión del Reino, tal como las señala Donald B. Kraybill en su libro “El Reino al revés” (Ediciones Semilla, Primera edición en español, 1995):

La primera de ellas es la que sostiene que “las enseñanzas de Jesús, principal aunque no exclusivamente las sociales, estaban atadas a la cultura de su tiempo”. Como consecuencia, en la cultura actual ya no son pertinentes, por lo que necesitamos construir nuestra propia ética cristiana desde el principio, basada en el sentido común, ya que el fundamento bíblico antiguo no es aplicable ahora. Esta desviación es una clara herejía que apunta, no solo a los principios del Reino, sino a todos los fundamentos de la fe cristiana, por cuanto implica, por extensión, la negación de la pertinencia de la Palabra de Dios para este tiempo y cualquier otro tiempo, en contradicción a la enseñanza de Jesús respecto a la validez y permanencia de la Palabra (en tanto principios y valores que deben regir la vida humana) en todas las edades (Mat 24:35, Mar 13:31, 2 Tim 3:16-17). Por otra parte, pretende sustituir los principios éticos absolutos de la Palabra por las variables consideraciones del sentido común de los seres humanos, sentido común que si no está afectado y dirigido por la Palabra de Dios, está afectado por el pecado y el maligno, tal como se evidencia en la caída con la actitud de Eva y de Adán, que por el sentido común humano, pecaron. A lo más que nos puede llevar una ética basada en el sentido común de los seres humanos, es a una ética situacional acomodada a la pecaminosidad humana.

La segunda desviación sostiene que Jesús se equivocó respecto al tiempo del advenimiento del Reino, porque afirmó que no pasaría su generación sin que el Reino se realizara. Como consecuencia, sus enseñanzas respecto a él carecen de validez para este tiempo por cuanto eran enseñanzas influidas por el cortoplacismo del inminente establecimiento del Reino, lo que no sucede hoy, por cuanto el Reino todavía no está por establecerse. Esta desviación se fundamenta en una comprensión del Reino exclusivamente como el gobierno con la presencia física de Jesús, lo cual como ya vimos anteriormente, es solo una acepción del símbolo general del Reino de Dios. O sea que desde su misma base, esta desviación es falsa por cuanto denota una cortedad en su interpretación del Reino que no va de acuerdo con la amplitud del concepto manifestada en las Escrituras, además de que el Reino de Dios si se estableció en la generación de Jesús, no solo sobre los creyentes en la medida en que aceptaban el Señorío de Cristo sobre sus vidas, sino también por cuanto el Señor Jesucristo recibió del Padre toda autoridad en el cielo y en la tierra y nos la delegó a nosotros para colaborar con El en la extensión de su Reino en todas las naciones (Mat 28.18-20). Este desvío presenta dos variaciones.
a. El de la escuela de interpretación liberal, según la cual las enseñanzas de Jesús no son razonables para relaciones sociales duraderas y a largo plazo que caracterizan esta época, por cuanto El las enunció pensando que el advenimiento del Reino estaba en el corto plazo (entre el tiempo del principio y final de su ministerio terrenal).
b. El de la escuela dispensacionalista, según el cual el Reino está relegado a ser un reino futuro y literal de Cristo sobre la tierra, lo que diluye cualquier interés formal de aplicar las enseñanzas de Jesús a nuestra vida hoy.
Es interesante notar que tanto liberales como dispensacionalistas (conservadores) llegan a la misma conclusión: la ética del reino enseñada por Jesús no tiene significado para el día de hoy. Sin embargo, es evidente que las enseñanzas de Jesús hablaban de un Reino que trasciende nuestra comprensión humana del tiempo. Un reino que ya es pero que está en construcción y expansión hasta llegar a su perfección absoluta en la segunda venida de Cristo.

La tercera desviación es la que llama a “ponderar únicamente el significado espiritual del Reino”, es decir, anima a “espiritualizar”, “mitificar”, suavizando, las claras y contundentes enseñanzas sociales de Jesús. Esta desviación tiene su origen en que en los círculos religiosos el término “espiritual” está en la cima de la escalera sagrada, mientras que la palabra “social” con frecuencia parece estar en el fondo, si no es que es “satanizada” junto con lo “secular”: negocios, arte, política, etc. Esta desafortunada división entre lo espiritual y lo social con frecuencia nos desvía de la ética del Reino, y nos lleva a aplicarla, si mucho, en nuestros ambientes eclesiásticos, pero no en los ámbitos de la vida social en los que como creyentes y personas nos movemos. Ante ello debemos reconocer que de acuerdo a las Enseñanzas de Jesús, de los Evangelios y de toda la Biblia, cualquier evangelio que no sea social, no es evangelio. El amor de Dios por el mundo produce una acción social, ya que Dios no sólo se sentó en una gran mecedora teológica a meditar acerca de su amor por el mundo. Dios actuó, irrumpiendo en los asuntos sociales, en forma humana. Jesús argumenta sin ninguna duda que la fe en Dios siempre se expresa en actos sociales tangibles de amor por el prójimo. En otras palabras, elimina nuestras diferencias entre lo social y lo espiritual. No existen dos evangelios: un espiritual y un social. Hay un solo evangelio que engloba lo espiritual y lo social es una unidad indisolube. Baste mencionar, para fundamentar este punto que:

a) Zaqueo, un colector de impuestos codicioso que se encuentra con Jesús, se arrepiente e inmediatamente corrige sus malversaciones económicas. El arrepentimiento espiritual y la retribución forman una sola historia que Jesús describe como una “visitación de la salvación”.

“Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Luc 19:5-10).

b) Igual, cuando Juan El Bautista es interrogado respecto a lo que hay que hacer para arrepentirse, porque el Reino de los Cielos está cerca, los llama a corregir sus comportamientos económicos, apuntando a la misma unidad del arrepentimiento espiritual y el cambio en nuestra conducta económica.

“Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.” (Luc 3:10-14).

La cuarta desviación es la que sostiene que solamente es necesario cambiar el carácter, en otras palabras, las enseñanzas de Jesús sirven para edificar el carácter privado y personal, pero no la conducta social. Sugiere, ignorando el segundo mandamiento más importante que resume toda la ley y que es el amor al prójimo (consecuencias sociales), que las decisiones y acciones personales no tienen consecuencias sociales, asumiendo que los individuos operan en un ambiente sin ninguna implicación social, separados totalmente de las fuerzas sociales. Este desvío hecha por tierra, cierra los ojos a una realidad, no solo bíblica y que está implícita en todas las enseñanzas de la Palabra, sino a una que incluso el mismo mundo acepta: que virtualmente, todo comportamiento es social. Las actitudes que Jesús señaló eran actitudes sociales, sentimientos dirigidos a otras personas: odiar a alguien en el corazón es equivalente a asesinarlo; la lujuria sexual es igual que el adulterio, etc. Dios nos creó como entes sociales (Gen 2:18) y su Espíritu usa a otras personas para ministrar a nuestras necesidades (Luc 4:18-19) y promover nuestro cuidado por las necesidades ajenas (pertenecemos a un cuerpo social y a un cuerpo espiritual).


En resumen.

En base a las enseñanzas de Jesús y de toda la Palabra de Dios, podemos afirmar sin lugar a dudas que, desde la caída, cuando el ser humano se alienó de Dios, de sí mismo, de los demás y de la tierra misma, Dios no ha dejado de trabajar para volver todas las cosas al orden original:
• En relación con las personas, para restaurarlas a la posición de hijos de Dios (Jn 1:12).
• En relación a los sistemas sociales, para restaurarlos para que estén fundamentados en relaciones justas y pacíficas (Mat 28:18-20).
• Y en relación a la creación entera, para restaurar la relación de las personas con ella para establecer entre ambos unas relaciones y mayordomía productiva (Rom 8:19-21).

Por ello, Jesús:
• Vino a rescatar todo lo que se había perdido (Luc 19:10).
• En la Cruz del Calvario y por Su muerte redentora, despojó al diablo y a sus huestes de los derechos adquiridos en la caída, no solo sobre las personas sino también de su poder sobre las sistemas sociales y sobre la creación entera (Col 2:15).
• Es el punto de partida (visible) de la restauración de todas las cosas con Cristo como su cabeza:

“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Col 2:13-15).

“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” (Col 1:15-20).

“dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.” (Efe 1:9-10).

“la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efe1:20-23).

El Evangelio es, entre otras cosas y además de la buena noticia de la salvación personal, la noticia de que los modelos distorsionados de poder han sido rotos; de tal manera que la recepción del Evangelio es abrazar y aceptar, no solo la salvación personal sino también modelos de relaciones sociales transformadas radicalmente.

De tal manera que, el Reino hoy es una realidad en construcción cuya total implementación y perfección se consumarán en la segunda venida de Cristo, lo que implica que, si bien es cierto nosotros no somos los autores del Reino, somos sus co-laboradores y sus embajadores en la expansión y preparación del Reino en este tiempo y en nuestra realidad concreta. Como Iglesia y como creyentes, somos las señales anticipadas del Reino cuya misión fundamental, además de adorar y honrar al Rey del Reino, es la de construirlo en nosotros y en nuestras relaciones con Dios, con nosotros mismos, con nuestras familias, organizaciones y comunidades, con los otros y con toda la Creación por medio de nuestro trabajo. Es en este sentido que podemos y debemos realizar nuestra función de reyes y sacerdotes para Dios.

Es en ese contexto, entonces, que la oración que Jesús nos enseño a orar, en la parte específica que se refiere a “Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” cobra pleno sentido, implicando:
• Que el gobierno de Dios sea manifiesto en mi vida y que entre en las bendiciones de Su Reino hoy.
• Que Dios traiga la historia humana a su consumación, divinamente ordenada.
• Que en mi iglesia, la vida y el compañerismo de ella sea la vida y el compañerismo de personas entre quienes la voluntad de Dios sea hecha.
• Que los principios y valores del Reino se establezcan, en el mayor grado de alcance posible, en la realidad social en la que estoy inmerso, aquí y ahora, por mi aplicación de esos principios y valores, que no solo traigan gloria al Rey, sino que sean vistos por todos a mi alrededor, para que ellos también crean y participen en esa construcción del Reino.

El final del relato bíblico, en cierto sentido, es el fin de la historia en la versión que conocemos ahora:
• Jesús vendrá nuevamente en poder y gloria para derrotar de manera definitiva y para siempre, a las fuerzas del mal que operan sobre las personas, las relaciones e instituciones sociales y la creación toda. Todo es renovado y hecho perfecto nuevamente: las personas, los sistemas sociales y la creación.
• Es en ese momento que se realiza el juicio final, el único trascendental y verdadero juicio que concluye con la destrucción eterna del malvado, sus ejércitos y de todos aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida.
• Terminal los cielos y la tierra como los conocemos ahora y desde el cielo descienden en la forma de la Nueva Jerusalén, un nuevo cielo y una nueva tierra: el relato que comenzó en el jardín termina en la ciudad (el centro del poder) y desde allí, permanecerá por toda la eternidad.
• Una vez más, la morada de Dios es con los seres humanos (Apo 21:3).
• Como ya no hay más injusticia, tampoco habrá llantos, muerte, lágrimas, dolor, hambre, sequías, etc. (Apo 7:15-17, 21:1-4).
• Se ha completado la misión de la Iglesia como la fuerza que construye el Reino (Apo 21:22).
• El Reino de Dios es el UNICO reino al final de los tiempos.
o Todas las naciones caminan a la luz de la gloria de Dios.
o El honor y la gloria de las naciones, todas sus contribuciones artísticas, culturales, políticas, científicas y espirituales (transformadas y sin constituir una tentación que alejen de la gloria de Dios) son traídas a la ciudad (Apo 21:22-27).
• La Nueva Jerusalén es una ciudad de vida (Apo 22:1-3).
o La tierra misma es redimida y produce de nuevo los frutos y la sanidad que los humanos y las naciones necesitan.
• Nuestra verdadera vocación está una vez más al alcance nuestro, ya que “sus siervos lo adorarán” (Apo 22:3).



25 Ene 2012