Estudio Bíblico

Inicio > Estudio

La fe del grano de mostaza (2a. parte).



La fe del grano de mostaza (2ª. Parte).



Introducción.

La Palabra de Dios nos enseña que el justo vivirá por la fe (Rom 1:17, Gal 3:11, Heb 10:38), lo que implica que la fe es el estilo de vida del creyente en Cristo, y si ese necesita ser nuestro estilo de vida, necesitamos conocerlo con cierta profundidad para poder vivirlo adecuadamente. Por el otro lado, la Palabra también nos enseña que todo lo que no proviene de fe es pecado (Rom 14:23), por lo que también necesitamos identificar claramente lo que no es fe, para evitar caer en ello, y por ende, pecar.

Y ello reviste importancia en este tiempo porque en muchos casos lo que se observa en muchas personas que asisten a las iglesias cristianas, es, cuando mucho, una fe incipiente, si no un engaño al que le llaman fe sin que sea la fé bíblica, la fe que salva, sana, restaura, bendice, provee, etc.



La fe del grano de mostaza.

La Palabra de Dios nos enseña en Mat 17:20 y Luc 17.6 que si tuviéramos fe como un grano de mostaza (obviamente fe en Dios, Mar 11:22, Heb 6:1), le diríamos a un monte que se moviera y se movería.

En primer lugar, la expresión “mover los montes” era una expresión popular en los tiempos de Jesús para significar el hacer algo extremadamente difícil y hasta imposible, generalmente un problema, lo que implica, entre otras cosas, que si verdaderamente creemos en Dios, ningún problema, por grande que parezca, nos podrá derrotar, derribar, destruír, etc.

Por el otro lado, nos habla de una fe tan pequeña como un grano de mostaza que es la más pequeña de todas las semillas, pero llega a ser la más grande de todas las hortalizas. Ello nos enseña varias cosas.



Las enseñanzas del grano de mostaza respecto a la fe.

Primero. Que aunque nuestro inicio sea pequeño (en el área que sea) y si estamos dentro de la voluntad de Dios, nuestro final será grande, si perseveramos.

Segundo. Que la fe implica un proceso, no es un evento, ni algo de lo que echamos mano eventualmente, es un estilo de vida. La semilla no pasa a árbol de la noche a la mañana. Lleva tiempo y pasa por diferentes procesos hasta alcanzar su fin. Igual sucede con la fe. De hecho, la Palabra nos enseña que las promesas (uno de los varios resultados de la fe), se alcanzan por la fe y la paciencia (espera en el tiempo) (Heb 6:12). De tal manera que nosotros necesitamos fortalecernos en fe y proseguir hacia adelante hasta alcanzar el resultado que Dios nos ha prometido, sabiendo que Dios no es hombre para mentir ni hijo de hombre para arrepentirse, que nada hay imposible para El, y que si El lo ha dicho, El lo hará (Num 23:19, Luc 1:37)

Tercero. La semilla de mostaza, ante otras semillas más grandes (por ejemplo, la del aguacate), no se acompleja ni se auto menosprecia. Sabe que aunque pequeña, fue diseñada por Dios para crecer, desarrollarse y ser grande. Aunque sabe lo que es, no por eso permite que ello la limite, sino que está enfocada en lo que llegará a ser. Pone sus ojos en la meta del “supremo llamamiento de Dios” a ser árbol, a crecer, a desarrollarse, a madurar, a dar fruto, más que en su situación presente. Tampoco vuelve su mirada al pasado. Sabe, que sabe, que por diseño de Dios, aunque su actual estado es pequeño, su final estado será grande. Ello nos enseña que nosotros no debemos mirar nuestro pasado ni nuestro presente, aunque estén llenos de imposibilidades y fracasos, sino a Dios y al futuro que El ha prometido para nosotros (Jer 29:11, Prov 4.18). Ese futuro no depende de nosotros, ni de nuestra historia, sino de El, y para El nada hay imposible. Si El lo dijo, El lo hará.

Cuarto. La semilla para dar fruto tiene que caer a la tierra y morir; sabe que para alcanzar Su propósito necesita morir a sí misma para que se manifieste lo que ha sido diseñada para ser. La semilla muere para dar lugar al servicio para el cual Dios la diseñó (sus propósitos) y a otros a quienes les dará cobijo. De la misma manera, para que nuestra fe se desarrolle, necesitamos morir a nuestra agenda, a nuestros intereses, a nuestros propios criterios, para darle lugar a la agenda de Dios, a Sus intereses, a Sus pensamientos. En otras palabras, pasar por el proceso del discipulado, para menguar nosotros y que El crezca (Jn 3:30). La fe madura es una que está centrada totalmente en los propósitos de Dios y en el servicio a Sus propósitos y al prójimo (cuidar de ellos, Mar 10:42-45).

Quinto. Cuando la semilla de la fe en Dios la sembramos (la ponemos en acción respecto a cualquier problema o circunstancia), Dios comienza un proceso a nuestro favor:
• Cambia la naturaleza de la semilla.
• Surge el poder de la vida.
• Ninguna capa de tierra, por gruesa que sea, va a impedir que salga a la luz (brote y crezca).










04 Dic 2010
Referencia: Fe en Dios.