Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



Introducción.

Desde el principio de la Creación, la idea de Dios era que el hombre y la mujer tuvieran comunión con El y adicionalmente se enseñorearan, gobernaran, reinaran sobre toda la creación de Dios. Todas las cosas fueron hechas por Dios para que ellos las dominaran y les sirvieran, y no para que ellos fueran dominados por las cosas y las sirvieran.

“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Gen 1:28).

“Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies:...” (Sal 8:4-6).

Por efecto de la caída, los seres humanos perdieron la autoridad sobre la creación, aunque siguió vigente el mandato de fructificar, multiplicarse y llenar la tierra, de acuerdo a lo que Dios les ordena a Noé y a sus hijos:

“Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra. El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo.” (Gen 9:1-3).

Ahora bien, en la Cruz del Calvario Cristo recuperó esa autoridad que los seres humanos habíamos perdido en la caida y nos la entregó de nuevo a sus discípulos (los hijos y las hijas de Dios) para que la ejerzamos en Su Nombre.

“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la Cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la Cruz.” (Col 2:13-15).

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Luc 19:10).

“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mat 28:18-20).

Por ello, tanto en Apocalipsis 1:5-6 como en 1 Pedro 2:9, el Señor se refiere a nosotros como reyes y sacerdotes:

“Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a El sea gloria e imperio por los siglos e los siglos. Amen.” (Apo 1:5-6).

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” (1 Ped 2:9).

Nótese que la Palabra de Dios no dice reyes o sacerdotes, lo que sería indicativo de que nuestro rol sería solo uno de ellos, sino que dice que somos reyes y sacerdotes, ambas cosas, lo cual implica que son inseparables. En cualquier lugar y en cualquier oficio que estemos o desarrollemos, en la iglesia o en la vida secular, somos igualmente reyes y sacerdotes. Esa es una calidad o cualidad parte de nuestra identidad, que es independiente del lugar en que estemos o del oficio que desarrollemos. No depende de ellos sino depende de Jesucristo que nos hizo ambas cosas en un solo “paquete”

Para comprender nuestro papel como reyes y sacerdotes resulta indispensable comprender a cabalidad el punto central del Evangelio: el Reino de Dios, ya que el Evangelio que vivimos y predicamos es, por designación del mismo Jesús, el Evangelio del Reino.




















25 Ene 2012